1.
“Los perros huelen el miedo y por eso atacan”, dice la máxima de autor anónimo. Dentro de la lógica canina, si un perro se enfrenta a dos personas y una de ellas tiene miedo, seguramente ataque o intente persuadir a la que no le teme; total, la miedosa no es un desafío. Sin embargo, en la mayoría de las oportunidades van contra quien manifiesta temor, ignorando al supuesto irrespetuoso. Ahora, ¿se debe a que las personas con miedo emiten un olor singular?
No se sabe con certeza si, producto de los miles de años de domesticación, son capaces de interpretar ciertos olores (feromonas) emitidos por el ser humano y actuar en consecuencia. Lo que sí es cierto es que nosotros no somos capaces de oler la orina de una perra y conocer su edad o su tamaño, ni siquiera si está en celo.
La razón por la que atacan a las personas miedosas se debe al lenguaje corporal que evidencian. Para entender esto del lenguaje corporal, conozcamos también el del animal en estas situaciones. Cuando dos perros se enfrentan y uno quiere prevalecer sobre el otro, lo hace a través de expresiones, sonidos y posturas; si estas no logran dilucidar el problema, recurrirá al ataque como último recurso.
Un perro que no quiere problemas baja la mirada, elude el contacto visual directo con el otro. La postura también cumple su rol: aquellos que intentan evitar el conflicto se acuestan, muestran su vientre y sus movimientos son pausados y lentos. No emiten ningún tipo de sonido, no gruñen ni ladran.
Ahora analicemos qué ocurre cuando una persona ve a un perro y siente temor. En general presenta un lenguaje totalmente opuesto al que debería para que el perro no lo muerda. La mirada es casi directa, ya que quiere al menos predecir cuándo y por dónde va a venir el mordisco. Eleva los brazos más de la cuenta, como resguardo de un posible ataque, y no se encoje sino que se mantiene parada para tomar distancia. Por último, no suele quedarse callada en ese momento sino todo lo contrario: pide ayuda al dueño del perro o a cualquier héroe que pase por la vuelta.
En definitiva, cuando un perro de cierto temperamento quiere imponerse sobre alguien y analiza a la persona que tiene frente a él, su conclusión es simple y hasta entendible: “Te miro y me mirás, te gruño y me seguís mirando. Además, en vez de demostrar que querés evitar el conflicto disminuyendo tu tamaño con el fin de dar una señal de sumisión, me levantás los brazos (te hacés más grande). Para colmo, en vez de dejar que te evalúe calladito, tranqui, ¡te pones a gritar! Ya que te salteaste todos y cada uno de los pasos para hacerme entender que no sos un problema para mí, listo, te muerdo”.
Aquellos que no le temen a un perro en general no lo miran, se dejan oler y sus movimientos son armónicos, calmos y predecibles. Se podría decir que indirectamente cumplen con todos los requisitos para no ser mordidos. Esta explicación se aplica en aquellos casos en los que el perro es normal, acostumbrado al contacto con la gente; siempre existen excepciones y cuando suceden, se haga lo que se haga al perro poco le importa y ataca igual. En estos casos el problema lo tiene el perro y se dice que ha perdido la instrumentalización de la conducta. No evalúa nada, ataca sin siquiera reparar en las señales del supuesto oponente.
2.
¿Los perros sueñan cuando duermen? Seguramente la mayoría responda que sí: “Lógico. Es más, sueñan que corren”. Al igual que nosotros, tienen dos tipos de sueños: los de onda lenta y los de movimientos oculares rápidos (REM, según su sigla en inglés). Cada uno se distingue por la actividad eléctrica del cerebro y por el tono muscular. En el primero, el cerebro está gobernado por actividad eléctrica de mucho voltaje pero de poca frecuencia y los músculos no se contraen, o sea, no se mueven. En el sueño REM la actividad eléctrica del cerebro se caracteriza por un menor voltaje pero de altas frecuencias, y se asemeja a la actividad del cerebro del perro cuando está despierto. Los músculos están relajados pero hay contracciones aisladas, que provocan que el animal mueva sus extremidades, los músculos de la cara y los ojos, y que emita sonidos.
Estos movimientos harían suponer que cuando sueñan imaginan que corren, pero la realidad es que no están gobernados por lo que esté interpretando su cerebro: se deben a la liberación de transmisores musculares activos durante el descanso, así que por ahora saber qué es lo que sueñan será tarea de algún intérprete que se dedique a traducir lo que un perro le pueda llegar a comentar cuando se despierta.
¿Pero sueñan o no? Cuando los humanos sueñan, la actividad eléctrica del cerebro se asemeja mucho a la del cerebro canino al dormir, por lo tanto se supone que sí, que pueden llegar a hacerlo.