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Presentación en estudio Kinoto. Foto: difusión.

Vino: la línea Indígena de De Lucca se lleva bien con la temporada

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La nueva generación reformula la herencia de la bodega familiar.

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La línea Indígena, de los vinos De Lucca, nació este año como resultado de afianzar el trabajo que Agostina y Stefano De Lucca empezaron a sondear en 2020 con un tannat natural: Tano. Los hermanos, que se definen como winemakers, esto es, hacedores de vino, terminaron de darle forma a la línea con un merlot, un tannat merlot y un viognier.

Agostina describe su tarea como más creativa y la de Stefano como “la bajada a tierra”. Los “indígenas” son vinos naturales, es decir, sin sulfitos ni pasaje por madera, que son fermentados con levaduras indígenas y llevan un filtrado muy leve. Esto significa que se da una fermentación espontánea con las levaduras que las uvas traen del propio viñedo.

Las plantas de tannat y merlot que utilizan en estos casos tienen aproximadamente unos 34 años, ya que datan de los primeros cultivos de la reconversión vitivinícola en el país. Provienen de vides robustas y de muy baja producción, que resultan en vinos agradables, muy bebibles.

“Son viñedos que siempre se trabajaron bajo una producción integrada”, explica Agostina De Lucca. “Hoy estamos certificados como producción sustentable, que tiene que ver con eso, pero nosotros lo hicimos así desde el inicio”.

Fue su padre, Reinaldo De Lucca, quien introdujo esa política de cultivo amigable con la planta, un tipo de producción “que busca la biodiversidad del viñedo, integrando con cuidado y respeto la vid a ese ecosistema”. Los hermanos retoman así un camino de vinos naturales, que eran los que su padre hacía en sus comienzos, y que ahora logran en equipo, con resultados frescos, incluso en los tintos, ideales para las temperaturas veraniegas. Se identifican por etiquetas ilustradas con flora nativa como espinillo, pata de vaca y ceibo.

Junto a la línea Indígena, que la nueva generación De Lucca presentó el mes pasado en Estudio Kinoto, otros vinos de interés salen bajo el mismo sistema productivo. La diferencia es que en bodega los indígenas tienen una intervención mínima. Independientemente de ellos, figuran en stock un singular vino naranjo, elaborado a partir de uvas marsanne, y los De Lucca son los únicos que tienen esta cepa en Uruguay. Con ella hacen un blanco de carácter, con aromas a níspero y damasco, producto de una fermentación en cubas de concreto, y por otro lado este naranjo que, como su nombre indica, es de tonalidad anaranjada, aunque nada tenga que ver con la fruta.

El color de esta clase de vinos, que en el mundo está regresando hace cerca de un lustro, se debe a que el vino se obtiene por maceración con las pieles, en este caso durante 21 días, y después tiene un pasaje por roble usado durante seis meses.

Se trata, aclara Agostina, de producciones muy pequeñas, por ahora, unas 650 botellas, que en su mayoría fueron exportadas a Brasil, aunque algunas todavía pueden probarse en restaurantes locales o conseguirse directamente en la bodega canaria en el entorno de $ 550.

La intención es ampliar esta producción en el futuro. Los consumidores podrían observar esta tendencia de los vinos naranjo o naranja como una moda que en el mercado uruguayo asoma, pero refiere, como cuenta la bodeguera, “a un tipo de vinificación ancestral, cuando en Georgia enterraban las ánforas con las pieles durante meses, luego los sacaban y quedaban vinos naranja por el tipo de uvas que usaban”.

Dentro del revuelo con los naranjos –que tanto pueden presentar sabor a vino blanco fresco como ser más complejos–, el que se produce en el establecimiento De Lucca, en El Colorado (Canelones), “es como un intermedio, que va un poquito hacia los naranjas del Viejo Mundo, con más astringencia, más color, más estructura”. Es lo que se entiende como un “vino gastronómico”, es decir, para tomar bien maridado, aconsejado para acompañar platos agridulces o contrastar, debido a cierto amargor, con postres, por ejemplo.

La aclaración va para quienes, por desconocimiento, todavía no se animaron a probarlo: “Se van a encontrar con una mezcla de aromas de uva marsanne, pero evolucionados, y algo más terciario, por el pasaje por barrica; en boca tiene una acidez bastante equilibrada, o sea, no muy alta, y tiene mucho cuerpo, estructura y un final bastante largo”.

Las etiquetas premium De Lucca viajan principalmente a Brasil, aunque su destino no son las grandes superficies sino restaurantes seleccionados, ya que se trata de “vinos con un valor agregado”, detalla Agostina. También exportan a un prestigioso club privado de Inglaterra y están retomando las ventas al mercado mexicano. En Brasil valoran especialmente que se trate de un emprendimiento familiar, que continúa por tres generaciones, y eso repercute luego en el enoturismo, porque los consumidores buscan conocer dónde se produce y su historia.

“Los vinos nuestros siempre fueron bastante particulares”, apunta Agostina. “Tienen una característica marcada, que tiene que ver con resaltar la identidad del lugar”. Los cambios que viene implementando con su hermano tienen que ver con una vuelta a los orígenes. En el camino, respetan el resultado de la vendimia, sin aspirar a más o menos graduación alcohólica. Los taninos suelen ser suaves, redondos, y los vinos, en general, más frutales, resaltando los aromas propios de la variedad.

Algo de esa frescura, algo mentolada en nariz, que recuerda a los eucaliptus que rodean las plantaciones, ocurre incluso con el Nero D’Avola, una cepa única en Uruguay, de la que conservan apenas una hectárea plantada que ya tiene unos 20 años. Elaboran este tinto color rubí como homenaje a sus ancestros italianos, y se identifica claramente por los bigotes de la etiqueta.

Degustación

Para probar los vinos De Lucca en buena compañía, el sábado 4 de enero al mediodía en el balneario San Luis (ruta Interbalnearia, km 62) el chef Adrián Orio organiza nuevamente La mesa entre el monte y la cocina, esta vez con un menú de nueve pasos y la guía de la propia Agostina De Lucca. Por más información: 094 102 776.


Cambio de firma en Marindia Sur

Restaurante Cabo Finisterre, en Marindia Sur, renovó su propuesta y este sábado 21, a las 21.30, será una noche para disfrutar de platos de la carta junto a un concierto de Luana Méndez y Rui Cedrez. Toman reservas de mesa por el 098 835 094.

Previa del 31

Paysandú Bar (Rondeau 1549) se apronta a despedir el año el jueves 26, desde las 22.00, con una noche especial de cócteles de autor, preparados por Charli Tambone, y vinilos de Javier Epifanio.

Navidad murguera

Este 24 de diciembre, de 12.00 a 17.00, la murga Doña Bastarda festeja Navidad en Merino (Maldonado y Martínez Trueba) con todo lo que salga de la parrilla, bebidas frescas y música.

Banquete en peatonal Encina

Este sábado 21 desde las 12.00, Casa de Abajo (Encina 1663) se une con Fiume para un banquete y feria navideña “para regalar o regalarse”.

Pan dulce para todos

En Café Goes (General Flores y Domingo Aramburú) reciben donaciones de pan dulce para la olla de la Terminal Goes los jueves a partir de las 16.00.

Feria medieval

En Parque de los Fogones (Millán 5109) este domingo 22 de diciembre, de 14.00 a 22.00, se desarrollará una feria medieval que promete puestos artesanales, tiro con arco y juegos medievales.

Moda y morfi en Carrasco

Este fin de semana en la que fuera la plaza Conaprole (Arocena y Lieja), tanto el sábado como el domingo, de 13.00 a 22.00, Montevideo PopUp y Feria Máxima hacen migas en un festival con entrada libre que aúna moda, gastronomía y música.

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