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Niré Collazo.

Foto: Andrés Cuenca

Todos somos contadores: la narradora oral Niré Collazo estará el viernes 25 en Galartija

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Ese espacio bellísimo para niños que es Galartija, que funciona desde marzo del año pasado en Cooper 2127, retoma este fin de semana la actividad luego de unas breves vacaciones por las fiestas. Las variadas actividades que nutrirán la primera semana (ver recuadro) tendrán su broche de oro el viernes 25 con la presencia de la narradora oral Niré Collazo, de extensa trayectoria en este arte milenario y directora de la escuela de cuentería Caszacuento, que funciona desde hace 15 años en el teatro Solís. Collazo ofrecerá dos talleres, uno dirigido a adultos y el otro a los más chicos, y la diaria aprovechó la ocasión para conversar sobre su trabajo.

De mañana, de 9.00 a 11.30, tendrá lugar el taller dirigido a adultos, en el que Collazo intentará mostrar todos los recursos de los que se vale para narrar, sobre todo a niños, para captar su atención: kamishibai, libro álbum, libro pop-up y un largo etcétera. De tarde, de 14.00 a 15.30, los destinatarios son los niños a partir de seis años. “Jugaremos con los cuentos, inventaremos historias. La idea es que cada uno se pueda llevar su libro en la mano, pero no un libro comprado sino uno hecho por él mismo”, anuncia.

La narradora tiene una extensa trayectoria en esta actividad, que aunó dos aficiones que la acompañan desde siempre: las artes escénicas y la lectura. Sobre sus inicios recuerda: “Un buen día descubrí la Cátedra de Literatura Infantil y Juvenil de AULI [Asociación Uruguaya de Literatura Infantil], que funcionaba en la Biblioteca Nacional. Allí me invitaron a participar en un club de narración oral que coordinaba Sylvia Puentes de Oyenard –yo no tenía idea de que existía algo así ni de qué se trataba–. Más adelante fui al Primer Encuentro de Narradores Orales, que tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires; vine con la cabeza dada vuelta, fascinada. En Buenos Aires empecé a tener una agenda rigurosa para ir a aprender, porque acá no había dónde hacerlo”.

Collazo es una gran divulgadora de su oficio, una figura que, de algún modo, aparece como un puente entre una generación pionera y los exponentes actuales de este arte. “Me he formado con muchísima gente y hoy en día soy una estudiosa del tema. Hace 15 años que estoy como residente en el teatro Solís con la escuela Caszacuento, donde trato de difundir y promocionar este arte, que es el más viejo del mundo. Esta tarea me ha llevado a recorrer Latinoamérica en mis viajes para concurrir a festivales. Soy una apasionada y una fanática de este trabajo y siempre estoy tratando de formarme para poder, a su vez, transmitir ese conocimiento: lo que hago es transmitir habilidades y destrezas que he recibido de otros maestros”, comenta.

Por supuesto, la cuentería implica una formación específica, pero Collazo considera que es una habilidad que potencialmente tienen todas las personas. “Todos somos narradores, todos podemos contar. El asunto es cuando queremos ir a un espacio escénico o a un escenario: hay una técnica, que no es teatro pero con la que estamos en el borde, y que tampoco es declamación; la idea es que lo que hagamos no sean cuentos dichos de memoria”, sostiene. Por otra parte, se trata de un arte antiguo, que retrotrae a los orígenes, tanto de la historia como de la persona. “Al niño se le cuenta desde antes de nacer. Algo interesante es que en los últimos años han surgido las bebetecas, algo en lo que veníamos trabajando no tanto para hacer talleres directamente con bebés sino para motivar a las mamás y los papás en torno al cuento, la palabra, la rima, el juego de manos: porque no es sólo el cuento, sino todo lo que significa la palabra. En el acto de contar cuentos hay un intenso acercamiento afectivo. Estoy convencida de que si hubiera un narrador oral en cada patio de recreo, habría menos violencia. Suelen llamarnos en el Mes del Libro; entonces todo el mundo quiere narradores, todos los días y a toda hora, pero sería bueno que se hiciera un trabajo continuo. Hay mucho para hacer todavía, y eso es lo bueno”, afirma.

En la medida en que es una actividad versátil, que se adapta a realidades diversas, es posible llegar con ella a públicos diferentes, algo que surge al mismo tiempo como un desafío, una necesidad y una responsabilidad: “He trabajado con grupos de sordomudos; es una experiencia increíble porque uno siempre habla de la herramienta de la mirada para seducir al otro, para captar su atención, pero en este caso la mirada se dirige al intérprete, no al narrador, y hay que ingeniárselas para que la cosa funcione, para establecer la comunicación; no fue fácil al principio, pero después uno se acostumbra y se logra establecer ese contacto, algo que resulta muy satisfactorio. También he trabajado con grupos de ciegos, en los que sobresale la prioridad de la escucha. Hay mucho para hacer en hospitales, en la cárcel, en todos lados”, afirma.

Aunque lleva años en esta actividad, a la que le dedica mucho tiempo y energía, Collazo se centra más en la docencia y la divulgación que en sus espectáculos propios –por lo menos en Uruguay: cuando va a festivales en el extranjero viaja con su arte; por otra parte, ya es un clásico de la oferta del Solís en las vacaciones de invierno y primavera, y con frecuencia brinda espectáculos bilingües en la Alianza Francesa, entre otros lados–. “Estoy tratando de capacitar gente para cuando quede el lugar vacío. Tengo la fortuna de que hay narradores a los que formé que están haciendo cosas muy buenas y que trabajan conmigo en Caszacuento. Ya tenemos un caminito abierto que está buenísimo”. Con respecto a su trabajo docente dice: “Mi escuela tiene un perfil muy literario más que de cuentería popular y de tradición. Es una característica que causa asombro entre colegas de otros lugares del mundo, sobre todo de otros países de Latinoamérica, donde el repertorio suele nutrirse fundamentalmente de cuentos populares o escuchados y no hay tradición de contar cuentos de autor. Me gusta ir por ese camino y creo que para los niños es importante conocer a los autores, acceder a literatura de calidad, a la buena literatura que nos va a llevar al buen decir desde lo lúdico, desde el cuento, desde escuchar buenas historias. Poder transmitir mediante la palabra o los gestos es la esencia misma del ser humano”.

Para todos los gustos

Hoy a las 15.00 arranca la actividad estival con la biblioteca andante Rincón del Cuento Animado, un taller para niños de tres a seis años, a cargo de Clara Moyano, de Mochila Caracol. Se invitará a los pequeños a leer, narrar y crear sus propias historias jugando con palabras y sombras. Mañana, también a las 15.00, la compañía de títeres La Nave ofrecerá la obra La pequeña oruga glotona, en la que Lucía Queirolo y Maia Filippo contarán una historia mediante la técnica de títeres de mesa. El costo de ambas actividades es de 350 pesos. El miércoles 23, a la misma hora, Divya Dulat ofrecerá un taller de origami para niños, con un costo de 450 pesos.

Por otra parte, el martes 22 comenzará el taller de salsa para niños de seis a 12 años que impartirán Valentina Viré y Patricia Varela durante enero y febrero. La cita para los bailarines es los martes y jueves de 16.30 a 17.30. El costo es de 250 pesos por clase (la primera es gratuita). La propuesta consiste en generar un espacio dedicado a la expresión, la diversión y la conexión con el cuerpo por medio del baile, y a la vez compartir el conocimiento de la técnica y de la rica historia de este género musical latinoamericano. En todas las actividades, la entrada incluye el ingreso al parque sensorial.

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