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Fabián Furtado.

Foto: Pablo Vignali

El regreso de los pesados: Chopper festeja su 30 aniversario en Sala del Museo

9 minutos de lectura
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Cuando finalmente, algo tarde, llega a la entrevista, por un instante parece que nada ha cambiado después de tantos años, cuando todavía adolescente recorría 18 de Julio con diversas profesiones y se fascinaba con las fantásticas y coloridas portadas de los discos de heavy metal más vendidos. Borcegos, jeans negros, campera con parches, un morral y el humor siempre a flor de piel, como rayo olvidador de tardanzas.

“Es como un nene”, dice Amalia, que lo conoce como nadie, en su rol de responsable de su agenda (por el sello Bizarro Records), y no para de enviarle mensajes por Telegram desde una sala de ensayos hacia el interior de un ómnibus suburbano sin aire acondicionado. Fabián Chupete Furtado viaja desde la Costa de Oro hacia Montevideo. Sabremos más tarde que un policía lo sorprendió con su fanatismo y el pedido de una selfie, y que otros pasajeros policías se sumaron al retrato con los clásicos cuernitos diabólicos, haciendo algo menos rutinario el denso trayecto.

Esta es su primera charla de la tarde para hablar sobre Chopper, la mítica banda uruguaya de thrash metal que una noche le ofreció el puesto de cantante, y que en este 2019 festeja 30 años de trayectoria, mientras semana a semana presenta nuevas canciones que se dejan escuchar en Youtube y otras plataformas digitales.

Cuando finalmente llega, nos cuenta que está al palo. Con Rey Toro, su otra banda, acaba de regresar de una gira por México. “Mi mujer se fue de viaje. Me quedaron los tres perros solos, y me estoy por mudar de Salinas para Parque del Plata”, agrega.

¿Te gusta allá?

Me encanta. No vuelvo más a Montevideo. Tranqui, alejado del alcohol, la falopa, la gente, el bullicio. Ya está. Tengo 47 pirulos, hoy de mañana tenía 62.

Me gustó mucho uno de los nuevos tracks de Chopper, “Dios desollador”.

Cuando saquemos “Megalomanía” te va a volar la mente. Estamos sumando canciones y vamos a sacar un disco el año que viene. Las grabamos al toque. Claro, pasa que estamos todos lejos. Uno está en Perú [Luis el Peruano D’Angelo, bajista], el Fede [Sanguinetti, guitarrista] en Punta del Este, Ernesto [Ferraro, guitarrista] en Valencia, Leo [Rodríguez, baterista] en la concha de la hora [barrio Peñarol] y yo en Salinas.

¿Y quién arma toda la jugada?

Desde España, Daniel Renna [periodista, productor y mánager de la banda] hace la combinación, y nos pone a laburar a todos. Lo primero que sale es un riff, y a partir de ahí hay una estructura básica de la lírica y la melodía; yo le pongo la letra y se va mezclando todo en España. Y entonces, cuando llega acá, es para que yo le ponga la voz, masterización y chau.

Daniel es casi un integrante más.

Vos acordate de que con Renna para Sangrando [segundo disco de Chopper] hicimos dos letras: “Brindo por eso”, y parte de “La patria es la tumba”. Con él tenemos una afinidad bárbara para escribir. El loco me tira un chorizo de letra y voy yo y acomodo todo fonéticamente, o le cambio todo, o le guardo sólo el título. Es muy libre la forma en que laburamos, de mucha confianza.

Sabés que estaba tratando de repasar mi recuerdo más antiguo de Chopper, y me acordé de una entrevista que te hicieron en el invierno de 1992, en el programa Aguante rock and roll, de El Dorado FM, un sábado. Ese día los conductores anunciaron como gran noticia que la banda tenía nuevo cantante. ¿Cómo es que llegás al grupo?

Por dos lados. Con el auto de mi vieja hacíamos fletes para bandas como Angkor Vat, Inner Sanctum y Graf Spee, y yo ya tenía visto el panorama del under y me gustaba. Por otro lado, con Fede íbamos juntos al Dámaso, y él me había visto cantar en la escalinata del liceo temas de Led Zeppelin, Deep Purple, Black Sabbath así, con dos guitarras criollas. Yo iba, me colaba y mandaba unos gritos. Y un día consigo dos cintas a través del Carrión, un metalero del año cero, una del T.N.T, de AC/DC, y el Master of Puppets, de Metallica. Me puse a practicar dos canciones de Metallica en casa, y se me dio por hacer “For Whom the Bell Tolls” en la escalinata. Y ahí es que me dice Fede: “Te voy a audicionar para Chopper”. Hice la prueba en unos galpones de la avenida Instrucciones. Caí en un mundo completamente distinto, yo era el más pendejo de todos. Y ellos flashearon, porque yo me sabía al dedillo todas las canciones de Metallica, que acá recién se empezaba a escuchar. Y a partir de ahí no paramos más.

¿Y vos cómo empezaste a escuchar heavy metal?

Yo vengo de una familia de pintores [su abuelo materno fue José Cúneo], y, como tal, me dijeron toda la vida que no agarrara para la pintura. Cuestión que una vez di con un pelado, el Pelado, que pintaba remeras de bandas de rock para la tienda Tijuana en la galería Uruguay. Una vez vamos con mi padre, me compra una botas tejanas, y yo me quedo mirando la vidriera y pensando: “Uh... yo podría pintar para acá”. Y así empecé a hacer espalderas. Fijate, en 1987 yo tenía 15, y ese año sale el mítico disco Whitesnake, con aquella formación increíble, y con la tapa de ese disco hago mi primera espaldera, que todavía la tiene un flaco en Colón. Y después una de las primeras cosas que escuché fue Motörhead, que al principio no me gustó, era demasiado pesado. El Pelado me dijo: “Empezá con AC/DC”. Y arranqué con el Dirty Deeds Done Dirt Cheap; después conocí el Fly on the Wall, y a partir de ahí ya no paré. Conseguí el Screaming for Vengeance, de Judas Priest, y el Piece of Mind, de Iron Maiden, y ya está.

Entraste.

Y sí, porque tenías eso, la música de Los Cazafantasmas, The Cure, “We Built this City” [clásico de Starship] o Los Ramones. Ese era el rock a fines de los 80. Después con El Pancho, un guacho del liceo 8 con el que nos echaron porque prendimos fuego la biblioteca, conseguíamos todo el material que venía de Los Ángeles. Mötley Crüe, todo lo que te puedas imaginar. Y así conocí a Suicidal Tendencies y me pasé para el thrash; escuché el Reign in Blood, de Slayer, la cabeza me explotó y dije: “¿Después de esto qué más hay?”.

¿Y ahora qué estás escuchando?

Me gustan mucho bandas como Red Fang. Yo me quedé más del lado del rock, no me fui a lo extremo. A mí me gustan los buenos cantantes, que se entiende lo que cantan. Lo más violento que te podría decir que me gusta es Gojira. Esos franceses son muy buenos. Y Slayer, que está siempre en mi corazón. Tuve la oportunidad de tocar con ellos en México, en el Fort Festival. Me los vi a un metro, fue una carnicería. También los vi en el Luna Park, y antes, en 1994, en el estadio de River Plate, en la reunión de Kiss. Junto a Daniel me tocó cubrir ese show en River y otro montón como fotógrafo [para “Rock de primera”, suplemento musical del diario Últimas Noticias], y la verdad es que más que a sacar fotos iba a plasmar un registro, y también a ver cómo se paraban los tipos. Slayer es una banda que seguí y con la que aprendí mucho, y creo que aquello de mediados de los 90 no volvió. Bandas como Ghost o Slipknot me parecen modas de verano, y la parte yanqui del asunto se murió con Pantera.

A principios de los 90, en los comienzos de Chopper, el ambiente del heavy metal en Uruguay era diferente al actual. El público asistente a los conciertos no era muy numeroso, y las caras y los personajes eran casi siempre los mismos. Pero luego de un tiempo, en algún momento eso fue cambiando, ¿no?

Con Rey Toro hicimos un trabajo muy fuerte en ese sentido, porque si bien coqueteamos con el thrash, siempre mantuvimos esa línea rock o pop, si se quiere, para meter más gente en la fiesta. Necesitábamos más mujeres, y necesitábamos un orden. Y entonces se habló mucho con la gente desde las canciones, desde la diatriba en el escenario sobre cuidar esto, nuestro ambiente, nuestro movimiento. Y así surgieron temas como “Caminando”, que habla de que si cuidamos esto puede haber un mañana para el metal. Y así lo hubo. Y con Chopper hicimos lo mismo, con la diferencia de que nunca tuvimos baladas, ni canciones más a medio tempo. Siempre fue al palo: sangre y thrash.

“El metal, además de ser un género complejo, siempre ha sido un ambiente de total camaradería. Por eso yo hablo de militancia”.

Leí por ahí que Leo marcaba una especie de punto final con esta fecha de los 30 años, aunque al mismo tiempo están grabando nuevas canciones...

Te explico: no es que se termine, pero después de este disco creo que nos vamos a llamar a silencio por unos años. Leo está con Cuchilla Grande, yo con Rey Toro, somos tipos grandes, estamos todos en los 50. Pero el próximo va a ser un disco... no sé si de despedida, sería muy tajante. Lo último es el Hechos consumados, que, visto a la distancia, lo grabamos con poco tiempo. Estábamos todos más desperdigados que ahora y sin el contacto que podés tener hoy. Vos fijate que el otro día estaba grabando las voces de un tema, y en una pantalla lo tenía a Renna que estaba en España mirando todo lo que yo estaba haciendo en el micrófono. A tiempo real. Eso hace unos años era impensable, y está buenísimo. El mejor coach que podés tener es un amigo, que encima es nuestro mánager, que encima me conoce, maneja la lírica, las palabras. Vos fijate que lo tenía del otro lado y le decía: “Daniel, necesito una palabra que rime con...”, y el loco estaba ahí al toque. Increíble. Entonces, a pesar de la distancia, ahora podemos trabajar de otra manera, mejor.

Esas caras conocidas de las que hablábamos hoy, de comienzos de los 90 y que todavía siguen en la vuelta, me imagino que muchos son amigos, gente cercana. ¿Vos cómo los definirías?

Soldados. Son gente que está hasta las manos en esto. Yo no puedo entender cómo tipos que no tocan instrumentos quieren estar, y aportar, y pagan la entrada, no te la manguean, y es mucha gente. Son veteranos, o somos, gente que ya nos conseguimos nuestro trabajo, que con nuestra plata hacemos lo que queremos, y el sueldo se nos va todo en shows. Ahora para este último de Slayer en el Luna Park había 30 uruguayos todos juntos, y yo los conozco a todos. O se hicieron con Chopper o con Rey Toro, o en el under, gente de todas las bandas, y muchos que no son músicos. Eso es lo que me llama la atención. El metal, además de ser un género, musicalmente hablando, de los más complejos, siempre ha sido un ambiente de total camaradería. Por eso yo hablo de militancia. Cuando sale la noticia de que llega una banda grosa, yo escucho cosas como: “Hay que estar”. “¿Cómo que hay que estar, loco? ¡Tenés que pagar la luz!”. ¿Entendés? Y sí, tenés que estar. Eso no te lo da otra música. Y nos vamos poniendo viejos y seguimos, y los pibes que vienen detrás lo entienden así también.

¿Tres grandes recuerdos de estos 30 años de Chopper?

El último gran recuerdo que tengo es un ensayo para la reunión de Hechos consumados. Yo soy el último en llegar, ya estaban todos. Saludo, opa, qué tal. Hacemos un silencio, y me acuerdo de que Ernesto enchufa y empieza a tocar, hace tran, y era Chopper. Fue increíble. 20 años después, estoy tocando con el tipo que salió conmigo e Ian Gillan en una foto, los dos purretes, mucho antes de tocar en Chopper. Me vino una sensación de “pah, no estábamos tan equivocados”, y una sensación de familia. Supimos estar muy unidos. Después ta, Uruguay, que no ofrece mucho para el artista, el laburo, pero en ese momento volvió todo. Otro es el de “La bronca de una noche” [canción del primer disco de Chopper], de ahí salió la letra. Aquel célebre Teatro de Verano en que nos quedamos sin tocar. Estaban Los Pollos, que tenían 40 minutos y ya iban como 50, y con el Chancho, el batero de Angkor Vat, que me puso “Chupete” a mí, salimos al escenario a desconectarles los equipos y terminó todo en pelea; hay una foto mía en la que le estoy tirando una patada al bajista. Fue un momento amargo. Después de eso estuvimos como un año sin conseguir toques. Lógico. Otro recuerdo podría ser de Buenos Aires, cuando hicimos Cemento [histórico local de conciertos porteño]. Tocamos con Barón Rojo, que nos adoraban. En un momento viene Mario Pergolini a entrevistarnos, y no podía creer cómo habíamos logrado que el público cantara un tema de V8 a capela, “Deseando destruir y matar”, que al final después terminamos grabando. Me acuerdo clarito cuando el loco dice: “¿Esto será una avanzada del rock uruguayo a tierras argentas?”. Ja, diez años antes de La Vela Puerca y No Te Va Gustar.

Con tantos años de oficio de cantante y de frontman, ¿qué les dirías a los que ahora tienen la edad de cuando vos arrancaste y están pensando en subirse a un escenario a cantar?

La “escenarina” es la mejor falopa, yo las conozco casi todas. Estar arriba del escenario y gustarle a alguien. Te soy sincero: yo me subí para coger más. La gran Lemmy: quería más mujeres, y me encontré con que eran todos hombres. Y después dije: “Bueno, se ve que es así”, y me encantó. Hay alguien que te está viendo con respeto y vos tenés que tener el mismo respeto por él. Hacelo lo mejor que puedas. Con mucho sentido común. Y pensá cuál es tu mejor versión. Largá tu alter ego y desnudalo ahí.

Hoy a las 18.00 Chopper 30 años está en Sala del Museo (Rambla 25 de Agosto y Maciel). Entradas generales a $ 590 y platea a $ 790, en Abitab.

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