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Guasón, o la fetidez del abismo

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Mirada de neófito.

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Es casi imposible ir a ver Guasón sin haber leído o escuchado acerca de esta película ganadora del León de Oro en el reciente Festival de Venecia. En esa catarata se destacan los comentarios opuestos del escritor chileno Alberto Fuguet y del documentalista estadounidense Michael Moore. Mientras que el primero la considera un producto mercantil y sobreactuado con ínfulas de cine de autor, Moore la presenta como un canto a la rebelión contra el sistema.

Ambos se equivocan.

Guasón es una narración oscura estupendamente actuada por Joaquin Phoenix, que va mucho más allá de mostrar el nacimiento de un villano. No es cierto tampoco que el director Todd Phillips no busque que el público empatice con su personaje, como señala Fuguet. Y a la vez, por más que haya momentos en que la platea tiraría con él del gatillo, resulta imposible concebir a Guasón como la película antisistema que sueña Moore. Aunque muestre el impacto de inequidades reales –como los recortes de presupuesto en la atención pública de salud mental–, no debe olvidarse que después de la escena final no espera la transformación social. Tras el caos –la saga es transparente en eso–, vendrá el clamor de la represión como el otro extremo del péndulo: no se pedirá por Bernie Sanders, sino por Batman.

Más relevante es la lectura paralela sobre los antecedentes de un personaje que no nació en el universo de las historietas. En ese sentido resulta esclarecedor el artículo de Ignacio Alcuri “Ríe, payaso: una recorrida por el origen del Guasón y por Guasón, la película sobre su origen”. De ahí se puede tomar la punta de un hilo y encontrar El hombre que ríe (Paul Leni, 1928) en la plataforma de videos Youtube.

Indagar más implicará buscar la novela del mismo nombre (Victor Hugo, 1869) en alguna librería de viejo de la calle Tristán Narvaja. Si se tiene la suerte de que el libro incluya las ilustraciones del genial Daniel Vierge que traía la edición original, se comprobará que ahí ya estaba el reconocible rostro pesadillesco de la risa fuera de sitio.

En cuanto a la película de 1928, es una pequeña joya del cine mudo que recuerda las audacias temáticas y formales del cine anterior a los tiempos mojigatos del Código Hays (vigente de 1934 a 1968). Es también ocasión de ver a la estupenda Olga Baklanova antes de su papel consagratorio en Fenómenos (Tod Browning, 1932), enamorada de un proto Guasón que, este sí, encarna una rebeldía antimonárquica. El noble “hombre que ríe” de Victor Hugo sólo podrá mutar en Guasón cuando la alquimia del cómic mezcle su rostro con la personalidad del siniestro bufón de palacio que en la novela es su enemigo. Una mutación que quizá ya está sugerida cuando al final del libro se asoma a su vida y la interroga. La respuesta, como escribe Hugo y podría haber anotado en su diario el personaje de Phoenix, “tenía la fetidez del abismo”. Al decir del clásico francés: “Existía entre los hombres y su rostro una máscara, y entre la sociedad y su mente una muralla”.

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