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La luminosa oscuridad de Pippo Delbono

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Mirada de neófito.

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Dice que su teatro no es difícil, sino complejo. Dice que un hombre sordomudo y deforme que encontró en un manicomio le salvó la vida. Dice que ha venido a dinamitar el teatro burgués. Un ciclo de obras filmadas de Pippo Delbono puede verse en línea durante todo junio. Será una manera de confirmar o refutar su lugar como uno de los nombres centrales de la escena mundial. Un budista mediterráneo perdido en Occidente.

La primera de las piezas, Esa oscuridad feroz, está disponible hasta el jueves 11 (en teatroamil.tv). No tiene, quizá, la espectacularidad de La gioia, que presentó en Santiago a Mil en el lejanísimo enero de 2020. Tal vez sea el abismo que separa una obra de este tipo –coreográfica e intimista a la vez– cuando se la ve en una sala y cuando se la ve en una pantalla. Pero, más allá del despliegue –de música y vestuario–, este tuteo con la muerte tiene momentos que parecen dichos al oído del espectador.

Pippo Delbono, que se mueve en el escenario como un ágil gigante torpe, llena el espacio con su presencia escénica. Parece algo azorado al ver cómo se desarrolla su creación y, por momentos, es como estar viendo la escenificación carnal de los fantasmas que lo habitan. La oscuridad, entonces, es feroz pero no malvada. Algunos de los cuadros –retablos, podría decirse– plantean una sensación abierta a múltiples interpretaciones y, al mismo tiempo, forjan un eslabón de la cadena de sentido. Es caos, pero no es azar.

Sólo el planteo del comienzo –la sala de espera gélida y lancinante– establece un lazo expreso con el punto de partida de la creación: el libro del autor estadounidense Harold Brodkey que aborda sus días finales como víctima del sida. Luego, ese mismo paciente, frágil y casi desnudo, canta “My Way” con lo que zitarrosianamente podría denominarse “una voz de otro”. Esto abre paso a los mejores momentos de la pieza. En especial cuando Bobó (actor sordomudo que hasta su muerte acompañó el viaje teatral de Delbono, al punto de que La gioia es una elegía en su homenaje) se encuentra con Gianluca, un joven actor con síndrome de Down. Toda la esencia de la obra está en ese breve diálogo de movimientos sin palabras. Como si el alma de la commedia dell’arte regresara con la vitalidad perdida de ese momento del teatro antes del teatro, pero para decirnos otra cosa.

Terminados estos cuatro días que restan para ver Esa oscuridad feroz, la retrospectiva de obras de Delbono continúa con Después de la batalla (del 12 al 18), Orquídeas (del 19 al 24) y Evangelio (del 25 al 30). Si se tiene la posibilidad, es bueno ver antes Noche de circo (1953), película de Ingmar Bergman disponible en Youtube. Se podrá postular, entonces, que la obra de Delbono es como si la trouppe circense de Bergman –que en la película es humillada por una compañía teatral de provincia– hubiera tomado el control de esa sala luego de algún tipo de evento apocalíptico y hubiera montado una obra sobre los abismos de esa feroz oscuridad que llevaban dentro de sí.

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