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Gloria Carrá, Julieta Díaz, Paola Krum y Javier Daulte. Foto: Alejandro López, difusión

Las irresponsables, una comedia sobre la amistad y el desborde

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“Hoy necesitamos ver las lágrimas”, dice Javier Daulte, dramaturgo argentino y director de la obra.

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¿Lo que frena es la norma? No alcanza, se sabe. Puede pasar durante un fin de semana entre amigas, organizado para levantarle el ánimo a la recién separada, que se cruce esa frontera, que se juegue con fuego y se pase a la acción. El experimentado dramaturgo y director argentino Javier Daulte trabaja sobre ese tópico en Las irresponsables, una comedia con Gloria Carrá, Julieta Díaz y Paola Krum que se presenta en pocos días en Teatro Movie.

“La obra fue un encargo que me hacen de Barcelona, una ciudad donde trabajé mucho, durante muchos años, para tres actrices que conozco bien, porque ya habían hecho un espectáculo juntas, dirigidas por Silvia Munt, una directora catalana. La única condición fue que los tres personajes, que están entre los 40 y los 50 años, tuvieran el mismo nivel de protagonismo”, cuenta Daulte, en un alto de sus clases de dramaturgia, y de la preparación de dos proyectos sobre piezas propias para el teatro público y el independiente.

“No estoy acostumbrado a escribir una obra que no vaya a dirigir yo mismo”, admite, siempre dispuesto a hablar de dispositivos escénicos. “Entonces dije ‘en Buenos Aires la voy a hacer con un elenco argentino’. Eso a mí siempre me ayuda mucho: escribir pensando que la voy a montar. Todo esto arrancó en 2019 y se iba a estrenar primero en Buenos Aires y luego en Barcelona. Vino la pandemia y todo se dio vuelta, porque en Europa las restricciones terminaron antes. Y acá coincidió, a fines del año pasado, que Andrea Stivel, junto con el grupo Blueteam, decidieran poner en valor el teatro Astros, que fue una sala icónica, de revistas, por la que pasaron los grandes capocómicos, como Alberto Olmedo. Una sala que en los últimos años estaba algo triste. Esta reapertura se convirtió en un evento importante y, como íbamos nosotros con Las irresponsables a inaugurar esta nueva época, nos consultaron mucho, porque yo tengo bastante experiencia, de haber trabajado en otros teatros”.

¿Tenías en la cabeza a los dos elencos mientras escribías? ¿En qué código trabajabas?

Sí, los dos al mismo tiempo. No es la primera vez que estreno una obra mía antes en España que en Argentina. Cuando es así no la escribo en argentino, la escribo en castizo, porque si no, se produce una abundancia de localismos a veces medio intraducible. Y como conozco de algún modo los localismos españoles, me facilita las cosas. Es medio raro esto, porque la escribo en castizo pero luego la traducen al catalán –yo conozco el catalán pero no como para escribir en catalán– pero parto de una versión en castellano “correcto”, con modismos españoles. Luego, para hacerla nosotros, hago algo que es muy gracioso que es traducirlo al argentino. No es tan fácil como parece.

Pero ustedes tienden a acercar mucho las obras, por no decir que las porteñizan bastante.

Yo he trabajado muchos textos de autores extranjeros, como Baraka, de Maria Goss, Lluvia constante, de Keith Huff, y en general en la adaptación que hago, trato de no aporteñar. Trato de hacer algo que no suene artificial ni lejano para el oído del espectador. Pero, por ejemplo, no adapto los lugares, no reemplazo Chicago por Rosario. Pienso que mis propias obras no son muy porteñas; debe ser una de las razones por la que se hacen mucho en el interior de Argentina. De hecho, Las irresponsables para mí ocurre en una casa equis y es una obra que se va a hacer en Madrid, que se va a hacer en México, en muchos países, y no se lee como localista ni mucho menos. Es medio un rasgo mío y también tuvo que ver con que muchas de mis obras las escribí para que se estrenasen primero fuera de Argentina, como Automáticos, como La felicidad. Las referencias geográficas no fueron muy determinantes. Salvo Marta Stutz y Nunca estuviste tan adorable. Pero por lo general, después, pueden transcurrir en cualquier ciudad. ¿Estás ahí? la escribí para que se estrenara en Londres, y yo tampoco soy un inglés. Son historias urbanas, ponele.

En ese ir y venir de Barcelona, ¿notás que el humor funciona con los mismos resortes que acá? Esta parece ser una comedia de nicho, todo un subgénero: mujeres de mediana edad.

Uno siempre nota cómo con una misma obra, hecha en un lugar y en otro, el humor resulta más eficaz para un público por determinadas cosas. Pero no lo veo tan distinto. Creo que hay ciertas manejos de la ironía que tenemos a veces los rioplatenses que por ahí, en España, especialmente, no lo tienen. Es un tipo de humor que, sabemos bien, manejan los ingleses y los judíos, y en España no hay ni ingleses ni judíos. Obvio, cuando te echan de un lugar, no vas a volver.

Lo que decís de Las irresponsables, creo que es una comedia femenina, no feminista, digamos. Igualmente alguien una vez me dijo que podrían ser tres hombres, tres gays, es decir, no es exclusivo del nicho femenino. Me parece que la obra tiene que ver con la amistad y con aquello que le da título, ese impulso que todos en algún momento sentimos de decir “se va todo a la mierda” y me dejo llevar por eso que puede ser tremendamente peligroso.

El tema catártico que tiene el teatro de convertir las fantasías que cualquiera de nosotros puede tener. De eso va la obra, y en un momento un personaje le dice al otro: “Lo que vos pensaste, yo lo hice”. Pero pensar y hacer son dos cosas completamente distintas. Justamente, es una de las grandes funciones que tiene el teatro. Delante de nuestros ojos, a pocos metros, ver que se está haciendo aquello que nosotros no podemos hacer y que mejor no hagamos.

En un ensayo decías que el factor azaroso por excelencia es el espectador. ¿Es cada vez menos inocente el público?

No sé si es menos inocente. Es el elemento azaroso y es genial que sea así. Es decir que va cambiando. Si es menos ingenuo también nos obliga a replantear los procedimientos dramatúrgicos, escénicos. Uno lo piensa con películas de terror: lo que daba miedo hace 50 años hoy nos hace morir de risa. Puede ser que perdemos la ingenuidad, que vamos por ahí recibiendo las convenciones y necesitamos que se inventen nuevas. Curiosamente en el drama y en la comedia esto no pasa tanto. A las comedias de Shakespeare, que son re divertidas, hay que actualizarles resonancias del lenguaje, pero por más que se adapten y todo lo que quieras, el texto tiene ese carácter de eterno, de fijo. Hamlet es Hamlet desde hace 400 años y seguirá siendo Hamlet. Lo que cambia es el arte de la actuación. Eso, que es lo presencial, lo efímero, el trabajo de los actores: ahí es donde lo resignifican todo y va cambiando la dramaturgia universal. En ese sentido es un arte que debe agiornarse permanentemente, porque el criterio de verdad es lo que se va actualizando. Antes no necesitábamos que un actor llorase para entender que estaba triste, hoy necesitamos ver las lágrimas.

¿Te parece que en eso influyen los primeros planos que vemos todo el tiempo, las imágenes en redes, los videos, que nos empujan a ese lugar?

No, no, no creo que tenga tanto poder todo eso. Me parecen más un pequeño casino las redes, un juego.

¿Qué nuevas manifestaciones te interesan actualmente?

Viste que tengo Espacio Callejón, en Buenos Aires, y hace unas semanas hubo un festival, que está curado por Sebastián Francia y Ramiro Bailiarini, con creadoras muy jóvenes, que están en contacto con las nuevas voces, y hay gente con búsquedas súper interesantes. A mí me interesa eso, porque pasa el tiempo y cada vez uno se aleja más de esas generaciones, que también están buscando sus referentes por otros lados. A veces hace más difícil establecer un diálogo y por eso me encanta tenerlos en el Callejón para conocerlos. Igual el teatro tiene esa cualidad, esa virtud: unir mucho generacionalmente. Pero acá no estamos hablando de edades, sino de vanguardia. Me interesan esas cabezas. Ahora tengo un proyecto y quise un productor joven, una cabeza que piense distinto a mí, que crea que lo que yo pienso está mal, que entienda lo bello y lo gracioso y lo dramático de otra manera. Estoy muy atento a eso.

Recién nombrabas Nunca estuviste tan adorable (2004), un espectáculo muy removedor, que tiene que ver con tu familia. ¿Qué significó para vos hacerlo?

Nunca estuviste tan adorable fue un biodrama. Lo central de esta idea fue trabajar con la historia de mi abuela, me parecía que era un personaje muy teatral. Investigué bastante esa época, los años 1950, hasta que en un momento, como para hacer el procedimiento, dije “voy a hacerle caso a lo que me acuerdo que me contaron que había pasado diez años antes de que naciera”. Fue una obra que me dio muchas satisfacciones. Fui el primer sorprendido con el éxito y la aceptación que tuvo.

Fueron muchas temporadas. Fue un proceso increíble y fue la única vez que trabajé con personas reales, personajes que estaban vivos. Fue tremendamente movilizante porque, además, eran figuras de mi familia, que las tengo clarísimas, pero que ahora se me funden con las caras de los actores que las hicieron. Pienso que fue la forma que tuve para poder decirle a mi familia que la quiero. Es muy raro agarrar a la familia y decirles ‘los quiero’. Es una obra que trabajé desde el amor. Yo les decía en los ensayos: acá hay tironeos, hay conflictos, hay peleas entre los personajes, pero se aman.

Las irresponsables, escrita y dirigida por Javier Daulte y protagonizada por Gloria Carrá, Julieta Díaz y Paola Krum en el Teatro Movie (Montevideo Shopping) el viernes 18 y el sábado 19 de noviembre a las 21.00. Entradas desde $ 1.380.

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