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El elenco y el equipo de Coda reciben el premio a la Mejor Película, el domingo, durante la entrega de los Oscar en el Dolby Theatre de Hollywood.

Foto: Robyn Beck, AFP

Entre piñas, talento y estrecheces: los Oscar 2022

4 minutos de lectura
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Lo que nos dejó la 94ª entrega de los premios de la Academia de Hollywood.

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Leído por Andrés Alba.
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Fue recibida con pena y protestas la noticia de que ocho de los premios en la 94ª entrega de los Oscar serían otorgados antes de la ceremonia televisada. La medida fue criticada por discriminatoria. Sin dudas lo es, pero no fue para tanto. En la práctica, durante la transmisión se fueron mechando las grabaciones de las entregas de esos ocho premios, y los distraídos pueden ni haberse dado cuenta de la diferencia con los premios en vivo. Aparecieron editados, sin los tiempos muertos dedicados a sorprenderse con el aviso, caminar hasta el escenario o carraspear antes de agradecer, pero sin tampoco resumirse a un clip. Todo el mundo que vio la ceremonia se enteró de esos premiados y vio esas entregas. El tiempo ahorrado no fue usado para acortar la transmisión, que duró tres horas y cuarenta minutos, sino para aflojar la prisa de todo lo demás, y no vino mal.

El momento más comentado y extraño, que cambió totalmente el astral por el resto de la ceremonia, fue cuando Will Smith arremetió sobre el escenario y propinó un cachetazo al humorista Chris Rock. Este había improvisado un chiste muy bobo y de mal gusto sobre la cabeza rapada de la actriz Jada Pinkett Smith, esposa de Smith. Ella está quedando calva debido a una enfermedad autoinmune. Al regresar a su asiento, Smith gritó dos veces a Rock: “¡Dejá el nombre de mi esposa fuera de tu puta boca!”, donde lo traducido aquí como “puta” fue la anatemizada palabrota inglesa fucking. Si el chiste ya pudo resultar incómodo con su dejo de crueldad verbal gratuita, lo de Smirh enchastró el clima con su componente de disputa callejera testosterónica. El golpe no fue muy fuerte y no parece haber lastimado a Rock.

Cuarenta minutos después Smith volvió a subir al escenario para recibir el Oscar como mejor actor por Rey Richard. Su extenso discurso de agradecimiento fue una mezcla de disculpas y justificación, en el que intentó mostrar que el personaje real que encarnó, Richard Williams, padre de las campeonas de tenis Venus y Serena Williams, siempre se esforzó por defender a su familia. Es una explicación un poco trucha, ya que Richard Williams, al menos tal como fue mostrado en la película, se caracteriza por resistir la tentación de la violencia física contra sus agresores. El público presente, de todos modos, prefirió no machacar en el evidente traspié del homenajeado y aplaudió la notable trayectoria del actor (fue su primer Oscar, luego de dos nominaciones).

Luego hubo algunos excelentes momentos de humor de parte del trío de anfitrionas Regina Hall, Wanda Sykes y la impagable Amy Schumer. Se dio espacio para los números musicales. Entre ellos, fue especialmente feo el de “Las dos oruguitas”, nominada a mejor canción por Encanto, y que estuvo acompañada de una coreografía que parecía una performance no muy lucida de Bailando por un sueño. Mucho más fina, como suele ser, fue Billie Eilish en “No Time to Die”, merecida ganadora por Sin tiempo para morir.

En el empeño por dar glamur a la ceremonia, atiborraron el escenario de presencias estelares, tantas que hubo presentadores únicamente para presentar a los siguientes presentadores. Los aniversarios redondos de El padrino (50 años) y Dr. No (60) fueron pretexto para sucintos homenajes, el primero de ellos con las presencias de Francis Ford Coppola, Al Pacino y Robert De Niro. Pero fue medio forzado el homenaje a Pulp Fiction “por sus 28 años” (¿y qué?). Cierta conciencia de ello pudo explicar la dureza incómoda que ostentaban Samuel L Jackson, John Travolta y Uma Thurman.

Los premios

CODA, de Siân Heder, fue consagrada como mejor película, luego de ganar también los premios a mejor actor secundario (Troy Kotsur) y a mejor guion adaptado. Es una película efectivamente muy simpática y agradable, y se ve que pegó positivamente en un momento ensombrecido por la guerra en Ucrania y el hartazgo luego de dos años de pandemia. La victoria parece responder también a un empeño de inclusividad: la película es muy sensible en su descripción de una familia en que la mayoría de los integrantes son sordos, y nos muestra sus problemas cotidianos, sus alegrías, las maneras en que la comunidad sorda construye o intenta construir una normalidad insertada en (aunque también, necesariamente, separada de) la sociedad como un todo. Todos los personajes sordos están interpretados por actores sordos, inclusive Kotsur (segunda persona sorda en recibir un Oscar actoral, luego de Marlee Matlin en 1986).

Se trata, junto a Rey Richard, de la obra de formato más clásico entre las diez nominadas a mejor película. En ello puede verse el premio como una consagración de la “Hollywood” conceptual. Sin embargo, en lo institucional, fue realizada por fuera de Hollywood: es una coproducción francesa, que se dio a conocer en el prestigioso festival de cine independiente Sundance. Hubo antes varias “películas Sundance” que ganaron premios Oscar, pero esta es la primera que triunfó como mejor película. Fue también el primer film lanzado directamente en streaming que ganó como mejor película. Hacía años que Netflix venía invirtiendo fuertemente en promocionar títulos prestigiosos con miras a un triunfo así: Roma (2018), El irlandés (2019), Mank (2020), y esta vez estuvo The Power of the Dog, con nada menos que 12 nominaciones. De todas ellas, The Power of the Dog ganó únicamente el Oscar, nada despreciable, a mejor director (Jane Campion, tan sólo la tercera mujer en ganar ese premio). El triunfo máximo no le tocó a Netflix sino a su joven competidora Apple TV Plus, que compró CODA en el mercado de Sundance.

Casi nadie observó una característica adicional de CODA: se trata de una refilmación en inglés y adaptada al contexto estadounidense, de la película francesa La familia Bélier, de Éric Latigau (2014). Es decir, ni siquiera es un producto original. Fue tan sólo la segunda vez que salió “mejor película” la refilmación de un título extranjero (la anterior fue Los infiltrados, de 2006, basada en un original de Hong Kong).

Duna, de Denis Villeneuve, fue la película que recibió la mayor cantidad de galardones (seis, de los diez a que estaba nominada): montaje, música, fotografía, sonido, diseño de producción y efectos especiales. El par victorioso CODA y Duna refleja cierto sentido común de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas según el cual la “calidad artística” (la película como un todo, la actuación, el guion) la tiene la producción independiente y con fundamento moral, mientras que el “virtuosismo técnico” le corresponde al blockbuster multimillonario.

Mientras tanto, la japonesa Drive my Car, una película extraordinaria, quedó confinada al premio de mejor película internacional. La italiana È stata la mano di Dio, de Paolo Sorrentino, quizá aún más sensacional, no recibió premio alguno, así como la tan sensible noruega Verdens verste menneske (La peor persona del mundo, de Joachim Trier). La ceguera del público estadounidense hacia el cine internacional se manifestó también en la siempre emotiva sección In Memoriam, que recuerda a grandes personalidades cinematográficas fallecidas durante 2021. Entre tantas personas importantes nombradas, fueron destacadas especialmente (con discursos enunciados por celebridades) Sidney Poitier, Ivan Reitman y Betty White. Pasaron como nombres del montón Jean-Paul Belmondo, Lina Wertmüller y Mikis Theodorakis. Quizá algún día el público estadounidense baje de su estrechez imperial/provinciana para abrirse a las muchas maravillas del cine mundial.

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