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Todo bien mientras nos muramos por orden de ascendencia.

Foto: Reinaldo Altamirano

Aguar la fiesta: Todo bien mientras nos muramos por orden de ascendencia

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Tres generaciones se repelen con buenos modales en la sala 2 del Circular.

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Al dramaturgo croata Ivor Martinic le van los títulos largos y los personajes sincericidas. La primera pieza con su firma, y la más contundente, la que nos introdujo en su poética, fue la delicada Mi hijo sólo camina un poco más lento. La historia de las horas previas al cumpleaños número 25 de Branko, que está en silla de ruedas y aparenta asumirlo mejor que su entorno, llegó una tarde de 2015 al Festival Internacional de Artes Escénicas. Aquella versión diurna y doméstica del argentino Guillermo Cacace cometía un pecado venial: que cualquier acercamiento posterior a la obra luciera excedido. Consciente de su juego y en las antípodas de ese código, se manejó más tarde la puesta local de Gerardo Begérez.

La Comedia Nacional, con Diego Arbelo en la dirección, se animó en 2019 con Drama sobre Mirjana y los que la rodean. Y Jimena Pérez fue esa vez la antiheroína, una tipa retratada en todos sus roles, asfixiada por sus vínculos, tratando de entender cómo llegó hasta ahí.

En la sala 2 del Circular puede verse ahora Todo bien mientras nos muramos por orden de ascendencia, que cierra esta trilogía sobre la familia. Afuera hay una tormenta pertinaz, que está causando inundaciones, adentro, buffet de sobra, porque el desastre climático confabuló contra la noche inaugural de un restaurante. Janko (Xabier Lasarte), el medido dueño de casa, y su flamante y servicial pareja, Nikolina (Aline Rava), no dudarán en abrir una botella en las mesas sin estrenar. Al menos confían en que vendrá Paolo, el hijo de Janko, a despedirse antes de emigrar esa misma noche a Estados Unidos. Pero cuando irrumpe Elza, la exesposa –porque el personaje de Cecilia Baranda, de vestido rojo y ademanes amplios, es una tromba–, los anfitriones pasan a ser los convidados de piedra, especialmente la nueva compañera. La noche se acelera otra vez con la visita de Lucija (Sofía Silberberg), la exnovia de Paolo, que no atina a descifrar por qué la dejó, y más todavía con las noticias sobre el padre de Janko, que está internado.

“Me interesa la posición de la impotencia del escritor y la manera en la cual se puede comunicar con el equipo autoral a través del texto, pero eso no significa que en el futuro no empiece a cuestionar escénicamente mis textos”, decía Ivor Martinic a la diaria hace cuatro años, en una de sus muchas visitas a esta región, donde su mirada es asimilada como propia.

“Él adora lo que pasa en el mundo de habla hispana con sus obras, específicamente en Latinoamérica, porque hay mucha similitud. Por otro lado, él está en Buenos Aires ahora, porque todos los viernes tiene función en un espectáculo, en el cual participa. Estuvo por ahí también el año pasado, con Sería una pena que se marchitaran las plantas [sobre la separación de una pareja], donde estaba en escena con el personaje de director”, cuenta Leonel Schmidt (nacido en Río de Janeiro, en 1991, radicado en Montevideo), que dirige el montaje actualmente en cartel en el Circular. Schmidt contactó a su colega croata por redes sociales y dice que es “una persona súper abierta” a autorizar el uso de sus obras: “Entiendo que percibe y ve lo que se logra con sus obras en Latinoamérica, la trascendencia de sus textos, la transformación. Supongo que viene de ahí esa apertura”.

Schmidt es autor de Como decíamos ayer (estrenada en 2019) y venía de dirigir una adaptación de la novela de Mark Haddon El curioso incidente del perro a medianoche, que piensa reponer en marzo. Asegura que Martinic le dio total libertad creativa y que nunca incidió en el montaje, aunque siempre estaba disponible para charlar. “No es tan normal dirigir obras de autores vivos y tener acceso a ellos. Entonces aproveché a preguntarle alguna cosa, nada más que el tema de la palabra asco, porque en el elenco surgió la duda, cuál era el valor que tenía en Croacia, porque acá decir que un hijo tiene asco de su familia es fuerte”.

El director detecta en su tránsito la que quizás sea la clave de esta dramaturgia: “Por ser Croacia un lugar casi que de costado para Europa; sería lo que somos nosotros a nivel de fuerza al lado de Brasil, Argentina y Chile, a pesar de que tenemos un montón de cosas de avanzada, y fuimos el país más de avanzada de la región, diría que en dos momentos de la historia”. Cree que Croacia atravesó un proceso histórico muy parecido. “Ellos con una guerra a fines de siglo y nosotros que venimos de una dictadura que deja internamente una cantidad de marcas en las familias, entre los propios ciudadanos; Croacia también lo vivió. Entonces hay una cantidad de similitudes en eso de la idiosincrasia que terminan uniéndonos”, concluye.

Schimdt opina lisa y llanamente que la obra es tan uruguaya como podría ser un texto nacional. “Hay una cosa que hablamos muchas veces en los ensayos y en el proceso de selección con el teatro: si la hubiese escrito un uruguayo, no nos gustaría o le criticaríamos alguna cosa del texto, porque claro, no nos gustaría que un uruguayo refleje eso de nosotros. Pero como viene de Croacia, y yo la sitúo allí, de hecho, hasta están las etiqueta de los vinos, el público lo acepta mucho más, conecta con eso y se ríe mucho más, piensa la crítica social mucho más. Un texto nacional no tendría el mismo impacto. Menos a los británicos –que los he visto criticarse tranquilamente en obras–, al resto le gusta sentirse reflejado, pero no verse”.

Todo bien mientras nos muramos por orden de ascendencia, de Ivor Martinic, con dirección de Leonel Schmidt. En la sala 2 del teatro Circular (Rondeau y Plaza Cagancha), los sábados a las 21.00 y los domingos a las 19.30. Entradas a $ 500 en Tickantel y boletería.

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