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El equipo de Nacional festeja la Supercopa, tras vencer a Peñarol, ayer, en el estadio Centenario.

Foto: Pablo Vignali

Nacional campeón de la Supercopa Uruguaya 2019

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El título se definió por penales y tras 120 minutos de juego.

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Tras haber empatado 1-1, Nacional ganó el primer título del año en los penales. Partido agónico hasta el final, incluso desde los once pasos. Primero Esteban Conde tuvo para ganarlo, pero mandó arriba el quinto penal. Fue en el sexto, después de que errara Lucas Hernández, que la metió Matías Zunino y los tricolores se quedaron con la copa. Enorme mérito del bolso, que remó el final del partido y todo el alargue con un hombre menos.

Los jugadores de Nacional festejan el gol a Peñarol.

Foto: Sandro Pereyra

1.El ritmo del juego

Lo nuevo en ambos equipos fue cómo se pararon en la cancha. Si bien Diego López arrancó con los jugadores base, la novedad táctica fue la posición en la cancha de Cristian Rodríguez. El Cebolla jugó por delante de la línea de cuatro volantes, como de media punta. Lo de Nacional desde que está Eduardo Domínguez es todo nuevo. Está vez eligió una línea de cinco defensas y prefirió cuatro volantes y un sólo punta: Seba Fernández, aunque según el juego los defensores eran cuatro y los volantes cinco -cuando Matías Zunino se soltaba por derecha o Palito Pereira por la zurda-.

Los primeros minutos fueron del carbonero. Peñarol asedio a Nacional prácticamente desde el saque inicial. Fabián Estoyanoff y Agustín Canobbio hicieron el trabajo largo de desbordar y, centro tras centro, la pelota merodeó el arco tricolor.

Promediando el primer tiempo fue que el bolso consiguió el balón. Hasta ese rato sus posibilidades ofensivas habían sido solitarios contragolpes, todos naufragados en la última zona de Peñarol. Pero con pelota fue otra cosa. El argentino Arzura empezó a mover hilos, los carrileros encontraron espacios con pelotazos cruzados y Seba Fernández vio cómplices para intentar algo. En una jugada con la América y la Colombes Nacional logró un córner a favor. Sacaron con jugada preparada, pero no rindió. Cuando Peñarol la bombeó Nacional la devolvió de la misma forma: volando. El gol vino por la clase del pibe Santiago Rodríguez: el gurí la bajó dentro del área con el muslo, se tomó un tiempo para mirar y la puso pinchadita, por encima de Kevin Dawson, para que el argentino Angeleri la atropellara y pusiera el 1-0.

Los jugadores de Nacional festejan el gol a Peñarol.

Foto: Pablo Vignali

2. Segundas partes

El complemento empezó parejo. Peñarol, con la desventaja a cuestas, salió dispuesto a jugar más y mejor. El orquestador fue Walter Gargano, en varias veces armando el fútbol desde atrás, metido entre sus dos compañeros zagueros. Nacional, con el saldo favorable, prefirió esperar, armar una buena red defensiva y apostar a transiciones rápidas de atrás hacia adelante. Y así fue: el carbonero quiso, Nacional no lo dejo.

Eso fue así en la cancha. Quiero decir con la pelota en juego. Porque lo que así no se logra, a veces se busca con tiros libres: tras un córner vino el agarrón de Angeleri a Fernández y del penal -bien pateado, fuerte y arriba- se dio el gol del empate mirasol.

La media hora final fue igual, aunque con menos intensidad. Domínguez quiso refrescar la salida por izquierda de su equipo, pero Kevin Ramírez casi no pudo jugar y se fue lesionado. Con su rápida salida entró Gonzalo Bergessio y el pibe Rodríguez fue sobre la zurda. Minutos después el chiquilín se fue expulsado tras una falta al borde del área. Segunda vez que le tocó rearmar las cosas al técnico tricolor. Esta vez lo hizo dándole ingreso a Gabriel Neves, sacando a Papelito Fernández y dejando al argentino Bergessio como único punta.

Cristian Rodríguez de Peñarol, y Felipe Carballo, de Nacional.

Foto: Sandro Pereyra

3. Epílogo

Sabiéndose con uno más Peñarol ni lo pensó: se fue arriba con todo. Desde la intención y desde lo táctico, porque López mandó al argentino Lucas Viatri y sacó a Guzmán Pereira, retrasando al Cebolla a la función de doble cinco (lanzador). En el inicio del alargue tuvo una doble chance, pero Esteban Conde estuvo soberbio en ambos casos, volando hacia un lado y hacia el otro para detener ambos tiros a quemarropa.

Perdido lo perdido, Nacional se dedicó a defenderse. Ya no con cinco atrás, pero si con dos líneas de cuatro bien pegadas. No le quedó otra, porque al jugador de menos se le sumó el evidente desgaste físico.

Y así fue. Una cosa neutralizó a la otra. Hasta los penales, donde las certezas se tiñeron de tres colores.

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