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Los futbolistas de Más Unidos Que Nunca, al final de una asamblea en la Mutual. (Archivo: noviembre 2017)

Foto: Andrés Cuenca

Los hijos tenaces de tu enemigo

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Redacción al margen | Trabajo y deporte.

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Se hizo conocida por una medalla de oro en Barcelona 92. Casi 200 metros más atrás del podio con sabor a medallas de olivos y laureles Hassiba Boulmerka adelanta a la rusa Lyudmila Rogacheva con un sprint que da gusto. Mira de reojo, nunca conviene confiarse. Metros adelante será festejo con la bandera de Argelia, el entrenador a su lado y el trotecito con los saludos para el público. Luego el podio con medalla de oro por ganar los 1500 metros. Ni el barón Pierre de Coubertin se lo imaginó, en principio tan reacio a la participación femenina en el deporte.

Antes y después, Boulmerka es sinónimo de reivindicación y de lucha. Conviene leer sobre su historia. En resumen, una mujer africana, musulmana y deportista oriunda de un país islámico y machista que no toleraba la participación femenina en el deporte, mucho menos de pantalón corto. Hasta la amenazaron de muerte por usar short.

Macarena Sánchez es mujer, no nació en África ni practica el islam, más bien su país es católico porque es argentina, y es futbolista. También la amenazaron de muerte. Una situación hacia las mujeres tan frecuente como lamentable. Si bien su caso fue distinto al de Boulmerka y las razones para explicar uno y otro necesitarían más desarrollo y lugar, hay un patrón que se repite: atentar contra la mujer, contra la mujer deportista, no dejarla desempeñar su elección en la vida, ni siquiera darle posibilidades. O peor: cercenárselas. Por suerte, con mucha lucha aunque sin evitar el dolor, los objetivos se logran. Boulmerka fue profesional y continuó con la causa feminista; Sánchez fue una de las tantas futbolistas argentinas que lograron profesionalizar su trabajo. Más allá de puntuales casos individuales, en lo colectivo las deportistas uruguayas no escapan a eso de querer ser y subsistir o quedarse en el intento.

A finales de los 40 Obdulio Varela lideraba a sus pares. Los futbolistas, poco más que títeres de la época, comenzaron a reclamar mejores condiciones laborales, por más que lo quisiera encubrir los popes de aquel tiempo. No hace mal recordarlo porque hace poco recién quedó plasmado: los futbolistas no era considerado trabajadores. Sí los peones, los administrativos, los obreros, los mecánicos. ¿Pero los futbolistas? Eso es deporte, decían.

Aquello de Obdulio y compañía no fue casual. En los mismos años, 1948-49, en Argentina también estaban en la misma. Otro grande, Adolfo Pedernera, se le plantó al mismísimo general Juan Domingo Perón porque la cosa no estaba bien en el fútbol. Igual que acá: precarización laboral, no reconocimiento del gremio de futbolistas, clubes abusando de sus defensores y cambiándolos como quien cambia figuritas en el recreo de la escuela, pero con la impunidad de los mafiosos. Al final la lucha pagó con mejores condiciones de trabajo. Nunca es poco.

Hay un problema con la lucha. O con los que no quieren la lucha: no descansan. Como si fueran gusanos que se retroalimentan de sí mismos para agrandarse y saltar con más fuerza. Entre Obdulio, Pedernera y compañía con el brasileño Sócrates, por ejemplo, pasaron más de 30 años. Sin embargo, las causas se parecían. Salvo por los miles de cientos de dólares, tal vez millones. Hablando de platales, entre Sócrates y el intento de Diego Armando Maradona de fundar un gremio mundial de futbolistas transcurrieron 15 años. “El jugador de fútbol es lo más importante y vamos a defender sus reivindicaciones hasta la muerte”, dijo Maradona en 1997 en una de las reuniones de la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales. Duele repetir la plataforma reivindicativa: derecho al trabajo, a la libre elección, a buenas condiciones, equidad, protección contra el desempleo, sin discriminación alguna.

En lo colectivo el movimiento Más Unidos Que Nunca (MUQN) es una de las manifestaciones sociales más importantes de los tiempos en Uruguay. Una movilización desde las entrañas de los futbolistas, sin importar de dónde eran, de la selección o sin clubes. Una movilización de los iguales en la búsqueda de mejores fines comunes. Dirá el historiador y exfutbolista Gerardo Caetano que MUQN “tiene que ver con una recolocación del rol del futbolista en un mundo con mucho dinero y mucha mediocridad. Ha habido un empoderamiento de los futbolistas que advirtió las cosas que pasan en términos de poder económico y en términos de poder simbólico. Pero los pleitos fundamentales nunca se terminan”.

Nunca van a terminar. El deporte no escapa a lo común de la vida. Por eso mujeres y hombres no descansarán ni un tantito así. Algún día los deportistas harán el pogo más grande del mundo. Que no salte el que no quiera bailar, pero que sepa que el piso le temblará. Alguien lo va a contar.

Merecemos un mejor deporte.

Arriba los y las que luchan.

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