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Tatiana Magallanes en un entrenamiento de Rampla Juniors femenino.

Foto: Natalia Rovira

Un nuevo comienzo en Rampla: uno de los primeros equipos del fútbol femenino uruguayo volvió luego de diez años

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Rampla fue uno de los equipos que hizo nacer el campeonato de fútbol femenino de la Asociación Uruguaya de Fútbol en 1996. El primer año que se compitió en esta categoría salió campeón, y volvió a consagrarse en 1998 y 1999; luego metió un sexenio, entre 2001 y 2006, y su último título fue en 2008. Sin embargo, el siguiente año se retiró de la actividad oficial.

Ocurrió que todas las jugadoras decidieron irse a otros cuadros porque la directiva de aquel Rampla no las apoyaba, aun siendo campeonas. Entre otras cosas, las deportistas debían hacerse cargo de todos los gastos. Así fue que hace diez años, cuando los equipos de fútbol de mujeres importaban menos que ahora, Rampla se quedó sin representación femenina.

Con la exigencia de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) como impulso, Isabel Peña, la ex presidenta del club y actual coordinadora de los equipos femeninos, se contactó con Federico González en febrero para pedirle que fuera el técnico en esta nueva era. Se habían cruzado en el Cerro en diciembre del año pasado. Isabel le dijo que estaba preocupada porque tenían el puesto vacante. “Yo soy profe y tengo el curso de técnico”, le dijo él, como quien hace un comentario del clima.

En enero lo llamó Florencia Franco, que fue dirigente y ahora trabaja en prensa y como ayudante técnico en el equipo, y le pidió que fuera a la sede, que estaba con unas jugadoras que querían conocerlo: “¿No dijiste que querías ser el técnico?”.

“Yo planteé que si lo hacía era para que fuera serio, no sólo por la exigencia de Conmebol. Sé que va a costar porque es todo desde cero”, comenta el entrenador a Garra mientras, de fondo, se escucha a Mauricio González, el otro profesor, decirles a las gurisas que están entrenando: “¡Vamos! ¡No sirve nada a media máquina para jugar al fútbol!”.

Es el primer año que Federico trabaja con un equipo de fútbol femenino. Como jugador hizo todas las juveniles en Rampla. Llegó a jugar en Primera, pero por lesiones no siguió y prefirió estudiar educación física. Paralelamente hizo el curso de técnico, y hasta el año pasado estuvo en la Primera como profesor.

El equipo empezó con una dificultad: el llamado de aspirantes se hizo tarde. Estaba pensado para el 1º de febrero pero se hizo el 20, por lo que se perdieron varias jugadoras que no querían esperar más y se fueron a otros equipos.

La fecha tentativa de comienzo del campeonato era el 9 de marzo. Hubo poco tiempo para fichar jugadoras y ese fue el siguiente inconveniente: se ficharon a las que estaban en el momento, no se pudo hacer una selección.

El comienzo dio como resultado niveles muy desparejos: gurisas muy chicas que juegan muy bien, otras que tienen que aprender todo, jugadoras que vienen de otros clubes y veteranas que juegan excelente pero no rinden tanto físicamente.

El cuadro que se armó para los últimos partidos es el claro ejemplo de esta pluralidad de edades: la golera tiene más de 30 años, en la defensa rondan entre 19 y 24 años, en el medio a las chicas de 17 se les suma una de 34, mientras que en el banco hay una de 40, otra de 50 y chicas que no llegan a los 20.

Acordate de dónde saliste

Las más grandes jugaron en aquel Rampla de los 90. Volvieron al conjunto donde ganaron campeonatos y jugaron una Libertadores. Teniendo opciones de ir a otros equipos, el sentimiento las hizo volver para revivir lo que es defender esos colores. Algunas fueron madres, estuvieron en otros cuadros, como Luciana, la golera, que pasó por la selección y estuvo en Nacional.

En sus inicios con las rojiverdes Natalia Seoane jugaba como puntera, y ahora lo hace de mediocampista. Se presentó en Rampla con 16 años, por un vecino que conocía a Isabel. Vivía a pocas cuadras y no lo dudó, jugaba desde chica pero nunca lo había hecho como profesional. Allí aprendió las reglas del fútbol 11. Siempre tuvo condiciones y probó muchos deportes, pero la convenció el fútbol.

Del Rampla del principio recuerda que era un cuadrazo: “La que no era buena jugadora entrenaba a full para serlo. Y también se daba que, al ser el mejor cuadro del momento, no venía ninguna que no supiera jugar”, explica.

La Copa Libertadores es mi obsesión

Aquel viejo Rampla en 2009 viajó a San Pablo; fue la primera vez que un equipo uruguayo jugó la Copa Libertadores femenina. Natalia recuerda que fue un viaje complicado y faltaron cosas porque no había apoyo. Cree que se avanzó mucho y que la gente está valorando más a los equipos femeninos.

Tatiana Magallanes y Natalia Seoane. Foto: Natalia Rovira.

Foto: Natalia Rovira

“Hemos agarrado el campo para nosotras, nos estamos volviendo más voceras, nos hacemos notar; la gente está más abierta y colabora más con el deporte femenino. En esa Libertadores nadie sabía que Rampla viajaba. La institución siempre intentó darnos todo, pero a veces no hay presupuesto. Fuimos, como buenas charrúas, a intentar dejar lo más alto posible al país”, comenta, y agrega que “a pesar de todo fue una experiencia muy buena. Vimos a brasileñas que hoy son jugadoras muy importantes, como Marta o Cristiane. Ver cómo se mueven y lo profesionales que son dan ganas de seguir”.

Natalia se fue de Rampla con mucho dolor por su amor a la institución. Agarró para el fútbol sala y jugó en Fénix, Bella Vista y Nacional. Hace dos años se rompió la rodilla y estuvo un año programando la operación. “No es fácil cuando tenés un trabajo que mantener”, define.

Hace pocos meses se reencontró con las canchas, “súper feliz de poder correr y hacer lo que amo, y ahora más feliz de que sea en Rampla”.

“Siempre les digo que sigan trabajando, que entrenen, que si les gusta esto lo hagan con pasión, porque en algún momento los frutos se van a dar, y si puede ser en Rampla, mejor. En la vida hay que esforzarse por todo, y en el deporte también. A veces no nos deja nada en lo económico, pero sí en la satisfacción de poder estar en un club, de competir, de jugar. Estoy muy convencida, y la vida me lo ha demostrado, de que el deporte salva, te saca de la calle, hace un montón de cosas, y yo siempre les digo a las gurisas que vengan, que estén, porque es preferible estar acá que en otro lado”, dice Natalia.

Jóvenes goles

Tatiana Magallanes tiene 16 años y juega hace cuatro, de nueve o de doble cinco. Su hermano la incentivó a que hiciera fútbol, la invitó y le gustó. Dice que aprendió gracias a él. Hoy en día el fútbol para ella es todo, y se quiere dedicar a este deporte. Empezó en Huracán a los 12 y estuvo ahí por dos años, después jugó en un cuadro de barrio dos años más, hasta que llegó a Rampla.

Le gusta estar donde está. “El equipo es muy lindo, somos muy compañeras”, asegura. Para irse tiene que ser a la selección o a Liverpool, equipo del que es hincha. Comenta que su referente es Lionel Messi. Lleva ocho goles en lo que va del campeonato. Y la tiene clara: cree que es injusto que a los varones se les pague y se les dé todo servido en bandeja, mientras que las mujeres tienen que luchar para poder jugar.

El equipo técnico

Federico y Mauricio son hermanos y los dos son profesores. Además, ambos tienen el título de técnico, por lo que se reparten las tareas. También es parte del equipo Florencia Franco, que da una mano en los partidos y va a las prácticas cuando se necesita; además, es fotógrafa y se encarga de la difusión.

Al servicio del cuadro está el médico de Primera, Santiago Mato, que se puso a disposición para que la jugadoras se acerquen al entrenamiento o a su casa para solucionar las lesiones que sea necesario atender con inmediatez. Para los partidos está el kinesiólogo Pablo Vargas, que está en la parte de coordinación deportiva y tiene cursos de primeros auxilios. Es quien puede entrar a la cancha en caso de lesión.

Federico cree que lo fundamental en la profesionalización del fútbol femenino es que el cuerpo técnico no sea honorario porque, por ejemplo, ante una situación médica complicada hay que tener a donde recurrir. “De los siete partidos que vamos hemos visto que no hay médicos, siempre asiste el técnico o algún ayudante. A veces no tienen botiquín y hay que prestarse”, sostiene.

Ovario, garra y corazón

El equipo se autosustenta. Para los traslados coordinan entre jugadoras y cuerpo técnico y el club apoya con dinero para el combustible. Los profesores, por su parte, aspiran a poder contratar un ómnibus e ir todas juntas a los partidos.

La institución les da la indumentaria, que ahora es exclusiva para el femenino. Anteriormente utilizaban la de juveniles. En este momento están en busca de patrocinadores para poder tener abrigos para el invierno. Rampla también pone a disposición el Complejo de la Marina, que es donde entrena el primer equipo masculino, y canchas de fútbol cinco para entrenamientos. También se hace cargo del costo de los fichajes.

Los primeros partidos del campeonato los perdieron por diferencias grandes de goles. Luego esa brecha se fue achicando. “Lo preocupante, más que nada, era que el perder desmotiva y afecta el entrenamiento posterior”, afirma Federico.

El tercer partido tuvo un ingrediente especial: fue el clásico con Cerro. Lo emotivo jugó a favor. Cerro venía de ganar los dos partidos y era favorito, pero terminaron empatadas. Rampla mejoró mucho en la parte defensiva y fue 1-1. Federico adjudica esto a la concentración. Dice que fue mucho mayor “porque era un partido especial. Luego ganamos los siguientes dos encuentros. Volvimos a perder el siguiente, pero desde otro lugar, con muchísimos menos goles”.

“Ya nos estamos dando cuenta de que con los rivales que están a nuestro nivel en la tabla es parejo. Se puede ganar o perder, pero por detalles. Con los rivales que están con otros objetivos, Defensor, Atenas, Náutico o Juventud, que están arriba, empezamos teniendo muy malos resultados, y ahora nuestro objetivo es estar cerca del nivel, dar pelea, rescatar puntos”, resume el DT.

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