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Mural que homenajea a Diego Maradona, ayer, en el barrio de La Boca, en Buenos Aires.

Foto: Alejandro Pagni, AFP

Es un hombre pegado a una pelota de cuero

2 minutos de lectura
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Crónica desde el barrio de La Boca, Buenos Aires.

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La noticia que nadie hubiese querido escuchar un día llegó. Se (nos) fue Pelusa, Cebollita, el Diego. “Maradona es la única persona que me hizo feliz. Mira lo que te digo, eh. Tengo 70 años, o sea que la vida la viví para afirmar esto”, dice Guillermo, mientras atiende el almacén que está a pocas cuadras de la cancha de Boca. “Muchos de los que vienen a comprarme ahora acá no creo que hayan visto al Diego, yo tuve la suerte de verlo jugar en los juveniles del ’79 y verlo ganar el Mundial del 86”, agrega y se corre el barbijo con el escudo del club xeneize para secarse las lágrimas. La televisión de su negocio está encendida a todo lo que da y las noticias muestran la pantalla partida en cuatro y un zócalo que dice: “Se murió Maradona y el pueblo salió a la calle”.

En la cancha de Argentinos Juniors, en Rosario, en las afueras de la cancha de Gimnasia de La Plata, en la Boca, en el estadio del Napoli –que actualmente se llama San Paolo, pero que pronto va a pasar a llamarse Diego Armando Maradona– y en muchos rincones del mundo, la gente se congregó para homenajear al 10.

“Diego no se murió, Diego no se murió, Diego vive en el pueblo la puta madre que lo parió”, canta la gente de Boca en las inmediaciones de La Bombonera. Muchos se acercan a dejar flores, prenden velas, cuelgan banderas y pegan carteles. Son las cinco de la tarde, la gente sigue llegando. Bebidas, bombos, bocinazos, se conjugan en esta despedida que le hace frente a la tristeza y trafica emociones de goce popular. “Mira, ves –dice Pablo y muestra un tatuaje en su pierna izquierda de Maradona levantando la copa del mundo–, el Diego es pueblo, mira toda esta gente. Nunca más vamos a tener un tipo así”.

Las casas de los alrededores tienen las puertas abiertas, muchos vecinos están en la vereda ataviados con ropa de Boca y cuelgan banderas en las rejas de sus ventanas. “Gracias por todo, Diego”, “D1OS hay uno solo”, son algunas de las frases que rezan en esas telas azules y amarillas. Suena la canción de Rodrigo, esa que dice “sembró alegría en el pueblo, regó de gloria este suelo”, y el cúmulo de gente que está cerca de los parlantes enloquece con el estribillo de “y todo el pueblo cantó: Maradó, Maradó”. La cerveza vuela por los aires y el protocolo de la covid-19 se va al demonio. El abrazo vuelve a ser un protagonista importante en esta comunión y la llama del santo pagano que supo estar del lado de los que menos tienen, no se apaga.

“Sobre Diego conservo el deber de la memoria de todas las alegrías que nos regaló. Siento que siempre me acompaña. Voy caminando por el mundo del fútbol con él. Me tocó vivirlo y disfrutarlo en varios mundiales. Es decir, camino con Diego... siempre”, escribió Alejandro Apo para el libro de Julio Ferrer: D1OS. Miradas sobre el mito Maradona, que publicó recientemente la editorial Octubre. El mundo despide al 10, nadie puede hacer la vista a un lado ante tamaña personalidad. Los diarios del mundo son ejemplo de esto. Muchos tuvieron que cambiar su contenido sobre la marcha para darle espacio a la noticia de su muerte. “Ciao Diego, sei il calcio”, tituló Corriere Della Sera; “Herói de copa, ícone da esquerda e mito argentino, Maradona more aos 60”, dijo el diario brasileño Folha de São Paulo; “One of the greatest footballers of all times dies aged 60”, eligió como título el diario inglés The Guardian.

Quizás, una parte del fútbol haya muerto. Muchos hinchas de Boca que dejaron todo lo que estaban haciendo para ir a la cancha a sociabilizar su dolor, lo sienten así, al menos. “Hoy se murió el futbol, hermano”, dice Hernán, mientras acomoda su moto para poder sumarse a cantar con es resto de la gente. “Mi papá me dijo que Maradona fue su mayor alegría”, dice Ignacio, un chico de catorce años que nunca lo vio jugar, pero que igual llora desconsolado y se abraza a su padre. Sin dudas, la muerte de Maradona encarnizó la tristeza de un país. “Qué me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía”, dijo alguna vez el escritor y humorista gráfico Roberto Fontanarrosa.

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