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Sebastián Coates, jugador de Sporting CP, en el estadio José Alvalade en Lisboa, el 20 de febrero de 2020.

Foto: Patricia de Melo Moreira / AFP

En Portugal volvieron los entrenamientos

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Sebastián Coates y Anthony Sosa practican con sus clubes.

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La olla del fútbol comienza a hacer ebullición. Claro, primero está la salud y casi a la par la economía y todas las especies de solidaridad que pululan, alguna más barata que otra. Con suerte, alguna imperecedera como los alimentos quedará como una lucecita prendida de esta crisis, y quizá siga alimentando bocas hambrientas más allá de la coyuntura. Para el hambre no hay coyuntura. Entonces, cuando ya tomamos los recaudos necesarios, cuando tecleó el bolsillo y cuando sentimos la solidaridad en la piel de uno o en la del otro, liberamos la cabeza para extrañar el fútbol.

Algunas ligas sostuvieron los campeonatos hasta el último aliento limpio. Otras nunca pararon. Y otras empezaron a volver. Sporting de Lisboa, de Portugal, donde juega el celeste Sebastián Coates, fue de los primeros equipos en reducir 40% el salario de los futbolistas, así como el de los miembros de la administración de la sociedad deportiva. Esta semana retomaron los entrenamientos bajo el mando del preparador físico, el jefe de la Unidad de Desempeño y el médico, dividiendo el plantel en grupos reducidos que entrenan con un máximo de dos jugadores por cancha y salvaguardando una distancia mínima entre ellos de unos diez metros.

Nacional de Portugal, donde milita el ex Progreso Anthony Sosa, había sido el primer equipo del país en volver a los entrenamientos. Ubicado en la isla de Madeira, con el equipo recién descendido, el Estadio da Choupana cuenta también con Cristiano Ronaldo, quien volvió a su ciudad natal para pasar la cuarentena y aprovechó las puertas abiertas de un lugar que es como su propia casa.

En Portugal murieron más de 700 personas por covid-19; sin embargo, la legislatura permite la vuelta a los predios verdes siempre y cuando se mantengan las distancias en el tiempo y en el espacio, así como las medidas sanitarias requeridas. La olla deja salir un poco de vapor con olor a fútbol, aunque a veces se parezca a humo.

Las corporaciones, más que extrañarlo, ven cómo se vuelan con el virus los billetes, las urgencias, los pactos, las publicidades y la suerte. La presión de la olla empieza a subir: los hinchas, los propios jugadores -desde mansiones y hasta en los cantes-, los dirigentes, los empresarios, la bolsa de valores futboleros. Y los clubes empiezan a tirar y aflojar con volver. Sin dudas, el único deporte que ejerce esa forma de presión por encima de cualquier anafe.

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