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Los jugdores de Croacia festejan, luego de obtener el tercer puesto al vencer a Marruecos, el 17 de diciembre, en el estadio Khalifa.

Foto: Odd Andersen, AFP

Croacia se llevó el bronce: 2-1 sobre Marruecos

2 minutos de lectura
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El pequeño país europeo volvió a estar entre los mejores, como en Rusia 2018.

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Tras una victoria por 2-1 con todos los goles convertidos en la primera parte, Croacia derrotó a Marruecos en el partido por el tercer puesto y volvió a subirse al podio mundialista, tal como lo había hecho en 2018 cuando terminó como vicecampeón tras caer derrotado en aquella final con Francia.

Fue otro interesantísimo partido, como todos los que entregaron en este campeonato croatas y marroquíes, que se decidió por la contundencia y efectividad de los europeos, y, otra vez, por la ausencia de resolución final de los africanos.

¿Cómo que nadie quiere?

Tal vez sea bueno empezar, con algo más conceptual y que ponga en cuestión lo discursivo, lo arenado y repetido una y otra vez por los difusores de turno que llenan de humo y falacias sus mensajes, sus espacios, y que, con un discurso simple, sin asidero y banal, no dejan de expresar desde su olimpo que este es el partido que nadie tiene ganas de jugar, el que no tiene estímulo, el que sólo se juega porque está en el calendario y hay que jugarlo. Y algunos de nosotros, desde este o aquel lado del mostrador, pensamos que no es así, que por qué dicen eso, que es un partido en un momento crucial de la competencia y que, si bien no elegirá al campeón, decidirá al tercero del Mundial.

Cada vez, cada cuatro años, los protagonistas, la gente de los países involucrados y el mundo del fútbol, ve cómo estos partidos se juegan con todo, se afrontan con todas las ganas, se supera la decepción de no ser finalista y se consagran las ganas de terminar lo más arriba posible.

Al mirar el partido, al sentir la emoción que se replica en la cancha y en las tribunas, al ver la alegría de los ganadores, que se desenrolla entre papelitos, medallas y familia, nadie debería repetir que ese partido no se debe jugar.

Poniendo cabeza

Todo se decidió en la primera parte, que tuvo un comienzo y final con pelotas en las redes. Croacia hizo el primero a través de una jugada ensayada, con Majer mandándola corta de tiro libre al área, donde la peinó Perisic y, entrando en palomita en el punto penal, apareció como goleador para poner el 1-0.

De inmediato lo empataría Marruecos, también de cabeza, y también con dos cabezazos en el área, aunque el primero de los cocazos fue croata y el segundo sí del central Dari, que cabeceó de pique al suelo y cruzado para poner el 1-1. Fue un tiro libre desde el flanco derecho, que encontró un mal despeje albirrojo y al zaguero marroquí pronto para definir.

Después del 1-1, con el mismo tono que en los otros partidos sorprendentes de Marruecos, el equipo africano se empezó a soltar en ataque con jugadas de bellísima y atrevida concepción, pero nunca como ante Francia pudo llegar a desequilibrar en el último toque a las redes, y, entonces, sucedió lo que no era improbable: sobre el final del tiempo inicial, una buena contra rápida y punzante de Croacia fue bien resuelta defensivamente por los marroquíes, pero, a la salida, perdieron ingenuamente la pelota y apareció Orsic, que de emboquillada, en gran disparo, lo terminó embocando al audaz Bono, que por más que la llegó a tocar no pudo hacer nada para evitar que la pelota, después de dar en el caño, entrara.

En la segunda parte, como contra Francia, Marruecos salió a jugar a toque y toque y de extremo a extremo en campo contrario, y lo llegó a tener contra las cuerdas al cuadro del exquisito Luka Modric, pero no pudo anotar. Modric y compañía hicieron un gran partido y también redondearon un gran campeonato. Un par de veces tuvo el tercero Croacia, pero todo quedó apretado hasta el final, con los marroquíes intentando llegar al alargue hasta la última jugada y los croatas demorando lo que fuera para cerrar el partido con triunfo y poder quedarse en el podio.

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