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Amalia Romero, durante un partido entre Nacional y Racing (archivo, mayo de 2016).

Foto: Federico Gutiérrez

Agarrando cancha: experiencias de mujeres que trabajan en cuerpos técnicos de básquetbol y fútbol de primera división

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Tanto en el básquetbol como en el fútbol los cuerpos técnicos suelen estar integrados por un entrenador, uno o dos asistentes, uno, dos e incluso tres preparadores físicos y, en el caso del fútbol, un entrenador de arqueros. De forma independiente pero junto a ellos trabaja el Departamento de Sanidad, compuesto por un médico, un kinesiólogo, un nutricionista y un psicólogo deportivo. Quizás para el lector pase desapercibida, pero la elección de nombrar estos puestos en masculino no es casual. Aunque la cantidad de integrantes de cada equipo y sus formas de trabajo varíen, existe un punto en común que se mantiene: la mayoría de estos cargos son ocupados por hombres. ¿Quiénes son las mujeres que rompen la tendencia? ¿Qué tareas desempeñan? ¿En qué clubes están? Sobre estas y otras preguntas conversó la diaria con algunas de ellas.

Florencia Somma se crio en el club Malvín. Comenzó jugando al básquetbol en su niñez y, luego de terminar la Licenciatura en Educación Física, también se convirtió en ayudante de los entrenadores de básquetbol masculino. Primero estuvo sólo en inferiores y más tarde, en 2017, entró al plantel principal, donde en la actualidad integra el cuerpo técnico como preparadora física. Al igual que muchas de sus colegas, fue la primera mujer de su club en ocupar un cargo de estas características.

Somma nunca se sintió presionada por ser la única mujer, pero sí fue “consciente de que la sociedad hace un tiempo que está atravesando un proceso de cambio”, y desde su lugar buscó acompañar y “ser parte” de esa transformación. Cuenta que cuando se sumó al equipo “sabía que estaba en un ambiente en el que no existía ninguna mujer trabajando” y que eso podía provocar que la miraran o juzgaran, pero con sus compañeros no sucedió. “Tuve el respaldo suficiente y necesario para sentirme cómoda y venir a pensar exclusivamente en hacer mi trabajo, y no en lo que digan o puedan llegar a pensar”, expresó. Además, la preparadora destacó que a algunos de sus compañeros los conoce desde su infancia y, por lo tanto, existía una confianza previa que “quizás allanó el camino”.

“Fue todo un desafío”, admitió Somma. Al principio, hubo una “novelería” alrededor de su presencia, pero en el presente se ha “naturalizado”. Los jugadores la recibieron “de una forma espectacular”, aunque quizá “habría que preguntarles a ellos si tenían algún prejuicio”. Si bien desde afuera del club varias veces le preguntaron si sufrió situaciones violentas, la respuesta siempre fue negativa.

En Urunday Universitario la kinesióloga Mayra Jakimczuk también se sintió cómoda desde su llegada, en 2018. A pesar de que era la primera mujer, nunca la hicieron sentir “ni que era algo nuevo ni que era algo distinto”, dice. Igualmente se topó con varios prejuicios, aunque no dentro del club, sino fuera. “Todo es cuestionado, todo el tiempo”, aseguró, desde si entra al vestuario hasta por qué abrazó a algún jugador. Antes sentía “el deber de estar dando explicaciones y la obligación de demostrar que no, que eso no era así, que los prejuicios estaban mal”, relató la kinesióloga. Lo que intenta hacer ahora es dejar claro “que el ambiente lo hace uno, que el lugar lo generás vos y te lo generan tus compañeros, y es absolutamente natural”.

Para Jakimczuk, que también trabaja en la primera división femenina de Nacional, “los grupos mixtos se nutren mucho mejor” que aquellos en los que hay personas de un solo género. Aun así, la kinesióloga resaltó que no comparte “eso de que tenga que haber tres hombres y tres mujeres porque sí”, pues lo importante es que haya “igualdad de oportunidades para todos” y que quienes ocupen los puestos estén capacitados para ello. La profesional agregó que le gustaría conocer “un poco más” a sus colegas mujeres, porque se las cruza en las canchas y no tiene “ni idea” de sus nombres. “Hace falta que estemos más conectadas”, reflexionó.

“La violencia está generalizada en el deporte” y “aceptada como parte de él”, afirmó María Eugenia Berneche, psicóloga deportiva de Urupan y, recientemente, también de Boston River. Esta característica puede observarse tanto en los padres que gritan “improperios” desde las tribunas a sus hijos como en la “naturalización” de determinados cánticos en las hinchadas. Asimismo, “se padece en los micromachismos de la vida cotidiana, en los sesgos y estereotipos sociales tradicionalmente ligados a la mujer”, como “la sumisión, la pasividad, la maternidad, la sensibilidad y la inferioridad”, desarrolló.

La psicóloga, que trabajó en Goes, Unión Atlética y Liverpool, sostuvo que sufrió “violencia machista” en el ambiente del fútbol. Los entrenadores le decían “que el fútbol femenino estaba entrenando en otras canchas, o que no podía ir con calzas porque llamaba la atención”. También recordó que cuando comenzó a trabajar en el básquetbol a los periodistas les sorprendía que entrara al vestuario, pero en el presente “ni se cuestiona la posibilidad de no entrar”. Según Berneche, hay mucho trabajo de “concientización, visibilidad y apoyo” por delante, tanto con “víctimas” como con “varones que desean cambiar estos patrones de pensamiento y de conducta”.

Florencia Somma (archivo, abril de 2020).

Foto: Sandro Pereyra

Paso a paso

“No puedo afirmar que haya un vínculo directo entre el contexto del fútbol y el machismo”, pero “es una realidad que el ambiente del deporte a nivel profesional ha sido predominantemente masculino y diagramado por y para hombres”, planteó Amalia Romero, jefa de sanidad de Boston River. La doctora, que trabaja en clubes de fútbol desde hace diez años, dijo que “estas disciplinas son una muestra representativa de la realidad, y en la medida en que la mujer ha ido abriéndose camino en el medio, ha generado diversas respuestas”.

Sobre todo en los inicios de su carrera, Romero experimentó en primera persona algunos prejuicios. En determinada ocasión, al postularse en un club que buscaba médico deportólogo, sin conocerla ni valorar su desempeño, le respondieron: “Mujeres no queremos”. Más adelante, luego de culminar un período de prueba en otro lugar, le expresaron que estaban “muy conformes” con su trabajo pero que tenían dudas con respecto a la aceptación que tendría el plantel. “¿No conocés a ningún varón que pueda llegar a cumplir con tu cargo?”, le preguntaron. Ella les respondió que antes de buscar a otra persona les consultaran a los jugadores, quienes dieron el visto bueno e hicieron posible su ingreso. “Hay cada vez más mujeres trabajando, pero noto que el ritmo con el que se da el cambio es un poquito lento”, expresó.

Ahora Romero también se enfrenta al “desafío” de la maternidad. Lleva ocho meses de embarazo y reconoció que durante este período intentó gestionar algunas modificaciones que no pudo concretar. Como ejemplo contó que ya no le es posible entrar corriendo a la cancha cuando un jugador se lastima. Para agilizar esos momentos quiso aumentar el número de integrantes del equipo de sanidad en el banco, pero el reglamento determinado por la Asociación Uruguaya de Fútbol no lo permite porque no existían precedentes. A pesar de que son “pequeñas cosas” y “cuestiones técnicas”, Romero resaltó que “son importantes para la inclusión de la mujer”.

La primera vez que dio una charla nutricional ante el plantel de Nacional, a Cecilia Bertolaza los jugadores le gritaron y silbaron. Sola, parada al frente del salón del hotel en el que se encontraban concentrando, les contestó: “Soy la única mujer, soy nueva, y ustedes son todos hombres chiflando. ¡No sean malos!”. En aquel entonces, no la dejaban tocar a los deportistas y su trabajo se limitaba a indicar la dieta. “Eso no tiene sentido”, explicó, porque ella estudió “para hacer mediciones corporales”. Sin embargo, a pesar de que insistió para poder realizarlas hasta lograrlo, no lo vio “como algo negativo” porque “hubo muchos temas de denuncias de mujeres” y entendió que se trataba de una política que velaba por su cuidado. “Era la primera experiencia de una mujer dentro del plantel” y, al observarlo seis años después, la profesional opinó que eran medidas pensadas “para que no haya caos”.

“Hoy estoy feliz ahí adentro, me siento en mi casa”, dijo Bertolaza, tras reconocer que como a la mayoría de sus colegas, esa comodidad le llevó su tiempo. “Me costó un montón de años poder lograr tomar la decisión de hacer tal tipo de antropometría u otras decisiones técnicas”, aseguró. “Lo planteaba, pero el doctor que estaba en ese momento no quería cambiar los formatos. Si yo me plantaba con toda la base científica, igual no se podía”, agregó. Tras mucha persistencia y cambios en los cuerpos técnicos, la nutricionista generó su propio lugar. A partir de la dirección de Gustavo Munúa comenzó a viajar junto al plantel, a participar en las cenas de concentración y a asistir a los asados. Incluso, luego de una serie de reformas en Los Céspedes, la infraestructura se adaptó a su presencia. “Pusieron un baño aparte” y acondicionaron la entrada para que pueda ingresar sin cruzarse a jugadores semidesnudos. De acuerdo a su relato, la nueva construcción tuvo en cuenta que por allí circularían mujeres, y “eso habla de un respeto” que evidencia “un quiebre” en materia de igualdad.

Victoria Correia también percibe progresos. La nutricionista que forma parte de Peñarol desde 2013 dijo que ha notado cómo quienes integran el ambiente “van modificando su discurso” a medida que la sociedad avanza. A pesar de que mantiene “tremenda relación” con los deportistas y todo su equipo de trabajo, Correia contó que es feminista y su militancia la ha llevado a debatir con ellos y cuestionar ciertos comentarios. “Es un gran desafío porque no deja de ser un espacio de todos hombres, donde están las charlas típicas de hombres, y a veces sé que con algunos temas me enojo”, confesó. Con el paso del tiempo, ha aprendido a “economizar” su energía y a distinguir cuándo y con quiénes “vale la pena” discutir. Aunque no ha sido fácil, porque se considera una persona “de carácter medio fuerte” y no tolera “la injusticia”, hacer “oídos sordos” se convirtió en su herramienta para “no salir amargada”. De todas formas, Correia destacó que con determinados diálogos se ha llevado sorpresas agradables y que, de a poco, nota que “las conversaciones son otras, que avanzamos”.

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