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Juan Román Riquelme (derecha) junto a su hermano Cristian, el 19 de mayo, en el estadio La Bombonera, en Buenos Aires.

Foto: Alejandro Pagni, AFP

Juan Román en su laberinto

7 minutos de lectura
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El ídolo de Boca está siendo cuestionado como presidente del club.

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1. Dos veces lo vi a Román en persona. La primera fue en 1998, afuera de un boliche. Para entrar había que hacer cola bajo la lluvia y con mis amigos debatíamos si valía la pena. A unos metros lo vimos a Román. Ya era el mejor jugador de Boca y estaba parado solo, en una esquina, bajo la lluvia. Me fui acercando, lo orbité, pero no me animé a hablarle. Más o menos lo mismo que hacía si me gustaba una piba en el baile.

2. Tenía un amigo que, cada vez que se separaba, subía a sus redes un tango en el que Edmundo Rivero canta vuelvo vencido a la casita de mis viejos. De la misma manera, cíclica, patológica, entrañable, pareciera volver la gestión Riquelme al interinato de Mariano Herrón como director técnico de Boca. En menos de dos años pasaron Hugo Ibarra, Jorge Almirón, Diego Martínez y Fernando Gago; y en medio de cada uno de ellos, ante cada ruptura, siempre estuvo Herrón, provisorio, constante, el interino más estable del mundo.

3. Riquelme es un negro mafioso, no puede ser presidente de nada. / Lo mismo se puede decir de Chiqui Tapia y somos campeones del mundo. Esta síntesis se puede extraer de los comentarios del grupo de Facebook La 12 CABJ después de la derrota de Boca ante Independiente en el campeonato argentino. No me voy a meter ahora con el uso de la palabra “negro” en el habla argentina. Tampoco discutiré el supuesto carácter mafioso. Ya sea que se vistan de traje, o de conjunto deportivo, o con un suéter náutico sobre los hombros, es imposible dirigir un club como Boca sin meter las manos en el barro o mandar a otros a hacerlo. A lo sumo se puede discutir las maneras y los porcentajes, y en este caso (y en otros que veremos) Boca sirve como metonimia de lo que sucede en la política nacional. Las reservas éticas o clasistas florecen cuando los resultados no acompañan; esta regla es tan sólida que ni siquiera Riquelme la puede gambetear en el club donde es el mayor ídolo de la historia.

4. ¿Qué tan malos son los resultados de la gestión Riquelme en Boca? Seis años, seis técnicos, seis títulos locales (los primeros cuatro años era vicepresidente, pero sólo en los papeles). A los técnicos mencionados antes hay que sumarles a Miguel Ángel Russo, el primero y el que más duró, y Sebastián Battaglia, que también había empezado como interino. En otra época, un promedio de un título local por año hubiera sido un éxito, pero hoy, que se juegan dos torneos por año, más la Copa Argentina, más algunas supercopas rebuscadas, el balance da en rojo. En el plano internacional hay que apuntar una final de Libertadores en 2023 de la mano de Almirón, a la que se llegó por una sucesión de empates y victorias por penales, cosa que nadie hubiera objetado en caso de salir campeón, porque algo paradójico y hermoso de la Libertadores es que cuanto peor juega un equipo, en caso de ganar, más se adjudica el mote de copero. Otra vez los resultados, y en este caso Riquelme es preso de sus propias declaraciones, ya que en 2015, cuando aún no era dirigente, dijo: una Copa Libertadores vale diez títulos locales.

En los dos últimos años los resultados han sido especialmente malos. Tres técnicos, cero títulos locales, cero participaciones en la Copa Libertadores. Y más allá de los títulos, también hay que decir que bajo la gestión de Riquelme, Boca nunca logró conformar un equipo que jugara bien (para ser más objetivos digamos “que dominara a sus rivales”) por un período mayor a dos meses.

5. Como espectador de fútbol me deleita más la inteligencia que la técnica en un jugador. Una de las jugadas que más disfruto es cuando un jugador amaga tocar la pelota y la deja correr para un compañero. En un partido contra Lanús de 2014, Román llevó al extremo esta manera de dar una asistencia sin tocar la pelota. Recibe un pase de espaldas, amaga patear, la pelota le pasa de caño a Carlos Izquierdoz y le queda de frente a un compañero. Para hacer esto hay que calcular en un segundo una serie de variables combinadas: la velocidad y el ángulo del pase, la apertura de piernas del defensor que está a su espalda, la posición de su compañero que está aún más a su espalda; pero más allá de las ecuaciones hay que tener la idea, el arte más puro y conceptual.

Está más que probado que un gran jugador puede no ser buen director técnico o directivo. Esto se aplica incluso a los jugadores que podían ver las jugadas antes que el resto, una característica que parecería ser valiosa tanto para el deporte como para la política. En el caso de Riquelme, voy a arriesgar una teoría en cuanto al porqué. Cuenta la leyenda que Stanley Kubrick, uno de los mejores directores de cine de la historia, una vez se metió de productor principal en una película. En realidad, no estoy seguro si era Kubrick, pero digamos que era un director genial y despótico, tanto que cuando iba al set de rodaje no podía tolerar que alguien más tomara decisiones que según su criterio eran equivocadas. Se sentía, imagino, como si Borges escribiera un cuento y luego tuviera que delegar la puntuación a un escritor terrenal. Se sentía, imagino, como Riquelme cuando ve que Gago quiere defender con línea de tres para jugar contra River. Por eso los interinatos de Herrón deben ser para Román una especie de remanso, una forma de retomar la dirección de su equipo, aunque sea a través de un médium.

6. La segunda vez que vi a Román fue en un pub irlandés del Microcentro, en 2001, unas cuatro horas después de que Boca le ganara la final a Cruz Azul y se consagrara campeón de América por segunda vez consecutiva. Esta vez sí me animé a hablarle. Le di un abrazo y me firmó la camiseta. A su lado estaba Cristian Traverso y creo que también el Chelo Delgado. Intento recordar ese intercambio y no entiendo cómo no estaban siendo mucho más acosados por la gente del bar. Entre la borrachera y el paso del tiempo, toda la escena se me hace como un sueño. Por suerte todavía tengo la firma de Román (y de Traverso, no podía no pedirle) para darle crédito.

7. El año pasado aprendí a usar Canva por cuestiones laborales y lo primero que hice fue una línea de tiempo para demostrar cómo la reaparición de Román en Boca había destruido el aura de Marcelo Gallardo en River. En resumen, graficaba lo siguiente: de 2015 a 2018 River vive su mayor momento de gloria internacional; en noviembre de 2019 Riquelme anuncia que va a ser candidato a vicepresidente de Boca y apenas una semana más tarde River pierde la final de la Libertadores con Flamengo, en un partido increíble que iba ganando hasta los últimos cinco minutos; de ahí en más fue todo cuesta abajo para River en la Libertadores: semifinal, cuartos, octavos, octavos. En 2024 llegó a semi, pero no quise agregarlo a mi gráfico porque me arruinaba la curva descendente que tanto trabajo me había costado hacer en Canva.

Este gráfico, que estaba decorado con signos y colores esotéricos, me fue muy útil en el mundo bover (¿o es bober?): las joditas bobas entre hinchas de Boca y River. Pero más allá de bover hay algo que es innegable: si River hubiera continuado su buena racha internacional, es muy probable que Riquelme no hubiera ganado la reelección.

8. Cuando mis amigos de River me preguntaban por qué Riquelme no usaba un poco de ese aura a favor de Boca, yo decía que primero estaba enfocado en destruir a Gallardo, pero que ya lo iba a encaminar para que sus propios jugadores lograran dar dos pases seguidos. Por el momento eso no está sucediendo, y Riquelme se encuentra en el momento más crítico de su carrera como dirigente. Al menos como estrategia política, muchos creen que debería mostrar algunas señales de cambio. Abolir el “consejo de fútbol” conformado por sus excompañeros, elegir un técnico bien calificado y darle poder, invertir mejor en refuerzos, evitar que tantos jugadores del club se vayan de mala manera. Estas son algunas que le están pidiendo a Riquelme, incluso los hinchas de Boca que le siguen teniendo cariño.

9. Por otro lado, puedo ponerme peroncho y decir que la imagen de Román entre la gente después de haberle ganado las elecciones a Mauricio Macri en Boca es lo más hermoso que ha dado la política argentina en los últimos años. Por otro lado, la situación actual de Boca es muy mala. Por otro lado, con Macri como presidente ganamos todo en Boca, y si con eso se aleja de la política nacional matamos dos pájaros de un tiro. Por otro lado, Macri no parece estar en su mejor momento a nivel neuroquímico. Por otro lado, como dice mi amigo Leonardo: si la cuestión es entre Macri y Román, ¿de qué lado querés estar? Por otro lado, queremos que Boca vuelva a ganar la Libertadores y para eso primero hay que jugarla. Por otro lado, ¿cuánto falta para que las SAD se impongan oficialmente en Argentina? ¿Cuánto falta para que la cancha de Boca se pase a llamar la “Meta Starbucks Bombonera”? La tendencia mundial indica que es sólo una cuestión de tiempo. Cinco o diez años como máximo. Riquelme pareciera ser uno de los últimos bastiones en esta resistencia, o al menos eso elijo creer. Por otro lado, La Doce está evidentemente arreglada con la dirigencia, y esto provoca choques internos no sólo con la platea (no es la primera vez que sucede; recuerdo hace tiempo una guerra dispar entre la barra y la tribuna de socios del arco del Riachuelo), y esto crea un clima hostil en la cancha. Al mismo tiempo, la barra brava es, por definición, una organización mafiosa y también es el motor esencial de aliento y bombos y banderas y trompetas que tanto nos enorgullece. Por otro lado, dicen que Boca cerró el balance con un superávit histórico, cosa que siempre dicen los dirigentes en ejercicio, por lo que en este caso elijo no creer, o en todo caso me pregunto por qué eso no se traduce en resultados deportivos.

Si esto fuera una épica deportiva peronista, como una Rocky dirigida por Leonardo Favio, en el último año de su gestión, perdido por perdido, Román bajaría del palco en un entretiempo y se pondría el buzo de técnico, con Mariano Herrón como asistente, para llevar adelante a Boca hasta la gloria o hasta la muerte.

10. Pero para eso todavía falta y ahora Boca ha elegido a un nuevo técnico. Si Mariano Herrón era el retorno a la casita de los viejos, Miguel Ángel Russo es como volver con una ex pareja. Pasamos buenos momentos, pero también por algo nos separamos; hace poco menos de cuatro años, decidimos que no éramos el uno para el otro, pero ahora, a la luz de las parejas que siguieron, nos dimos cuenta de que lo que teníamos juntos en realidad no era tan malo.

Miguel Ángel Russo, de 69 años, será el técnico más longevo en dirigir a Boca. Así lo ha decidido Riquelme. Por mi parte, les deseo lo mejor.

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