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Foto: Martín Varela Umpiérrez

Lo significativo de discutir con evidencia sobre la pobreza y la desigualdad

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La primera semana de abril el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó los informes sobre pobreza y desigualdad de 2023. Luego, con días de diferencia, se hicieron públicos los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH). Las reacciones no se hicieron esperar. El dato duro indica que el 7% de los hogares y el 10,1% de las personas están por debajo de la línea de pobreza. Los registros son muy similares a los de 2022, sin diferencias estadísticas significativas.1 En criollo: pasó 2023 y la pobreza no se enteró; sigue estando en el mismo nivel que en 2022.

Parecería que, de a poco, se van yendo los cinco mejores años de nuestras vidas sin grandes avances en esta problemática. Ahora bien, la cuestión es aún más grave, en tanto se puede asegurar con evidencia estadística suficiente que la pobreza aumentó con respecto a 2019 no sólo a nivel global, sino también al considerar las diferencias por edad.

La importancia del año base y la irresponsabilidad de los economistas

Los economistas solemos hacer mucho daño. A veces no nos damos cuenta, pero otras somos conscientes y lo hacemos igual. George de Martino destaca que el problema se agrava cuando ocupamos cargos públicos de responsabilidad, que pueden definir el futuro de la población.2 El actual director nacional de Educación, Gonzalo Baroni (con el cual tuve el gusto de compartir alguna que otra clase en la Facultad de Ciencias Económicas), publicó en la red X que “Uruguay está mucho mejor que en 2019. Hablar de aumento de pobreza con cifras dentro del margen de error es una falta de respeto a la academia y sobre todo a la población en general”. Lo hizo citando una nota publicada en la diaria sobre un informe del Instituto Cuesta Duarte.3

Baroni falta a la verdad deliberadamente. Detengámonos en la primera parte de la frase: “Uruguay está mucho mejor que en 2019”. Entonces, se preguntará usted si esto es así, ¿cómo se mide el “estar mejor”? Dado que el posteo refería al dato de pobreza, uno intuitivamente se pregunta cuánto era la pobreza en 2019, y el cuadro 1 lo resume desde 2006.

Es claro que los valores de 2019 son inferiores a los de 2023, por lo que no se puede afirmar que Uruguay está “mejor” que en 2019 en esta variable. A lo sumo, alguien osado podría argumentar que “no estamos peor”, esperando que las diferencias no sean significativas estadísticamente. Pero esto se cae al detenerse en los intervalos de confianza de ambas estimaciones. Los hogares por debajo de la línea de pobreza en 2019, como máximo, ascendían a 6,2%. En 2023, como mínimo, eran de 6,6%.

Pasemos ahora a la segunda parte de la frase: “Hablar de aumento de pobreza con cifras dentro del margen de error es una falta de respeto a la academia y sobre todo a la población en general”. Aquí Baroni se refiere a las diferencias entre 2023 y 2022, que, como se señaló previamente, no son estadísticamente diferentes. No obstante, parecería que ni siquiera se tomó la molestia de leer la nota que citó. Esa nota, en su primer renglón, expresa: “Pese al crecimiento de la economía de los últimos años, la pobreza y la desigualdad se acrecentaron en 2023 en comparación a 2019, concluye un informe del Instituto Cuesta Duarte”. Queda de manifiesto así que el período base al que refiere la nota es 2019. El daño a la academia y a la población parecería ser obvio de dónde proviene.

Las infancias olvidadas

Que la pobreza en Uruguay tiene cara de niño/a no es nuevo, pero el manejo de las cifras por parte del gobierno ha sido cuando menos vergonzoso.

Vale recordar que la ministra de Economía hizo una presentación con globitos cuando el dato de pobreza del primer semestre de 2021 había bajado más de cuatro puntos en los niños menores de seis años con respecto al semestre anterior. Los globitos desaparecieron cuando en los seis meses siguientes la pobreza en dicho grupo subió más de cinco puntos. El exministro de Desarrollo Social Martín Lema, al publicarse los microdatos del primer semestre de 2023, que situaban la pobreza para los niños de cero a 12 años en 20%, declaró desconocer de “dónde salían esos datos” porque el INE no había publicado en su informe la información desagregada por edad.4

Ahora, una vez conocido el informe anual, el exministro expresa que el indicador “no contempla determinadas prestaciones”. Vale la pena mencionar que el indicador que se compara es el mismo desde 2006 a la fecha. ¿Que puede ser mejorable? Por supuesto. ¿Que no alcanza con medir la pobreza en términos monetarios y hay que medirla multidimensionalmente? Por supuesto. Ahora bien, sería mucho más sensato reconocer la magnitud del problema antes que buscar excusas metodológicas que no vienen al caso.

Para evaluar formalmente si la pobreza monetaria entre niños de cero a 12 años es mayor en 2023 que en 2019, hicimos una prueba t-student con varianza desconocida y nivel de significancia al 5%. Y el resultado que obtuvimos es de rechazo a la hipótesis nula de que ambas medias poblacionales son iguales, tanto en la prueba unilateral como en la bilateral. En criollo: la pobreza en niños de cero a 12 es mayor en 2023 que en 2019, y la evidencia estadística lo respalda.

Ahora bien, los niños son pobres porque viven en hogares pobres. Es importante recordar que la pobreza se mide por hogar, y que el criterio establece que, si el hogar queda por debajo de la línea, todas las personas que viven allí son clasificadas como pobres (siempre hablando en términos monetarios). En el cuadro 3 se presenta la evolución de la pobreza por hogares según la cantidad de niños de cero a 12 años en el hogar.

En los hogares donde residen tres y más niños de cero a 12 años, la pobreza en 2023 fue 41%, cuando en 2019 se ubicaba levemente por debajo de 36%. Nuevamente, al hacer las pruebas, se concluye que las diferencias son estadísticamente significativas.

En síntesis

Se puede defender que hay una variable en la que sí estamos mejor que en 2019. Se trata del PIB, que se ubica 2,7% por encima y cerraría el período de gobierno 6,3% por arriba de aquel nivel, aunque vale la pena recordar que hace seis meses el MEF proyectaba que cerraría casi 9% por encima. La última actualización del BCU echó por el piso las esperanzas de Azucena Arbeleche.

Pero hay otra en la que claramente estamos peor: la pobreza monetaria. Aquí presentamos evidencia que permite concluir que las diferencias son estadísticamente significativas. En economía hay formas y formas de crecer. La política económica puede hacer que los frutos del crecimiento lleguen a quienes más lo necesitan. Y también puede hacer que esos frutos sean atesorados por unos pocos. En política hay quienes gobiernan para los malla oro: el presidente lo explicitó y los números lo evidencian.

Agradezco especialmente a Lucía Rijo en el procesamiento de las pruebas de hipótesis y sus resultados.

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