Esta semana se dio un intercambio entre referentes en educación de todos los partidos políticos, que además contó con comentarios de actores de distintos espacios de la educación y la sociedad civil. A pesar de la ausencia del PIT-CNT, que declinó la invitación a participar en el evento organizado por la Unesco y la Organización de Estados Iberoamericanos, desde la organización quedaron conformes con el tipo de diálogo generado entre actores diversos, que pudieron salir de las clásicas rispideces de la campaña electoral.
Luego del evento, Zelmira May, especialista de Educación de la Unesco, dialogó con la diaria sobre algunos de los temas abordados de cara a un año electoral en el que la educación ocupará un lugar entre los temas más relevantes.
¿Qué tan importante es generar acuerdos o al menos espacios de participación para pensar la educación en los próximos años?
Pablo Cayota [quien planteó la necesidad de generar “un pacto” en el evento] lo explica como el mínimo acuerdo al que tenemos que llegar sobre cuestiones muy de base, en las que no podemos ceder. Después, cada uno va a decidir hacia dónde construye. Ese mínimo común, que a veces no se entiende bien por dónde va, es la esencia de lo que se discutió: tenemos problemas que todos reconocieron. Problemas que son cuasitragedias en la educación y no son sólo educativos. La mayoría de los problemas hoy no son educativos, son socioeducativos.
Hay que traer de vuelta al sistema a los más vulnerables. Eso implica darles una cantidad de condiciones que hoy no tienen. Es muy difícil que un niño con hambre o con una situación muy compleja de violencia en su casa aprenda; o hay veces que no tienen ni siquiera familia. La escuela puede hacer, pero se necesita apoyarse muchísimo en otro tipo de políticas que exceden el ámbito de la escuela. Poder reconocer eso es un montón. Como alguien dijo: ‘No somos los culpables’; desde el sector educativo somos los responsables de hacer, pero no nos sintamos culpables y tratemos de involucrar a otros.
Cuando en estas discusiones se habla de recursos, si nunca traés a los ministerios de Finanzas para que entiendan qué es lo que necesita la educación... Sin duda que la educación tiene que ser mucho más eficiente en cómo invierte, el centro de la educación es el estudiante y a él tienen que ir destinados los recursos. Para eso también necesitamos otros actores dentro del sistema de gobierno.
Después hay un montón de gente que estuvo en el evento que representa a otra cantidad de ámbitos, muchos son expertos individuales, gente del mundo de la educación, algunos han estado involucrados en los gobiernos anteriores y otros no. Había actores de la academia, de universidades públicas, privadas, había muchísima gente de la sociedad civil que financia o que implementa proyectos financiados por terceros directamente en centros educativos. Durante el trabajo en la Unesco de hace muchos años me he esforzado mucho en traer a todos esos actores a la mesa, porque me parece que, por lo menos, tienen que estar en el diálogo. Después, obviamente, la responsabilidad de la política pública es del Estado o del gobierno de turno, pero me parece importante escuchar las voces de gente que está trabajando. Desconocer eso es perderte de conocer qué es lo que está pasando. Vos hacés las políticas acá arriba y las cosas ocurren acá abajo, sobre todo en la educación.
Justamente, también se habló de vincular a lo que se conoce como educación no formal y valorar la riqueza de esos espacios. ¿Qué tienen para aportar a la educación formal?
Cuando hablamos de educación, es evidente que hablamos de la educación obligatoria que ocurre en los espacios formales, pero no podemos dejar de reconocer que, sobre todo en un país que tiene tasas, por ejemplo, de exclusión educativa, como le gusta decir a Renato Opertti, tiene que haber otros ámbitos que no sean los formales. Tenemos un montón de gente que se fue el sistema, por los motivos que sean, que dejó sus estudios incompletos, gente que se prende y se desprende, de alguna manera, los traés de vuelta, pero terminan culminando sus trayectorias educativas muchísimos años después de lo que prevé el sistema obligatorio. Yo creo en los espacios educativos, sean formales o no formales, como lugares de consolidación de la comunidad educativa y hay mucho por hacer desde la comunidad educativa para que después derrame hacia la comunidad.
Lo decía el representante de las cámaras empresariales, toda esa gente que en su momento no culminó sus trayectorias educativas se insertó en el mercado laboral y hoy está totalmente fuera de del mercado, porque no tiene esas competencias básicas que se requieren, como puede ser entrar tu currículum en Linkedin. Algo que puede parecer muy básico para algunos es muy poco común para mucha gente, para mucha más de la que probablemente pensamos.
¿Cómo ves actualmente el debate educativo en Uruguay y qué incidencia pueden tener organizaciones como la Unesco para contribuir con la discusión?
Lo veo pobre al debate educativo, en general es pobre. Si le pregunto a alguien qué es lo último que escuchó sobre educación, probablemente fueron hechos poco afortunados que ocurren en los ámbitos educativos. Es muy raro que escuches algo maravilloso que hizo un docente y que mereció que alguien lo mirara o que le dieran un premio.
Poder dar ámbitos para presentar propuestas, para presentar otras cosas que se escapen a los emergentes, que son como ecos de la sociedad. Estos espacios sirven para poner el foco al revés: cómo hacemos desde la escuela para construir hacia afuera. Buscamos que fuera un espacio totalmente libre, o sea, no somos las agencias o los organismos internacionales imponiendo una agenda. Es muy de la Unesco convocar una reunión de ministros para tratar una agenda. Obviamente, la Unesco no es una empresa, es una agencia en la que los países son quienes acuerdan las agendas, los presupuestos, un montón de cosas, pero nosotros somos los que damos cabida a ministros que se sientan a discutir, por ejemplo, los próximos diez años de educación para el desarrollo sostenible.
Intentamos que este ámbito fuera un espacio lo más neutral posible desde la mirada de las agencias, sin querer imponer temas, con temas que se plantearon, pero que surgen de las propias evaluaciones del país. No es que nosotros estamos trayendo temas, los temas de las tasas de culminación de las trayectorias y la extraedad las saca el Ineed [Instituto Nacional de Evaluación Educativa] y después las pruebas PISA –no se mencionaron las ERCE, que son las que hace la Unesco– son pruebas en las que Uruguay participa voluntariamente. No era el espíritu imponer agenda, sino decir: “Hay grandes problemas, hay otra cantidad de desafíos que los sistemas educativos de hoy se plantean, ¿cómo lo ven ustedes, que van a tener la posibilidad de por lo menos construir programas de cara a un gobierno de quien sea?”.
Reconozco que en estos ámbitos tampoco podemos rascar para que salgan fórmulas perfectas o fórmulas mágicas. Yo me llevo picaditos de cada una de las intervenciones. No nos vamos a llevar el mega plan para después llevarlo a los candidatos y decirles que tenemos la fórmula perfecta: “Primero firmen un pacto y después implementen esto”. Ojalá las soluciones en la educación fueran así de fáciles.
Se suele decir que si se pone a técnicos de los distintos partidos políticos son muchos más los acuerdos que los desacuerdos, ¿coincidís con eso?
No estoy tan segura. Cuando uno dice “un técnico”, se supone que es alguien que está preparado y formado en el tema, y no todos piensan lo mismo. Por ejemplo, con la Transformación Educativa y la formación por competencias. Hay mucha gente que todavía antepone los contenidos y competencias. El trabajo que da llegar a un acuerdo de lo que entendemos por el desarrollo de una competencia es enorme, y esa discusión se dio a lo largo de la implementación de la Transformación Educativa, pero vas a Argentina y te dicen que no vayas a hablar de competencias, que hables mejor de habilidades. Hay muchísimos paradigmas diferentes, incluso dentro de los técnicos. Están todos de acuerdo si vos traés técnicos que piensen igual que vos, me parece.
Obviamente, quizás tienen más formación, más preparación, mejor acceso a fuentes de información, pero yo creo que tiene mucho más que ver con grandes acuerdos de política y de metas y de objetivos, y que a partir de ahí se formen los equipos.
En los últimos años se ha discutido mucho sobre la Transformación Educativa, incluso con posturas bastante polarizadas. ¿Qué riquezas ves en este proceso de transformación y también qué debes quedan por atender?
Creo que queda como a mitad de camino. No hay que dejar de recordar que hubo dos años de pandemia que permitieron avanzar poco o muy poco en la Transformación. Creo que eso jugó muy en contra; no es lo mismo tener cuatro o cinco años que tener dos o tres. El enfoque competencial es algo que la Unesco viene manejando desde hace muchísimos años, como decía, con ciertos conceptos y preceptos que están muy definidos y muy acordados para este organismo. Quizás no son exactos a los que se están aplicando en esta transformación. Si vas a escuchar expertos, hay todavía como una pica permanente, sobre todo en países que ya han avanzado, en cambiar todo el enfoque competencial, dicen que no sirve y hay que ir todo para atrás. Hay cosas que se van implementando y van volviendo para atrás con el tiempo, porque hay mucho de generar evidencias y ver si realmente las cosas funcionan.
En algún momento todos tenemos que medir, evaluar, analizar y ajustar. Eso es fundamental, uno tiene que estar permanentemente generando información. A veces es verdad que los plazos en los que se mide la educación son muy largos, y lograr ver resultados es algo que cuesta, pero hay aspectos que uno puede ir evaluando para poder volver para atrás y ajustar las políticas. No te podría decir que la Transformación es buenísima o es nefasta, tiene que haber una sistematización de lo que se ha hecho hasta ahora, evaluar y, sobre todo, escuchar. Se ha hecho, se puede seguir haciendo y se puede hacer más: escuchar no solamente a los que queremos escuchar y a los que nos dicen que todo lo que estamos haciendo está bien, porque están adentro del equipo, sino escuchar para afuera, y después verás qué tanto de eso tomás. Pero que la política no sea no escuchar lo que alguien dice porque piensa diferente. Cuando hablamos de pactos y de consenso, tiene que ver también con aprender que hay gente que no piensa como yo, pero que puede tener algo de valor para agregar.
Sé que en algunas cuestiones la Transformación ya se está evaluando. De nuevo, es difícil evaluar cambios sustantivos en la educación; a veces se dice que determinado dato está dando así porque lo están viendo de una forma y antes lo medían de otra, puede pasar. De todas formas, si no medimos, si no evaluamos y no intentamos tener alguna trazabilidad de lo que está pasando, se queda lo que yo quiero hacer y lo que vos decís que no puedo hacer; yo te voy a decir que me está dando precioso y vos me vas a decir que estás totalmente en contra.
Además, más allá del diseño de los documentos, después está el partido de la implementación.
Alguien dijo una vez que hay distintos grupos de docentes. A los que son súper entusiastas, les decís que vas a hacer un cambio y te dicen que sí, son los primeros que se tiran al agua. En el medio hay otro grupo de docentes a los que tenés que traccionar hacia dónde vos querés ir; y después tenés otro grupo que nunca va a estar de acuerdo con lo que querés hacer. Nos pasa a todos en la vida, hay gente que es más reacia al cambio, gente menos arriesgada, que es más descreída o que no se siente incentivada para hacerlo.
Los que van solos ya se prendieron y ya arrancaron. Después tenés a los del medio, con los que vas a tener que trabajar para convencerlos, y vas a tener a otros que siempre van a estar en desacuerdo.
También están los directivos de los centros educativos, esa mitad de tabla que uno a veces no ve y que son quienes luego traccionan la Transformación en la práctica. Con todos tenés que trabajar y los tenés que preparar, darles herramientas, y tampoco los tenés que atomizar, porque es verdad que los estamos atomizando en algún punto. Estos años nos pasaba que ofrecíamos formaciones y los docentes decían: “No me des ninguna formación más, estoy con la Transformación Educativa hasta acá”. Esa gente que obligatoriamente tenía que agiornarse para la Transformación no tenía chance de hacer absolutamente nada más, porque le tocaba hacer algo distinto a como lo venía haciendo. Y dos años más tarde la mayoría lo sigue haciendo como lo venía haciendo, porque no van a aprender de un día para otro.
Quizás me quedó sabor a poco, por escuchar hablar poco de los docentes y cuál su rol en la educación. Desde la Unesco trabajamos y seguimos trabajando mucho con el Consejo de Formación en Educación [CFE] en la transformación de la formación docente, con la misma base de competencias. Ha sido precioso poder aportar, y es donde uno tiene que poner todos los papeles, porque los docentes que ya están en el sistema, más o menos, son los que están, y vos ya sabés cuáles van a hacer más o menos. El futuro se juega en las generaciones que estamos formando ahora y en las que van a venir, porque tenemos tres, cuatro, cinco años para formar a un docente que salga con esas competencias y que después tenga la posibilidad de seguir formándose. Me quedé con la idea de que no hablamos tanto de cuánto los docentes juegan en la implementación de cualquier transformación.
Más allá del caso uruguayo, en el contexto internacional se está discutiendo sobre la falta de docentes, que cada vez es una profesión menos atractiva para mucha gente. ¿Qué desafíos enfrenta la docencia en este contexto social que cada vez le exige más cosas, incluso a veces llegando al extremo de la agresión física?
En general, lo que uno ve es que la profesión docente a lo largo de los años ha venido desvalorizándose socialmente. ¿Antes a quién se le iba a ocurrir que alguien podía ir a pegarle a un docente en una escuela? Es algo totalmente salido de cualquier marco de comprensión lógica.
Se fue dando como una oportunidad de formación, sobre todo en Uruguay, para la gente que no tenía los medios o que por cuestiones de cuidados no podía venir a estudiar a Montevideo, o gente que no tenía antecedentes familiares de formación terciaria universitaria. ¿Qué podía hacer si yo quería estudiar Derecho, pero vivía en Artigas? Y bueno, tengo cerca un instituto de formación docente y es lo que puedo hacer. De alguna manera se va delineando el perfil de los docentes que tenemos, de quienes ingresan al sistema a veces con carencias enormes, que son las mismas carencias que tiene el sistema educativo. El año pasado el CFE sacó los resultados de una evaluación de los estudiantes que entran, y no salen de un repollo, salen del mismo lugar de donde salen los chiquilines que dejan de estudiar, por ejemplo.
Todos los ojos y toda la energía la tenés que poner ahí. Primero, tenés que lograr tener un nivel de base que sea aceptable para formar a esa generación de profesionales, que después van a formar a todos los ciudadanos que entren al sistema. Vaya si será una responsabilidad tremenda. Y es la formación inicial, la formación continua, es la carrera docente, y darles las condiciones para que puedan desarrollarse. Hay cientos de miles de docentes que hacen maravillas con la nada, ¿cómo les permitís potenciarse? A esos los tenemos que poner como líderes de otro grupo de docentes que quizás no están tan motivados o no saben por dónde agarrar.
Tenemos que habilitar a los docentes que trabajan entre ellos; es muy fácil para mí hacer formaciones para docentes, pero donde más crecen y donde más se enriquecen es trabajando juntos, porque conocen el aula, conocen lo que es trabajar con la familia en determinados contextos, conocen lo que es trabajar con los inspectores, con los directores, saben administrar los escasos recursos que tienen. Claro que lo salarial es importante, pero hay una cantidad de condiciones que no tienen que ver con eso, sino con darles condiciones para que puedan desarrollarse de la mejor forma posible y tener perspectivas de trabajo dignas, por lo menos.
Es sumamente importante levantarles el perfil, que implica muchísimas cosas. Darles buenas condiciones de carrera, reconocimiento social y profesional. El título universitario es sumamente importante por muchísimas cosas, por la posibilidad de formarte académicamente en investigación, de acceder a posgrados y seguir capacitándote. Y también que te reconozcan otros, porque tus propios pares en la sociedad, porque sos un profesional, no te reconocen como un igual. Los que salieron de la universidad no reconocen a un docente de primaria o de secundaria como si fuera un par universitario.