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Ana Laura Gudynas (archivo, junio de 2023).

Foto: Alessandro Maradei

Más de la mitad de las niñas, adolescentes y adultas uruguayas dejó de hacer alguna actividad por no sentirse bien con su aspecto

4 minutos de lectura
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Así lo indica un informe realizado por ID Retail para Dove que profundiza en los impactos de los estándares de belleza en la autoestima y salud mental de las mujeres.

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Leído por Andrés Alba.
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Cada vez se habla más de la presión que recae mayoritariamente sobre las mujeres para cumplir con determinados estándares, mandatos y estereotipos de belleza que, si bien se han ido modificando a lo largo de los siglos, a grandes rasgos apuntan a un modelo de cuerpo delgado, joven y blanco. Hoy sabemos que esa presión social, que impone la idea de que es necesario intervenir nuestros cuerpos para llegar al supuesto “ideal”, incluso tiene un nombre: violencia estética. Si bien es probable que el feminismo haya contribuido a su visibilización, la teoría y el activismo no han podido erradicar del todo esos mandatos que continúan impactando en la vida cotidiana de muchísimas mujeres, niñas y adolescentes.

Así lo refleja la investigación El estado real de la belleza, impulsado por Dove, que relevó información de 20 países y que asegura, entre otras cosas, que hoy en día “los estándares de belleza son más difíciles de cumplir que nunca”. En Uruguay el estudio fue realizado por la compañía ID Retail –que consultó a 928 niñas, niños, mujeres, hombres y adolescentes– y se presentó la semana pasada.

Uno de los hallazgos principales muestra que, cuanto más crecen las mujeres, más baja es su autoestima: mientras la gran mayoría de las niñas, 74%, dijo tener una autoestima alta, ese porcentaje descendió a 40% entre las adolescentes y a 35% en las mujeres adultas.

“Lo que nos preguntamos básicamente, y la investigación contesta, es qué nos pasa a las mujeres a medida que crecemos; qué nos va atravesando que hace que nuestra autoestima se vaya debilitando”, señaló a la diaria Ana Gudynas, gerenta de ID Retail y socióloga especializada en temas de belleza, género y feminismo. “Lo que nos pasa es una sociedad que le da un valor desproporcionado a la belleza y que, a través de lo que se conoce como ‘vehículos culturales’, entendidos como las publicidades, la propia industria de la belleza, las películas, las series y ahora también las redes sociales y la inteligencia artificial, van propagando esta idea de belleza hegemónica, una belleza cerrada a ciertas características, que son las de una mujer delgada, joven, blanca, con ciertas curvas pero no tantas, con piel sin poros”, ahondó la especialista.

De hecho, el propio estudio señala que “aunque los ideales de belleza se han diversificado a lo largo de los años, la lista de objetivos de las mujeres es cada vez mayor e imposible de cumplir, desde tener una cintura pequeña (67%), no ser una persona gorda (61%), tener un aspecto saludable (60%) y, al mismo tiempo, tener curvas (49%)”, según los resultados.

Esta presión termina afectando a las mujeres en su autoestima, su salud mental y distintos ámbitos de su vida cotidiana, como muestra la investigación. Uno de los datos más ilustrativos es que 51% de las mujeres, 66% de las adolescentes y 57% de las niñas dejaron de hacer algo por no sentirse bien con su aspecto. Esto incluye desde acudir a actividades sociales a “levantar la mano en clase”, explicó Gudynas. “Cosas que realmente afectan nuestra vida cotidiana, porque nos inhibimos solamente por el hecho de cómo nos sentimos con cómo lucimos”, aseguró.

A su vez, el informe señala que 63% de las mujeres y 65% de las niñas y adolescentes piensan en la forma de su cuerpo al menos una vez al día. En tanto, en porcentajes menores pero no por eso menos dramáticos, 32% de las mujeres, 31% de las adolescentes y 10% de las niñas dijeron que se harían una cirugía estética si fuera segura y gratuita.

Otro dato que da cuenta de la dimensión del impacto de esta presión por alcanzar ciertos estándares es que 16% de las niñas y adolescentes “estarían dispuestas a renunciar al menos a un año de su vida para alcanzar sus ideales de belleza”.

Para la socióloga, el estudio muestra “lo inalcanzable que proveen estos ideales de belleza y cómo todas sentimos que nunca es suficiente; por más que reconozcamos la presión, también reconocemos que nos genera estrés y eso tiene un efecto devastador en la autoestima”. Gudynas consideró que esto no es sólo “violento”, sino que la belleza, desde este punto de vista, “es también un mecanismo de injusticia social, obviamente anclado al género, porque sabemos por otros estudios que la belleza paga y rinde más en todos los aspectos”.

En este contexto, opinó que hacer un sondeo de este tipo y poner el tema arriba del tapete es importante porque contribuye a mostrar “la diversidad corporal de tamaño, de forma, de color y de capacidad que existe”. Pero, además, porque “cuanto más hablamos de esto y entendemos que lo que nos pasa a nosotras –que lo vivimos de forma muy individual y muchas veces con culpa, con vergüenza y castigándonos por sentir que estamos mal– les pasa a muchas mujeres, como comprueban estas investigaciones, es un puntapié fundamental para entender que el problema es la sociedad y no nosotras”.

Redes, videojuegos e inteligencia artificial

La investigación encargada por Dove también arroja algunos datos sobre la incidencia de las plataformas virtuales en reforzar estos mandatos. Por ejemplo, afirma que una de cada diez mujeres (13%) y dos de cada diez niñas y adolescentes (20%) dijeron sentir presión para alterar su apariencia debido a lo que ven en internet.

Respecto de las redes sociales en particular, 55% de las mujeres y 47% de las niñas y adolescentes creen que “aumentan la presión para que la gente tenga un aspecto determinado”, mientras que casi la mitad de las mujeres (47%) y de las niñas y adolescentes (49%) piensan que “provocan ansiedad a la gente de su edad”.

Al mismo tiempo, una gran mayoría de mujeres adultas (70%) dice tener más confianza en la persona que son en las redes sociales que en la vida real, algo que le pasa a 32% de las niñas y adolescentes.

Por otro lado, casi una de cada tres mujeres (29%) y una de cada seis niñas y adolescentes (16%) aseguraron que poder crear diferentes versiones de sí mismas utilizando inteligencia artificial y avatares en los videojuegos y la realidad virtual “puede tener un impacto negativo en cómo se ven a sí mismas”. En la misma línea, 43% de las niñas y adolescentes coincidieron en que la industria de los videojuegos “necesita cambiar para ser más inclusiva y diversa en cuanto a la apariencia física”, un porcentaje que alcanzó 28% en los niños y adolescentes varones.

Para Gudynas, no se trata de “demonizar las redes sociales”, porque “también aportan diversidad y otro tipo de caras y cuerpos que no llegaban fácilmente a la tele”, pero lo cierto es que, “sin dudas, continúan siendo funcionales al statu quo actual heteropatriarcal machista”, en “un mundo mucho más visual que antes y además mucho más global, mucho más instantáneo, en el que no podemos consumir contenidos que duren más de 90 segundos porque nos aburrimos y entonces necesitamos que ese contenido sea atractivo”.

Frente a esto, la socióloga propone apostar a “visiones más inclusivas y diversas de la belleza” como “formas de resistir y desafiar estos ideales de belleza”.

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