El patriarcado oprime a las mujeres por medio de múltiples formas de discriminación, exclusión y violencia. Algunas modalidades son más explícitas, como la violencia sexual o la violencia física. No obstante, existen otros mecanismos de opresión, también graves y crueles, pero más sutiles e imperceptibles. Entre ellos, aparecen los estereotipos de belleza impuestos a las mujeres y la idea de que es necesaria la modificación de los cuerpos –mediante el consumo de productos cosméticos, dietas restrictivas y procedimientos quirúrgicos– para cumplir con ellos.

Esta presión social, que recae principalmente sobre las mujeres, se denomina violencia estética. El término lo acuñó en 2021 la socióloga venezolana Esther Pineda, autora del libro Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer, para referirse al conjunto de “narrativas, representaciones, prácticas e instituciones que ejercen una presión perjudicial y formas de discriminación sobre las mujeres para obligarlas a responder al canon de belleza”.

En su libro, Pineda explica que los estereotipos de belleza han sido “construidos e impuestos con fines políticos, económicos, sociales y comerciales, en el contexto de una sociedad patriarcal que considera a la mujer un objeto y un sistema capitalista que la considera un negocio; que exige y promueve en las mujeres la modificación estética y corporal”. A la vez, la socióloga apunta que el patriarcado ha creado las condiciones para que la belleza se convierta en “una prioridad” en la vida de las mujeres porque, según las narrativas y los discursos imperantes, cumplir con los estereotipos les “permitirá alcanzar mejores posiciones y beneficios sociales, laborales y un mejor trato en la vida cotidiana”.

Si bien la violencia estética está presente todos los días del año, durante el verano se hace más evidente por el uso de polleras, mangas cortas, mallas y bikinis, que dejan el cuerpo más al descubierto. Una señal de esto es la cantidad de anuncios y de publicidades dirigidas a mujeres que empiezan a multiplicarse en los últimos meses del año para que “lleguen al verano”. En plena temporada estival, la diaria habló con integrantes de los colectivos La Mondonga y Diversa –que promueven el activismo gordo y el activismo por la diversidad corporal, respectivamente– sobre las características de esta modalidad de violencia, sus consecuencias en la vida de las mujeres y la necesidad de promover la aceptación de todos los cuerpos.

Mecanismo de control

Luna Prieto, integrante de La Mondonga, dijo a la diaria que, aunque todas las personas sufren violencia estética, tiene “más fuerza” sobre “las mujeres y los cuerpos feminizados, como consecuencia del machismo”. “Es una violencia que nos dice cómo debemos ser y cómo debemos vernos en cuanto a nuestra imagen”, explicó. Asimismo, planteó que es una de las modalidades de violencia más “universal” porque es “algo que vivimos todas las mujeres” en algún momento de la vida.

Por su parte, Norina Torres, del colectivo Diversa, detalló a la diaria que la violencia estética es menos visible que otras formas de violencia que atraviesan la vida de las mujeres por la “naturalización” de los estereotipos hegemónicos de belleza y porque, muchas veces, los discursos que la promueven “se disfrazan”. Un ejemplo claro de esto son los planteos que mezclan salud y gordura, explicó en ese sentido.

Para las dos activistas, la violencia estética constituye un “mecanismo de control” para mantener a las mujeres recluidas en los espacios privados, ocupadas, distraídas, y alejarlas de los espacios de poder y toma de decisión. “Siempre digo que desde el día que dejé de hacer dietas [restrictivas] y que empecé este camino de reconexión y descubrimiento de mi ser, me di cuenta de la cantidad de energía que estaba depositando en cambiar mi físico y la idea de que iba a poder cumplir determinadas metas cuando pudiera adelgazar. Es un mecanismo de control y adormecimiento, también es donde depositamos nuestro dinero y nuestro tiempo”, expresó Torres.

Por su parte, Prieto consideró que, para el sistema, es funcional que las mujeres estén insatisfechas y odien sus cuerpos para consumir de forma permanente productos cosméticos y farmacéuticos, y que se sometan a procedimientos invasivos con el fin de modificar su estética.

En toda la historia

Los estereotipos de belleza y la presión social sobre las mujeres para cumplirlos existen desde la Antigüedad. No obstante, Pineda identifica en su obra cinco momentos de los cánones de belleza, de acuerdo a la “fuente de producción y divulgación”: los estereotipos creados por el arte clásico a través de la escritura y la cultura; los del cine; los de la industria de la moda; los producidos por la industria de la música; y, finalmente, los producidos en la actualidad por las redes sociales.

La diferencia entre los siglos XX y XXI y los anteriores radica en que las concepciones sobre la belleza se han masificado y universalizado a través de los medios de comunicación, sobre todo en las últimas décadas con las redes sociales, explica la autora. Además, señala que en la sociedad contemporánea los cánones de belleza están acompañados y sostenidos por el crecimiento de la industria de la moda, la cosmética, la médica, la farmacéutica, y la de las cirugías estéticas.

Para Torres y Prieto, las mujeres y las niñas hoy están más expuestas a la violencia estética por redes sociales como Instagram y TikTok, que se basan en compartir imágenes y videos, muchas veces con filtros, y donde los estereotipos de belleza hegemónicos cobran fuerza. Según Pietro, esto no implica que hayan aumentado las exigencias sobre las mujeres en relación a su apariencia física, sino que hay un “mayor acceso y exposición”. En cambio, Torres considera que hay un incremento de la violencia estética, pero no por las redes sociales, sino en respuesta al avance de los movimientos de mujeres, colectivos y grupos feministas en las denuncias contra esta forma de violencia. “Siempre que contestamos a algo es como que la opresión se incrementa”, señaló en ese sentido.

Luna Prieto.

Luna Prieto.

Foto: Mara Quintero

Cuerpos blancos, delgados y jóvenes

Los cánones de belleza, lejos de ser invariables o estáticos, se han modificado periódicamente de acuerdo a los “intereses masculinos en las diferentes etapas del proceso histórico social” y en virtud de intereses económicos, sostiene Pineda. Sin embargo, también hay aspectos que se han mantenido a lo largo de la historia y forman parte de los estereotipos de belleza actuales.

Uno de los criterios en torno a los que se han construido y se construyen los estereotipos es la belleza “sexista y sexuada”, porque es algo que “ha sido creado por los hombres y para los hombres, para su beneficio y disfrute”, explica la socióloga. Además, los patrones de belleza se han edificado sobre un “profundo rechazo a la vejez” y también sobre el racismo.

El último aspecto estructurante que destaca Pineda es la gordofobia y el “culto a la delgadez”. “La gordura se ha constituido como un estigma, indisociablemente vinculada a la fealdad” y “asociada a la pereza, el sedentarismo, el abandono, el descuido, la mala alimentación, a la carencia de disciplina y compromiso”, dice en su libro. Y agrega que, desde esta perspectiva, la gordura “aparece como una de las peores cosas que les puede ocurrir a las mujeres, concebida como una desgracia a la cual debe temerse”.

En la misma línea, Prieto sostuvo que “hoy, nuevamente, el principal canon de belleza es el del cuerpo flaco y blanco”. “Hace unos años, los cuerpos curvy pudieron ocupar ciertos espacios, pero han ido desapareciendo de las pasarelas y de la industria de la moda. Lo que fue un boom en su momento no quedó grabado como para quedarse”, opinó.

Al mismo tiempo, la integrante de La Mondonga consideró que la delgadez es una de las características impuestas con más fuerza porque se sostiene en el discurso de salud del sistema médico y la industria farmacéutica. “Todavía es difícil entender la diversidad de los cuerpos, que los cuerpos pueden ser de diferentes tamaños, independientemente de la alimentación o del ejercicio que puedan hacer”, expresó.

Impacto psicológico y emocional

La imposibilidad de acceder a esos cánones físicos influye directamente en la autoestima de las mujeres. Genera sentimientos de insatisfacción, incomodidad e infelicidad, que pueden desencadenar en depresión, así como en el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria, que a su vez repercuten en la salud física. Asimismo, las mujeres pueden tener consecuencias negativas permanentes producto de cirugías estéticas mal hechas.

“Si desde niña te dicen todo el tiempo que no sos lo que deberías ser y que, por eso, tenés que modificar tu cuerpo, obviamente el impacto sobre la salud mental y emocional es grandísimo”, dijo Torres, y agregó: “La presión de ser quienes no somos, los trastornos de la conducta alimentaria, la gordofobia, la discriminación, todas esas son modalidades de la violencia estética y todo eso mata”.

Por su parte, Prieto sostuvo que las consecuencias psicológicas de la violencia estética son muchas. A causa del gordoodio en particular, dijo que las mujeres sufren “inconformidad total”, “ansiedad social”, “no querer salir a espacios públicos”, “tener miedo de comprar ropa”, “postergar temas de salud porque muchas veces ir al médico implica que sólo te mande adelgazar”.

Promover la diversidad corporal

Ante este panorama, las activistas señalaron que es imprescindible promover la diversidad corporal, por ejemplo, en las imágenes que circulan en medios de comunicación y redes sociales, para que todas las mujeres y niñas puedan identificarse y de esa forma no sentirse discriminadas ni excluidas. El colectivo al que pertenece Torres lanzó en diciembre de 2022 la campaña “Yo ya llegué al verano”, justamente con el objetivo de “abrazar” todos los tipos de cuerpos. “Cuando lanzamos la campaña recibimos un gran apoyo de mujeres que se vieron identificadas y que nos contaron su historia. Eso era lo que buscaban; ver mujeres gozando de sus cuerpos diversos”, dijo Torres.

En la misma línea, Prieto señaló que, desde 2019, La Mondonga plantea sus reclamos y denuncias contra el “gordoodio”, que es una forma específica de violencia estética hacia las personas gordas, y desde ese punto de partida defienden y promueven la visibilidad de todos los cuerpos y, en específico, de los cuerpos gordos.

Si bien en Uruguay son pocas las iniciativas específicas sobre violencia estética, Pietro consideró que dentro de los feminismos siempre se ha abordado el tema, aunque quizás no con ese nombre. Por otra parte, Torres señaló que “últimamente” es un tema más presente en los debates feministas, aunque, de todas formas, apuntó que no es un activismo “fácil” porque implica ir contra todo un sistema sostenido por multimillonarias industrias cosméticas, farmacológicas y quirúrgicas, así como el sistema de salud y toda la sociedad. “Hay muchas cosas difíciles de contrarrestar porque están muy arraigadas”, puntualizó.

En ese sentido, Prieto aseguró que el “cuestionamiento”, la “problematización” y la “lucha” contra los estereotipos hegemónicos de belleza deben hacerse de forma “colectiva”. “Cuando te unís a otras, empezás a cuestionar y a entender que no estás sola, que es una lógica gigante en la que estamos inmersas todas las personas. La forma colectiva, el apañe grupal y poder tejer redes entre nosotras es la mejor forma de apoyarnos, cuidarnos y aunar fuerzas”.