Magdalena Piñeyro es licenciada en Filosofía y tiene un máster en Teoría Feminista. Uruguaya residente en Islas Canarias (España), es una de las pioneras en el activismo gordo de habla hispana. En 2013 cofundó Stop Gordofobia, la primera plataforma sobre gordofobia en español. Desde ese momento se constituyó como una referente del movimiento tanto en Europa como en América Latina. En 2016 publicó Stop gordofobia y las panzas subversas, el primer libro en España en abordar la temática y segundo en el mundo en idioma español. Le siguieron 10 gritos contra la gordofobia (2019) y La guía básica sobre gordofobia. Un paso más hacia una vida libre de violencia, publicada en 2020 con el apoyo del Instituto Canario de Igualdad. Trabaja como conferencista y formadora en género, gordofobia y racismo. Además, en sus ratos libres se dedica a escribir.

Se fue del país hace más de 15 años, pero, a pesar de la distancia, asegura que mantiene un vínculo “muy fuerte” con Uruguay, no sólo con sus afectos sino con los movimientos sociales, sus reclamos y planteos. En su última visita a Montevideo, este mes, protagonizó el conversatorio “Diálogo gordx. Activando contra la gordofobia”, organizado por la psicóloga feminista Victoria Marichal y la artista Norina Torres, que tuvo lugar el domingo 13 de marzo en la plaza Las Pioneras. En entrevista con _la diaria _, Piñeyro compartió algunos de los puntos abordados en esta instancia y ahondó en sus inicios en el activismo gordo, el crecimiento del movimiento en el mundo de habla hispana y la intersección entre gordofobia y género.

¿Qué es la gordofobia o gordoodio?

La gordofobia es la discriminación que sufrimos las personas gordas por el simple hecho de serlo. Es una discriminación sistémica y estructural, muy arraigada en todas las instituciones y espacios sociales. Lo padecemos 24 horas al día los siete días de la semana. Es constante. Sucede desde la institución médica, los centros educativos, en la familia, en la calle, en los productos culturales –en los que los cuerpos gordos son invisibilizados– y en lo sexoafectivo –las personas gordas recibimos mucha violencia y muchas veces se anula nuestra sexualidad, no se nos ve como cuerpos deseables ni deseantes–.

“Hay personas que nos han dicho a las gordas que lo que tenemos que hacer es adelgazar y dejar de querer hacer política, y personas que creen que nuestras quejas no tienen sentido y nuestro cuerpo es un chiste; para mucha gente, nuestra lucha también lo es”.

¿En qué prejuicios se sostiene?

La gordofobia se sostiene en un discurso que relaciona estética, moral y salud. Hay un modelo estético de cuerpo que se considera socialmente válido: el cuerpo delgado, que, a su vez, se asocia con un cuerpo saludable y moralmente correcto. Se entiende que el cuerpo delgado tiene un buen comportamiento respecto de la construcción social de una vida saludable: comer sano, hacer deporte, no fumar, no tomar, entre otros aspectos. Esta sociedad gordofóbica cree que al ver un cuerpo tiene información sobre el estado de salud interno, la moralidad y los comportamientos de una persona. Al ver un cuerpo delgado se cree automáticamente que ese cuerpo es saludable y correcto. En cambio, el cuerpo gordo es insalubre, está enfermo y es incorrecto. La coherencia interna entre estos tres factores (salud, moral y estética) realmente no existe, no podemos saber qué sucede con la salud de una persona al mirarla. Lo que sí sabemos es que cualquier tipo de discriminación afecta directamente a la salud mental de las personas. La gordofobia es todo un sinsentido y un discurso que hace agua por todas partes, no se sostiene por ningún lado.

“Hay personas que nos han dicho a las gordas que lo que tenemos que hacer es adelgazar y dejar de querer hacer política, y personas que creen que nuestras quejas no tienen sentido y nuestro cuerpo es un chiste; para mucha gente, nuestra lucha también lo es”.

¿Cómo se ve afectada la vida de las personas gordas?

La gordofobia afecta todos los aspectos de la vida de las personas gordas. Desde los nervios que sentimos al preparar un desayuno y pensar qué vamos a comer ese día para no engordar más, hacer dietas que vulneran la salud o tener otro tipo de comportamientos que dañan nuestro cuerpo, hasta personas que dejan de estudiar por padecer bullying, no consiguen empleo o terminan encerradas en sus casas porque tienen fobia de salir a la calle y recibir comentarios y miradas. La exclusión social es brutal. Muchas veces no podemos tomar un ómnibus porque no cabemos en los asientos, elegimos dónde ir a comer en función de si hay sillas donde podamos sentarnos. Además, hay una culpabilización brutal de las personas gordas como si fuera nuestra responsabilidad y estuviera en nuestras manos bajar de peso, cuando hay estudios que afirman que alrededor de 95% de la gente no baja de peso mediante dietas. Es realmente un sin vivir y cuando señalamos todo esto se ríen de nosotras. Hay personas que nos han dicho a las gordas que lo que tenemos que hacer es adelgazar y dejar de querer hacer política, y personas que creen que nuestras quejas no tienen sentido y nuestro cuerpo es un chiste; para mucha gente, nuestra lucha también lo es.

¿Cómo comenzaste a involucrarte con el activismo gordo?

En la noche del 15 de mayo de 2011, en el marco de manifestaciones pacíficas en las plazas de España convocadas por distintos colectivos y organizaciones, empezamos a conversar con un amigo sobre la politización de todos los aspectos de la vida que se generó en ese momento, pero nadie hablaba de la gordura, incluso desde los feminismos. Así, nos empezamos a dar cuenta de cómo nuestro cuerpo nos afectaba un montón día a día y que nadie hablaba de eso. Buscamos información y a más personas gordas que conocíamos de espacios feministas, LGBTI y otros entornos, para ver si les pasaba lo mismo y, efectivamente, así era. Dos años después, en 2013, creamos Stop Gordofobia, la primera plataforma sobre esta temática en español para reunir información, denuncias y otras cosas al respecto. Enseguida que salió nuestra página, surgieron otras en España, como Cuerpos Empoderados. En América Latina, Stop Gordofobia también tuvo mucha repercusión, pero no fuimos las primeras en hablar de este tema, ya lo hacían Constanza Álvarez en Chile [autora de La cerda punk] y la abogada Laura Contreras en Argentina –que traduce textos del activismo gordo en Estados Unidos y Gran Bretaña de las décadas de 1960 y 197–, aunque no le habían puesto el nombre de “gordofobia”.

¿Cuál es la diferencia entre gordofobia y gordoodio? ¿Cuál término es el correcto, o ambos lo son?

La diferencia entre los términos está en debate y cuál es el mejor para utilizar también. Desde mi perspectiva, es una diferencia geográfica. En España, las primeras personas que empezamos a emplear el término “gordofobia” fuimos las fundadoras de Stop Gordofobia. No había nada de esta temática en español. Entonces, usamos la traducción literal de la palabra en inglés _fatphobia _. En países de América Latina como Argentina y Uruguay, la palabra “fobia” se asocia a un miedo irracional y que además es bastante psiquiatrizante y patologizante. Por eso, muchas activistas acá optan por la palabra “odio” para referirse a esta forma de discriminación, que no es un miedo irracional sino un problema social, político y cultural. En España, el término gordofobia lo entendemos de esta misma manera, pero usamos la palabra “fobia desde otra de sus acepciones, que es el rechazo, el odio a algo o a alguien. Para mí es una elección de los territorios y de los propios procesos, que pueden ser similares, pero en cada lugar tienen su particularidad. Lo importante, más allá de las diferencias, es lo que nos une, que estamos todas en red, conectadas y aprendiendo unas de otras.

¿Cómo y qué tan presente está el activismo gordo en España? ¿Y cómo lo ves en Uruguay?

Es un movimiento incipiente tanto en España como en Uruguay. Recién estamos arrancando, tiene unos diez años en el mundo de habla hispana, mucho menos que cualquier otro activismo actual. De todas formas, creo que tiene mucha fuerza y muchas ganas. El encuentro en la plaza Las Pioneras fue prueba de ello. Nos juntamos más de 70 personas, en su mayoría gordas, con muchas ganas de compartir, denunciar y activar. Fue hermoso. En Uruguay, además, hay un colectivo gordo, La Mondonga, y eso ya demuestra que hay ganas de hacer cosas. Organizarse es el primer paso.

¿Cómo se vincula el activismo gordo con el movimiento feminista? ¿Son más mujeres las que protagonizan esta lucha?

La gordofobia debe ser abordada por los feminismos por su intersección con el género. La violencia estética que sufren las mujeres es gordofóbica. No obstante, no es una cuestión únicamente feminista, es un sistema de opresión independiente y que afecta a todas las personas gordas. El activismo gordo es una movida que en la actualidad encaran principalmente mujeres justamente por el cruce entre la gordofobia y el género. El mandato patriarcal sostiene que los hombres guarden sus emociones, que no se muestren vulnerables, que siempre sean fuertes y decididos. Por eso, hay pocos hombres gordos que lo hablan entre ellos, que denuncian la discriminación que sufren y visibilizan cómo este tema atraviesa sus vidas. Así es que terminamos las mujeres e identidades no hegemónicas denunciando más esta discriminación.

¿Cómo es esa intersección entre gordofobia y género?

La gordofobia tiene una marca muy fuerte sobre las identidades feminizadas. El sistema patriarcal nos dice que el cuerpo de las mujeres debe ser pequeño, frágil, delicado y delgado, mientras que el cuerpo de los hombres debe ser grande y fuerte. Entonces, un hombre que es grande pero medio gordo pasa “desapercibido”, porque está cumpliendo con el estereotipo de género y lo que se espera de él. Sin embargo, cuando el cuerpo de las mujeres se sale un poco de la norma y las medidas 90-60-90, automáticamente son señaladas como gordas. Eso no quita que cuando un hombre alcanza determinado peso pierde ese “comodín” que tiene y sufre todo el peso de la gordofobia. Otro de los cruces importantes entre gordofobia y género viene del mandato del patriarcado relacionado con la belleza de las mujeres. Los requisitos para ser válidas son: ser delgada, blanca, joven, occidental, entre otros aspectos. Las mujeres que no los cumplimos quedamos excluidas de la validez social y como mujeres. Hay estudios que señalan que a las mujeres gordas les cuesta más encontrar trabajo que a los hombres gordos porque, en parte, las mujeres dependen más del aspecto físico, y la belleza es una exigencia brutal en la mayoría de los trabajos que hacen las mujeres. Ahí también está de lleno la gordofobia.

¿Cómo ponerle un “stop” a la gordofobia?

Estos son algunos de los consejos que propone Magdalena Piñeyro en La guía básica sobre gordofobia.

• Borrar la idea de que sabemos todo de alguien con sólo mirarle. No comentemos los cuerpos.

• Trabajar por la inclusión social y laboral de las personas gordas. Darles espacio, empleo, reconocimiento; difundir sus trabajos, sus obras, sus acciones y sus reclamos.

• Escuchar a las personas gordas. Sobre todo el personal de salud y, en especial, cuando hablan de su cuerpo.

• Amar a las personas gordas. La autoestima no se construye sola ni de forma individual, necesita cimientos sociales, familiares, afectivos y colectivos: la gente gorda necesita que ese mundo que siempre la ha odiado empiece a amarla.

• Señalar las burlas, comentarios y chistes gordofóbicos. La gordofobia no es un juego, es una discriminación y una manifestación de violencia.

• Apostar por el deporte inclusivo. El deporte no es una acción de disciplinamiento corporal para el alcance de un cuerpo modelo, es una actividad recreativa y divertida, que cada persona realiza a su tiempo, gustos y posibilidades.

• Visibilizar la diversidad corporal. Las personas necesitan sentirse identificadas de forma positiva con las imágenes que ven y las historias que escuchan. En esa línea, se debe dejar de usar la palabra “gorda” y “gordo” como insulto.

• Hablar de alimentación en sentido amplio. Dejar de alimentar la cultura de la dieta. Fomentar un vínculo sano con el cuerpo propio, el autocuidado desde el afecto y el amor, fortaleciendo la autoestima y una buena relación con la comida.

• Hablar de salud integral. La salud implica mucho más que el peso, también es integración social, autoestima, atención sanitaria de calidad, derecho al empleo y a una vida digna.

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