Ingresá

Carmela.

Carmela

1 minuto de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Hace dos veranos publicamos “Playeos”, un reportaje ensayístico en el que el arquitecto y docente Federico Ruiz aunaba una técnica alternativa de tratamiento de fotos con sus reflexiones sobre el deambular a la orilla del mar. Ahora, con un impulso experimental similar, investigó sobre su archivo familiar utilizando clorofila como líquido de revelado de negativos.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Mis padres llegaron a Lagomar en 1980 y construyeron La Maragata, una casa rodeada de arena que supieron transformar en tierra fértil. Sus canteros eran el destino de plantines y esquejes que viajaban desde los jardines familiares de su San José natal. En el nuevo hogar, brotaron y fueron cuidados con especial cariño, como si las raíces cavaran túneles para estar más cerca de los afectos.

Una de las principales proveedoras era Carmela, la abuela de mi madre, que en 1926 partió de Castronuovo di Sant’Andrea para llegar, casi accidentalmente, a Uruguay. En San José se enraizó, gestó una familia y cultivó con insistencia la tierra negra de su nuevo mundo.

En 2018, mi madre se propuso reconstruir la historia de Carmela. Ese camino la llevó a hurgar en cajones, zurcir relatos y viajar hasta aquel pueblo en las montañas del sur de Italia. Ahí pudo comprobar que entre las rocas de Castronuovo habitan las mismas plantas que la abuela hacía nacer, una y otra vez, en su jardín. Las raíces también parecían cavar túneles por debajo de los mares.

Este trabajo, que conformó una muestra en el Espacio Cultural San José, reconstruye esta historia a partir del poder fotosensible de plantas que continúan naciendo y conectando San José, Lagomar y Castronuovo. El proceso fotográfico se basa en la reacción de la clorofila y otros componentes fotosensibles existentes en las especies utilizadas. Las obras no contienen tintas ni químicos adicionados.

Esta historia es también la de muchas familias con raíces marcadas por la migración y el cultivo del jardín como huella y legado.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesó este artículo?
Suscribite y recibí en tu email la newsletter de Lento, periodismo narrativo y ficción de la diaria.
Suscribite
¿Te interesó este artículo?
Recibí en tu email la newsletter de Lento, periodismo narrativo y ficción de la diaria.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura