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Foto: Nicolás Garrido

Un libro de fotos muestra el backstage de la campaña de Juan Sartori

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En su nuevo trabajo, Garrido busca el instante y la espontaneidad. Con una mirada muy a lo cazador urbano, presenta paradojas y emociones; está atento y es dinámico.

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“Nadie es dueño de la política”, la frase que Juan Sartori dijo cuando arribó a Uruguay, es el título del libro de fotografías de Nicolás Garrido, un registro sobre la llegada a la política nacional del singular precandidato a la presidencia, su ingreso al Partido Nacional, su vínculo con la gente y su intimidad.

Quién no recuerda la campaña de expectativa que generó la agencia encargada de su imagen previo a su llegada: “¿Vos sabés quién es Juan Sartori? Pronto lo vas a conocer”. Una voz en off respondía a la pregunta de los uruguayos curiosos en un anuncio de cinco segundos. Las primeras claves de imagen de Sartori ya comenzaban a delinearse: incógnita, juventud, éxito. En una apuesta muy interesante, la agencia convocó a un fotógrafo con perfil documental y experiencia en fotoperiodismo para que fuera la sombra del candidato.

El fotógrafo

En su nuevo trabajo, Garrido busca el instante y la espontaneidad. Con una mirada muy a lo cazador urbano, presenta paradojas y emociones; está atento y es dinámico. Con la agilidad del cuerpo, es capaz de retirar obstrucciones visuales o deslizarse entre bloques para buscar un buen ángulo de disparo.

Al recibir el encargo se puso a estudiar referencias como Pete Souza, fotógrafo de la Casa Blanca durante la presidencia de Barack Obama, o la construcción de imagen del sindicalista y ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Durante casi dos años disparó cerca de 100.000 veces y recorrió el país de una punta a la otra por tierra y aire junto a su objetivo de registro. El resultado es un libro de casi 100 fotografías, y el proyecto de una futura edición digital ampliada.

Foto: Nicolás Garrido

El libro

El libro es un objeto apaisado, con una sobrecubierta que luego no repite su foto en el interior, y que marca el tono del relato: no es la historia oficial. Luego, una tapa dura forrada en tela de color celeste viejo que recuerda a las divisas y a Masoller, con el título impreso en tipografía blanca. Al abrirlo encontramos una guarda en cartulina negra que nos da la pauta y el tono estético de la obra, que apunta a la elegancia. Con brevísimos textos en español e inglés, el libro tiene una cuidada edición; el contenido, impreso en offset con gran atención, se despliega en casi 100 páginas que respetan silencios y a veces apuestan a la doble página, con una cadencia de imágenes amena, que compone un relato de campaña.

La técnica

El registro está hecho en fotografía digital, y posproducido a la escala de grises, con una apuesta por un gran contraste y un cuidado especial por la densidad del negro en la impresión. Sin caer en excesivos manierismos en busca de una amplia gama tonal, es un blanco y negro crudo. Siguiendo la tendencia de la prensa impresa, cuenta con grandes contrastes, ciertos lentes claves, un cuadro cerrado al comienzo y un registro más abierto hacia el final, cuando aparecen el gran angular y la apuesta por el contrapicado.

El relato

Como ya se dijo, la primera imagen marca el tono del relato, ya que es una careta que cubre la tapa del libro a modo de sobrecubierta y nos genera una pregunta sobre su significado ambivalente. En general, a la careta se le atribuye un significado negativo –falta de transparencia, ocultamiento–, pero también puede sugerir la posibilidad de conocer algo más de la información pública que nos brinda el candidato desde un lugar privilegiado. O un guiño a las innumerables reacciones a su llegada. En todo caso, en su apuesta por desconcertar, por la ironía y la incorrección, al verla en la tapa no se me ocurre un mejor lugar para esta foto que concentra la subjetividad del autor, genera reflexión y no complace.

En la narrativa encontramos un comienzo muy claro, y el discurrir de una línea de tiempo que irá acompañando nuestros recuerdos junto a una trama de protagonistas y personajes secundarios. Cuando Sartori queda solo en la campaña, la apuesta va por el lado de una road movie, del western y el humor.

Foto: Nicolás Garrido

La primera foto es un díptico que sintetiza el desembarco de Sartori y la expectativa de los medios. Luego vendrá toda la peripecia de su aterrizaje forzoso en el Partido Nacional, con documentos, sonrisas amargas y algún gesto de desdén hacia el sonriente protagonista.

¿Cuánto hay del fotógrafo en el retratado? Luego de innumerables kilómetros de un país seguramente desconocido, Sartori mira a través de la ventana de una avioneta, contemplando el vacío del tiempo. Un retrato que capta al hombre en su esencia, sin poses; un instante brevísimo en el que no saluda ni sonríe.

La mirada del fotógrafo se acerca y se aleja. Hay primerísimos primeros planos que captan la tensión en el rostro, y retratos lejanos forzados por circunstancias, como en la fotografía del hombre que lo mira y se pregunta por su figura mientras se suceden cinematográficas escenas en un cementerio de campaña, con una balada western de Ennio Morricone que logra captar “lo que nos une”.

Sobre el final, Sartori –y su retrato fiel de la construcción semiótica del éxito– saluda a José Mujica, ambas miradas se cruzan y el dedo índice del Pepe dispara un comentario agudo que hace estallar una sonrisa compartida.

Luego hay un silencio, y el dato: “Juan Sartori resultó senador electo de Uruguay con 97.374 votos”. El protagonista descubre solo el Salón de los Pasos Perdidos.

Nadie es dueño de la política. De Nicolás Garrido Monestier. Montevideo, Los Notables, 2020.

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