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Pablo Iturralde (archivo, setiembre de 2020).

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Bienvenides, blanques

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El falso “bienvenides” de un dirigente blanco.

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Leído por Lola Livchich Melone.
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Pablo Iturralde, presidente del Honorable Directorio del Partido Nacional, cerraba un discurso diciendo “bienvenida esa nueva fuerza que le van poniendo a todo”, tras lo cual se sentaba. La alocución sucedía en medio de la inauguración de una Secretaría de la Diversidad del partido, aprovechando la conmemoración del Día del Orgullo. La cuenta de Twitter @SoyLaChetauy, cuyo lema es “Jamás obsecuente y mucho menos foca”, quién sabe si real o paródica, comparte un video del tramo final del discurso del político nacionalista en el que sobreimprime una leyenda que reza “Bienvenides al nuevo partido Nacional” y agrega, en el cuerpo del texto: “Les dice bienvenides al nuevo partido nacional inclusivo y antipatriarcal. Nos entregaron de pata y manos” (sic).

La retahíla de comentarios a la publicación primigenia –el hilo– se autoconvocó a alta velocidad. (Capítulo aparte merece el elevado y socrático enfrentamiento tuitero entre el senador blanco Sebastián da Silva y el diputado cabildante Álvaro Perrone). Diversos usuarios descerrajaron reflexiones como “no los votamos para esto”, “va perdiendo el rumbo tras lo políticamente correcto, que no es otra cosa que rendirse ante la Ideología de Género”, “todos los partidos deben tener un lugar pero justamente si hay Gay Blancos no creo que sea para tener lenguaje pelotudo”, “los blancos tienen que ponerse serios y llamar al orden a @IturraldeVPablo”, “Que actitud DICTATORIAL! Quien le otorgó esa licencia? Se pensará que tiene esa potestad?! Llámese a la Carta Orgánica Presidente!!” (sic, sic, sic), “como blanca me siento totalmente defraudada!!!”, “porqué distorsionan el idioma español???” y la propia SoyLaChetauy agrega otro concepto: “La verdad creo que ya dejo de ser gracioso, Argimón, gloria Rodríguez y raffo están destruyendo el partido. Lo están convirtiendo en un partido feminista”. No faltó quien recordara la escaramuza de Iturralde “luego de pecheriar a Sartori en el homenaje a Wilson” y se decepcionara con la supuesta “corrección política”. Deberíamos poner “sic a todo” para dejar claro que los usuarios muestran un uso muy personal de la ortografía del español que defienden, como por ejemplo el uso de mayúsculas, los signos de puntuación y las reglas de acentuación. Le podemos echar la culpa a la educación, por supuesto.

En algún lugar de los comentarios, una usuaria intenta poner una pausa en la turbamulta e invita a escuchar las palabras a menor velocidad para que se distinga con claridad qué pasó con la “e”. Queda claro cuál fue la emisión original de Iturralde quien, además, le habría confiado a otro usuario de la red social “Nunca he usado el lenguaje inclusivo”, sacándose el lazo.

Pensándolo un poco, “bienvenides nueva fuerza que le van poniendo a todo” habría sido una construcción gramaticalmente muy anómala. Si hubiera dicho “bienvenides, nueva fuerza”, con una pausa (y en la escritura una coma), habríamos tomado “nueva fuerza” como un vocativo, es decir, una expresión con la que el emisor se refiere al receptor (de todos modos, el resto seguiría sin funcionar), y habríamos esperado que fuera “bienvenides, correligionaries” o “nueve fuerce”.

Lo que originalmente dice Iturralde es “bienvenida”, un atributo de “nueva fuerza...”, lo cual queda evidenciado por la concordancia en género, ya que si se refiriera a un “movimiento” diría “bienvenido”. Podemos darnos el lujo de no saber reglas ortográficas, pero ningún hablante logra ser agramatical, ni siquiera los políticos y los tuiteros, ya que cumplimos las implacables reglas de la gramática inconscientemente.

Ya hemos pensado sobre la intención de generar un morfema de género neutro y de su funcionamiento a raíz de un discurso del presidente argentino, nos hemos divertido con el “tueco” de Fernando Cristino, que muestra cómo el malentendido es una brecha inigualable para estudiar la lengua, y la lingüista Concepción Company nos ha hablado del carácter conservador que tenemos como hablantes, detalle este último que se puede rastrear hasta el concepto de la inmutabilidad del signo lingüístico que enunció Ferdinand de Saussure, fundador de la lingüística.

Viene bien, además, considerar al lenguaje como “metáfora de la sociedad”, como explica Michael Halliday siguiendo a William Labov, dando cuenta de que, en las variaciones sociales de la lengua, se simboliza la jerarquía de la sociedad. Es decir que, cuando cualquier hablante emite o recibe un acto de habla no sólo entiende lo que se dice sino cuál es el lugar ocupado en la comunidad, el propio y el ajeno. Este autor analiza el caso de los “antilenguajes”, particularmente las variedades que el hampa genera dentro del sistema general para particularizarse y evitar que se entiendan sus conversaciones. Explica que “un dialecto social es la materialización de una visión que, por consiguiente, resulta potencialmente amenazadora si no coincide con la propia”, y añade que “el motivo consciente de ‘no me gusta cómo pronuncia las vocales’ simboliza el motivo subyacente de ‘no me gustan sus valores’”.

Obviamente, no puede sostenerse a partir de esto que quienes impulsan algunas modificaciones como el “todes” sean delincuentes sino que, como grupo, se ven como una amenaza a los valores de quienes se identifican con otros sectores.

Un interesante campo de estudio sería identificar la autoidentificación social, política, geográfica y de género de quienes están a favor del “lenguaje inclusivo” y de quienes se le oponen de las maneras que tan visceralmente se declaran. Tal vez, de un análisis detenido de cuestiones como esta puedan obtenerse insumos para escucharnos mejor, vernos mejor y, a diferencia de Caperucita y el lobo, dialogar mejor. Eso sí, que haya recursos para la investigación, porque se precisan varias ciencias para entender la indignación.

Recomendación: El lenguaje como semiótica social, de Michael Halliday, cuya primera edición data de 1978.

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