En marzo de 2023, la escritora Siri Hustvedt había informado que su esposo, el novelista Paul Auster, había entrado en tratamiento por un cáncer de pulmón. Este martes se informó de la muerte de Auster por esa causa en su casa de Brooklyn, Nueva York, la ciudad donde se ambientan gran parte de sus ficciones.
Se trata de un artista exitosísimo, que cautivó a jurados, públicos y miles de colegas jóvenes a lo largo y ancho del planeta. En el mundo hispano, fue uno de los puntales de la editorial Anagrama, que editó gran parte de su obra entre fines de la década de 1980 y mediados de la siguiente, y lo colocó en el lugar de los autores que deben leerse si se quiere estar conectado con la cultura contemporánea.
La “fórmula secreta” de Auster es, como han anotado sus críticos, el empleo de un estilo directo, sencillo, que no contraviene los códigos realistas, pero puesto al servicio de tramas que juegan con lo fantástico y esquemas conceptuales que abordan asuntos como la identidad o el azar. Su más famosa antología, La trilogía de Nueva York, que reúne novelas publicadas entre 1985 y 1987, plantea un juego permanente con las historias de detectives, pero deja afuera el misterio a resolver y en su lugar pone a escritores como protagonistas, lo que lo habilita a exponer temas como el agotamiento creativo o a insertar paradojas ficcionales. Así, en la trilogía aparecen distintas formas de entidades llamadas “Paul Auster” que interactúan con los demás personajes, el narrador reflexiona sobre las obras que ha escrito antes y se cita explícitamente al Quijote de Cervantes.
En 1995, Auster, que ya era un escritor consagrado (había recibido, entre otros, el premio PEN/Faulkner por su novela La música del azar), dio un salto en popularidad cuando escribió y adaptó las películas Smoke y Blue in the face, en sociedad con el director Wayne Wang y con la participación de actores y artistas como Harvey Keitel, William Hurt y David Byrne. Ambos films, rodados al mismo tiempo y en tonos distintos –uno más cerca del drama, otro de la comedia–, exploran asuntos recurrentes en la imaginación de Auster, como la complejidad de los vínculos paterno-filiales, el rol de las coincidencias en las trayectorias vitales y el origen de la ficción.
Autor de una veintena de novelas, una decena de libros de ensayos y no ficción, cinco libros de poesía y cuatro guiones, Auster había nacido en 1947 en Newark en el seno de una familia de clase media de orígenes judío-polacos. Ha relatado de distintas formas el primer contacto con su vocación –en algunas la clave es una montaña de libros regalada por un tío traductor tras la muerte de sus padres; en otras, la falta de una lapicera en el momento de pedir un autógrafo; en otras, la caída de un rayo sobre el cuerpo de un compañero de campamento–, pero lo cierto es que se graduó en Letras en la Universidad de Columbia a principios de la década de 1970, que trabajó brevemente como arreglatutti y fue parte de la tripulación de un barco petrolero, y que, tras encaminarse como traductor, publicó La invención de la soledad en 1982, un libro en el que aborda la muerte repentina de su padre y, en la segunda parte, reflexiona sobre los temas que exploraría durante el resto de su carrera: azar, destino y soledad.
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