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Marcha por el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, en Maldonado

Foto: Natalia Ayala

8M en Maldonado: las mujeres ocuparon las principales avenidas de la capital rumbo al mar

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Denunciaron la explotación sexual en Punta del Este, la carencia de políticas públicas para mujeres cis y trans en situación de calle, la falta de acceso a la salud integral de las presas y la impunidad de los docentes acosadores.

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“Tuve que explicarle a mi madre que no había lugar en el que me sintiera más segura que acá. De los 365 del año, es el día en el que me siento más segura”, le dijo una joven a su amiga mientras ambas formaban parte del círculo violeta que ocupó el cruce de la avenida España y la rambla Claudio Williman de Punta del Este, cuando atardecía y terminaba la marcha. Del otro lado, una adolescente, junto a sus amigas, cargaba un cartel que decía: “Mamá, tranquila. No voy sola a la calle”.

Foto: Natalia Ayala

A diferencia de la capital, marchas con la magnitud de la de ayer en Maldonado no son tan usuales. Decir que habían cientos de mujeres no le hace justicia a lo que pasó, no sólo porque fue la movilización más grande del último año, sino porque la movida sorprendió a los maldonadenses con un cambio de recorrido. La tradicional marcha por la calle principal del centro del departamento, Sarandí, se trasladó a las avenidas, rumbo a la costa.

Adheridas a la consigna nacional “Somos marea”, las feministas que integran la Coordinación 8M Maldonado expresaron en la proclama: “Somos agua que brota en todas partes, somos movimiento y fuerza que arrasa, nos reinventamos y desbordamos”. Días antes, en diálogo con la diaria, habían dicho: “Somos agua cuando la realidad es piedra”.

Foto: Natalia Ayala

Mejor contarlo en orden. Sobre las 16.00 empezó la previa en la Fuente de los Lobos Marinos, en avenida Joaquín de Viana y avenida Rossevelt, sobre una rotonda, una forma de intersección característica de Maldonado que también representa la sororidad de las mujeres, es decir, la certeza de que no estamos solas. Va más allá de lo simbólico: son círculos de protección.

Al frente iba una cuerda de tambores integrada en su totalidad por mujeres. Y adelante improvisaban el candombe, cada una con su estilo, muchas otras mujeres. En ese tramo musical, que marcaba el ritmo de la procesión, había sólo dos varones: un adulto acompañado -probablemente- por su madre, que llevaba un sombrero adornado con ramitas; y un niño de unos nueve o diez años que por momentos -los menos- interpretaba al gramillero y el resto del tiempo movía las caderas, como el resto de las mujeres.

La tarde avanzaba, al igual que la fila de tres cuadras, a su tiempo y sin apuro. Integrantes de la Coordinadora 8M Maldonado formaban un cordón al otro lado de la vía para dejar pasar los autos y evitar que el espontáneo deseo de la masa de mujeres, de aglomerarnos y ocupar toda la avenida España, causara un accidente.

Foto: Natalia Ayala

“Este año marchamos hacia el mar, profundizando nuestra mirada y conexión con la naturaleza, porque no estamos dispuestas a seguir siendo desplazadas de los espacios públicos mientras avanza la privatización de nuestros territorios y crece la violencia sobre nuestros cuerpos”, leyeron las mujeres durante la proclama.

También manifestaron que las violaciones grupales ocurridas en las últimas semanas no son “hechos aislados” y recordaron el abuso sexual perpetrado en un patrullero por dos policías a una joven de 18 años, hace cinco años en Punta del Este. Denunciaron, además, que las mujeres y disidencias en situación de calle son “discriminadas” y “desatendidas” por las instituciones del Estado, que las mujeres presas del departamento no acceden a la salud integral, y reprocharon a las autoridades de la educación la impunidad de los docentes que ejercieron y ejercen acoso sexual sobre las estudiantes.

Foto: Natalia Ayala

Sara y Alfonsina, ambas de 15 años, fueron con sus caras pintadas con sombras y glitter violeta. Va más allá del ornamento. Según Sara, la música y la pintura implican expresar la lucha de una “forma artística” y, por lo tanto, pacífica y válida.

-Lo vivo todos los días -dice Sara.

-En la calle y en el liceo. Los gurises precisan educación feminista. Nos dicen “vos no podés hacer tal cosa porque sos mujer” -sigue Alfonsina.

-No sólo estudiantes, también profesores. Yo lo sufrí por parte de profesores: te tocan sin tu permiso o te hacen comentarios -dispara Sara.

-También hablan del feminismo de una forma negativa -remata Alfonsina.

“Exigimos educación sexual integral, que los profesores acosadores y abusadores dejen de ser defendidos y que no continúen impunes dando clases. Deseamos una educación feminista”, leyeron junto a otras durante la proclama.

¿Por qué vienen? “Para demostrarles que merecemos la libertad, que no tienen que violarnos y que no tenemos por qué estar inseguras en las calles”, responde una. “Es una forma de recordar a todas las mujeres que sufrieron violencia”, dice la otra.

“Lo que pasa es que nosotras somos todas mujeres”, dice Raisa, que vino a la marcha con sus hijas Greta y Lorena como todos los años. “Todos los días”, coincide Raisa con Sara, aunque no la conoce. También dice que el lugar donde más se manifiesta el patriarcado es en la calle: “cuando salís con tu hija y le gritan cosas”. Greta, por su parte, expresa: “Necesitamos que respeten nuestros derechos. Luchamos por las que no están, por las que estamos y por las que van a nacer. Porque somos mujeres y nos tenemos que hacer escuchar”.

La movilización terminó en la playa, frente a un mar llano y plateado. Las mujeres se separaron para buscar maderas y ramas. Prendieron la hoguera, formaron otro círculo. Los tambores seguían repicando bajo la noche estrellada.

Foto: Natalia Ayala

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