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Darío Pérez.

Foto: Natalia Ayala

Darío Pérez: “Me fui del Frente Amplio, no de mis ideas”

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“En Maldonado se dijo que todo lo que pasaba en el FA era culpa de [Óscar] de los Santos y de Pérez”, así bajaron “a los dos punteros del pelotón”, señaló el dirigente político, que se acerca al intendente blanco Enrique Antía tras un ofrecimiento para liderar un proyecto social.

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El exdiputado por el Frente Amplio (FA) Darío Pérez se jubiló como médico a finales de marzo y evalúa aceptar la invitación del intendente de Maldonado, Enrique Antía, del Partido Nacional (PN), de liderar un plan piloto para la prevención y el tratamiento de personas adictas a las drogas. En entrevista con la diaria en su casa de San Carlos, Pérez repasó su trayectoria en el PN y el FA, así como sus diferencias y también coincidencias con el exintendente frenteamplista Óscar de los Santos (2005-2015). Además, analizó la ausencia de nuevos liderazgos en el departamento y comparó al intendente de Salto, Andrés Lima, que lo suplantó al frente de la Liga Federal –sector del FA que dirigió–, con el líder ruso Vladimir Putin, porque “nunca sabés qué está pensando”.

Ahora que te jubilaste, ¿qué tan seguro estás de aceptar la propuesta de Antía?

Todos los días me llama una familia o un gurí que está en problemas. Todos los días. Me llama la atención si no me llama un día. En el caso de que agarre viaje, no me gustaría [estar] de florero. Si es para hacer algo sí, para figurar no me interesa.

¿Te presentaron una propuesta formal de cómo sería este proyecto?

No. Me invitaron a armar un plan piloto, pero con nada definido.

¿Tenés cierta autonomía para pautar condiciones y establecer la metodología entonces?

En realidad, me tengo que poner a hablar con el Tato (Carlos) Tarabocchia, que es un excelente profesional y que está a cargo de la RAP (red de atención primaria, las policlínicas) en Maldonado, para ver cuál sería el esquema. Por lo menos para que en el papel dé alguna posibilidad de futuro.

Si el proyecto es avalado, ¿asumirías la responsabilidad?

Capaz que sí.

¿Cuál es tu idea?

Tienen que estar ASSE [Administración de los Servicios de Salud del Estado], la intendencia y las organizaciones del pueblo. Porque este no es un problema partidario, entonces tiene que estar incluido todo el mundo. El deporte también. Lo más importante es trabajar en la prevención [de las adicciones] y en las rutas de salida después del tratamiento, porque si no los gurises salen y vuelven a caer. No tienen dónde ni cómo defenderse de eso. En el caso de la prevención, es para que por lo menos sean conscientes cuando se van a enfrentar al consumo de las cosas que les puede provocar. Ahí está involucrada la enseñanza. Eso lo planteé en la ley de la marihuana: la prevención, las campañas y los centros de tratamiento, que de eso hoy no hay nada.

En 2013 tu voto fue clave para que se aprobara la Ley de Regulación y Control del Cannabis, pero hasta último momento no se supo qué ibas a decidir.

No era contra la ley misma, sino con la pérdida de la percepción del riesgo y con lo que la rodeaba.

¿Pensás que la marihuana es una puerta de entrada a otras drogas?

Creo que no es la más importante, pero es una más. La más importante es el alcohol. Se entra a las adicciones por el alcohol. La marihuana genera alteraciones a nivel neurológico, que actúa sobre la memoria –de eso no tengo la menor duda–, provoca alteraciones a la conducta también, que puede en algunos casos gatillar algunas formas de esquizofrenia, como la heboidofrenia en los más jóvenes. Porque a la mayoría de los que empujaban esta ley nunca les tocó tratar con gurises desesperados, ni con las familias. Lo que me molestaba más era la liviandad con la que se trataba.

Con respecto a la financiación del plan piloto sobre prevención de adicciones, ¿qué planteó la comuna?

Lo que me plantearon es que la intendencia tendría un apoyo importante desde el punto de vista financiero. Pero no fue mucho más. Si me hubieran dicho algo más te decía, no tendría problema. Está todo para armar.

Además de Antía, ¿tuviste algún acercamiento con otras figuras del PN a nivel departamental?

Con Antía he hablado tres o cuatro veces en mucho tiempo. A nivel departamental al que le tengo mucho afecto y confianza es a Luis Eduardo Pereira [secretario general de la intendencia], porque militamos juntos. Hicimos volantes contra la dictadura. Era un momento muy especial, entonces te queda eso de estar juntos frente al peligro.

En los primeros años del 2000 tus diferencias con Antía parecían irreconciliables. ¿En qué momento empezaron a tener coincidencias?

Fue así: un día íbamos caminando por el túnel del Palacio [Legislativo] y no nos hablábamos. Nos miramos y empezamos a conversar. “Puedes ser tú o puedo ser yo el que gane”, le dije. Fue en 2015, la última vez que fui candidato a la intendencia. Concordamos en que hay cosas que son importantes para el departamento y que nos podríamos poner de acuerdo independientemente de quién ganara. Ahí nos pusimos a conversar. Y, como pasa en la vida con muchas personas con las que pensaste que nunca ibas a cruzar ni una palabra, terminás charlando y cambiando la perspectiva que tenías.

En la campaña electoral del 2000 hubo una inundación grande en Maldonado. En ese momento dijiste que Antía, que era candidato, estaba haciendo “politiquería con el hambre de la gente”, porque llevaba listas a los damnificados. ¿Qué pasó en estos años para que cambiaras de opinión?

En las políticas municipales te das cuenta de que muchos rasgos ideológicos desaparecen porque hay cosas concretas para hacer: calles, luz, recolección de residuos. Se borra bastante la perspectiva ideológica. No quiere decir que no tengamos diferencias. Yo no estoy en todo de acuerdo, ni en desacuerdo con todo. Tratamos de acercar nuestras posiciones en aquellas cosas que consideramos que podían ser buenas para el departamento. Por ejemplo, con las excepciones [de construcción]. A mí no me gustaban para nada porque dan un crecimiento desordenado, pero hay momentos. En estas últimas excepciones fue claro que vino a tapar un agujero importante en el tema del trabajo. Era importante porque la gente vive del salario. No recuerdo muchas más cosas en las que nos hayamos puesto de acuerdo.

La matriz productiva de Maldonado está centrada en la construcción y el turismo. Lo que se cuestiona es la sostenibilidad de la práctica de otorgar excepciones.

Eso lo planteé desde la primera candidatura a la intendencia. Apenas empecé a interesarme y a estudiar me di cuenta de que eso no podía ser... Por eso, una de las veces en que fui candidato me preocupé por tratar de traer universidades para el departamento. Se dio la conjunción de que viniera la universidad pública para acá, hubo apoyo para eso y me pareció extraordinario. Había un ámbito para que vinieran universidades de Brasil a ocupar un tiempo ocioso en vivienda y que diera posibilidades durante el invierno para cambiar un poco la matriz productiva. Creo que eso se ha ido entendiendo y por eso hay intenciones de armar zonas francas, de ir cambiando en otros sentidos, que son las adecuadas.

Antía no podrá postularse en las próximas elecciones. ¿Cuál creés que será su sucesor?

Puede que esté asomando algún liderazgo, pero me parece que está en construcción. Lo que pasa es que cuando aparecen figuras muy fuertes, que acaparan mucho la escena política, es muy difícil que surja alguien más.

“No tengo ganas de encasillarme en un lugar”

Comenzaste a militar en el PN en tu adolescencia y has remarcado en varias entrevistas que tus referentes políticos son nacionalistas.

Sí, porque no son cualquier cosa, son referentes extraordinarios y yo los tengo en el mismo lugar que a mi padre. Para mí no son un cuadro o un libro, están en el corazón. Yo leía historia y [...] cuando ves las acciones republicanas, el respeto a las leyes, el decretar la libertad verdadera de los negros, el [querer] fundar la universidad de [Manuel] Oribe, te das cuenta de que no tenía nada que ver con el zaparrastroso de [Fructuoso] Rivera. También la dignidad de enfrentar a potencias extranjeras. Cuando ves la dignidad de Leandro Gómez en defensa de la soberanía de nuestro país, uno de los primeros que empezaron a reivindicar a Artigas... Es tremendamente emocionante ver lo que fue el sitio de Paysandú. Y cuando ves a Aparicio Saravia, que fue un tipo totalmente desprendido de lo material para bien de la libertad, porque él se podría haber quedado tranquilito siendo estanciero y, sin embargo, fue a pasar mal. Fijate tú que llevaba a sus hijos y a sus hermanos a la batalla, no creo que yo me animara a eso. Y que, cuando en Montevideo, con el viejo centralismo le dijeron “no tenemos plata para la revolución”, él puso todo lo que tenía.

¿Y a la izquierda cómo te vinculaste?

Mi vínculo con la izquierda arrancó en el Grupo de Resistencia Antifascista, en la dictadura. Los referentes que tenía a nivel departamental no echaban para adelante con la dictadura y yo quería echar para adelante. Entonces empecé a volantear y a pintar con ese grupo, más otras pintadas que hacíamos por cuenta nuestra con hojas de garbanzo, de esas que se usan en la escuela, y drypens. Con eso hacíamos volantes para pegar en las vidrieras. Y fui preso político... Ahí comenzó mi vínculo con la izquierda. ¿Qué pasó? Tuve un año preso y cinco con libertad vigilada. Antes de la apertura democrática empecé a trabajar para el FA. Pero vino el Pacto del Club Naval y yo estaba en contra. Así que volví al PN. Y cuando vino la ley de caducidad, o la ley de impunidad, vamos a llamar las cosas por su nombre, me retiré del PN de nuevo.

¿Te considerás un hombre de izquierda?

Me fui del FA, no de mis ideas.

¿Qué es la izquierda para ti?

Es una forma de sentir sobre el futuro y la justicia social que es muy importante. Pero, además, soy republicano porque creo en la libertad y porque las cosas que no se entienden por el corazón [quiero] que se entiendan por la razón. Las sociedades que mejor viven son las que están en libertad y tienen buena distribución de la riqueza. Te estoy hablando de las democracias nórdicas y algunas de las europeas. Y si tenemos este ejemplo, vamos a seguirlo.

¿Te ubicarías en un esquema de socialdemocracia?

No sé si le quieren llamar socialdemocracia. No tengo ganas de encasillarme en un lugar. Pero sí te digo que es importante la libertad y junto con eso la justicia social. ¿Yo qué sé cómo se llama eso?

En algún momento se habló de vos como el “diputado rebelde”, por votos contrarios a lo que definía la bancada del FA. ¿En los partidos de la coalición multicolor sí hay lugar para la rebeldía?

De todos los partidos, el más indisciplinado es el PN naturalmente. No sé si es indisciplinado, pero es en el que históricamente hubo más gente levantisca. Aunque en este momento no veo, pero en su historia sí.

“El serrucho” a los “dos punteros del pelotón de ciclistas”

¿Recuerdas el día en que decidiste irte del FA?

Fue la noche en que vi los resultados electorales [de 2019]. Sentí que debía dar un paso al costado, que no había sido avalado en mi conducta política, que no había sido respaldado por una parte importante de los frenteamplistas –por supuesto que agradezco a los que me votaron–, pero ya venía bastante cansado. Te voy a decir cuál es el sentimiento: ¿viste cuando la mujer está cansada de que venga el marido y no la escuche, que si viene borracho le pegue un par de sopapos y la maltrate casi todos los días, y [decide] agarrar dos calzones, cuatro trapos y los hijos debajo del brazo y se va? Bueno, así me sentí yo. Cansado del maltrato, que no se ve en la televisión. Porque, además, en política hay mucho falluterismo, mucho cinismo. Entonces, lo que se habla por lo bajo no te lo dicen por lo alto. Ni siquiera puedes pelear de caballero a caballero o de dama a caballero. Era el serrucho por abajo. Y en las redes ni te digo. Ni las miro, aviso por las dudas.

¿Cómo quedó tu relación con Óscar de los Santos?

Hubo compañeros del FA que la idea más brillante que tuvieron fue decir que la culpa de todo lo que pasaba en el FA era de Óscar de los Santos y Darío Pérez. Y se dedicaron a visitar casas de compañeros, uno por uno. Yo puedo decir que, más allá de las dificultades que pude tener con De los Santos, no hubo dos grupos que trabajaran más por el FA que el suyo [Alianza Progresista, lista 738] y el mío [Cabildo 1813]. Eso es objetivo. Y lo que hicieron con todo ese serrucho fue bajar a los dos punteros del pelotón de ciclistas. ¿Viste que siempre hay un par que tiran a los demás? Lo que hicieron fue eso, cosa que es frecuente en el FA. Cuando quieres asomar la cabeza, te arrancan las muelas.

O sea que eso en común tenían.

De diferente manera, porque somos diferentes.

En su momento fuiste muy crítico con De los Santos, en particular por su pacto con el colorado Wilson Sanabria en las elecciones de 2005, algo que fue negado por él. ¿La disputa era sólo política o había algo personal?

No. Resiste el archivo. Yo criticaba su postura y sus decisiones, pero nunca lo adjetivé. Y creo que él nunca me adjetivó a mí tampoco.

¿Ves nuevos liderazgos en el FA de Maldonado?

En promedio, para que aparezcan liderazgos en todos los partidos políticos se precisan entre 15 y 20 años. Y si no mirá la historia de Uruguay. Eso se reproduce a nivel local. Así que, salvo que ocurra algo raro y que aparezca un líder fuera de lo común, vas a ver que recién ahí se va a ver gente. Eso no se compra en la farmacia. Demora construir un liderazgo y ser conocido.

¿En este momento no ves a nadie?

No.

¿Mantienes vínculos con integrantes de Cabildo 1813?

No. Después de que decidí apartarme de la política, tuve un mínimo de comunicación al inicio de la campaña departamental, pero después me pareció que yo no podía estar y a la vez no estar. No les podía decir a mis compañeros –que ya eran grandes– “me parece que hay que hacer tal cosa”. Sería una falta de respeto. Al mes [de irme] les dejé todo lo que les podía dejar en términos materiales: vehículo, algún peso que nos había quedado, cosas por el estilo. Y bueno... “Anden solos”. Me parecía que tenían que crecer y tener la experiencia de enfrentarse a las dificultades, que van apareciendo en el camino, y hasta trámites engorrosos, que la mayoría de los militantes no conocen que hay que hacer. Después de eso, salvo los que eran mis amigos –no compañeros, sino amigos–, dejé de tener contacto.

¿Y con el resto de los sectores en Maldonado cómo quedaron los vínculos?

Acá en Maldonado es medio difícil tener contacto con alguien. En realidad, te lo voy a decir muy crudo: no me podían ver ni en sopa. Entonces, ¿para qué nos vamos a andar falluteando? Tampoco yo los voy a ir a saludar si no tengo ganas de saludarlos. Podrán decir muchas cosas de mí, pero falluto no soy. Soy como me ves.

¿Qué impresión tenés de Andrés Lima, intendente de Salto y tu sucesor al frente de la Liga Federal?

Lima es como [Vladimir] Putin: no se sabe lo que está pensando. Queríamos armar algo y lo fuimos a buscar. No tuvimos suerte. Después, lo fuimos a buscar de nuevo y se arregló con Danilo Astori. Dejó a Astori. Fuimos a hablar de nuevo, pero arregló con Sendic. Cuando yo dejé la Liga Federal vino. Para decírtelo crudo: me cuesta mucho hablar con una persona que nunca sabés qué está pensando, con un jugador de póker. No sé qué piensa y no demuestra ninguna emoción. Entonces, a mí que vivo la política en forma emocional, me resulta difícil. No sé si es bueno, malo o regular, pero me resulta difícil entablar una relación de confianza.

¿Por qué apoyaste a Daniel Martínez en las últimas elecciones nacionales?

No había muchas opciones. Creo que Martínez es una buena persona y un mal político.

¿Por qué?

Por el discurso errático. El pan es pan y el vino es vino, no es gre gre para decir Gregorio. Pero me cuesta hablar porque le tengo simpatía.

¿Cuáles fueron las fallas que llevaron a la derrota del FA en 2019?

El FA es tremendamente centralista. En las últimas tres elecciones internas del FA los candidatos siempre fueron de Montevideo. La última vez que presentamos a un candidato a la presidencia, el Pato [Sergio] Mier, el diputado de Treinta y Tres, las dos veces nos la vetaron, no lo dejaron ni correr. No iba a ganar, era un aspecto absolutamente simbólico, pero no puedes decidir desde 18 [de Julio] y Minas sobre la realidad del interior, que es totalmente diferente. Si todos los candidatos son de Montevideo, vas apagando la llama en todos lados. Hay un desconocimiento, que hizo que cerraran sucursales del Banco República en el interior. No tenían ni idea de lo que eso significaba para un pueblo. Eso te demuestra la cabeza centralista. Otro ejemplo: revisa cuánta gente del interior había en cargos ejecutivos, que eran cerca de 4.000, en los gobiernos del FA. Te diría que con una mano y media me da. Este gobierno de coalición está lleno de gente del interior, esa es una diferencia de trato y de respeto, porque no puede ser que todos los canarios sean tarados y no sirvan para dirigir alguna cosa del Estado.

La principal razón [de la derrota del FA] fue la soberbia que te da la mayoría parlamentaria pura, no la que se logra en una coalición. Se discutía un poco adentro, un grupo grande te ponía la pata arriba y lo que quedaba era decir “voto por disciplina partidaria” o hacerme el loco, como hice yo un montón de veces, o no tantas, habrán sido seis veces en 15 años. Pero no te daba mucho margen para la protesta.

Cuando te pones soberbio y dicen “son cosas de la oposición”, ahí tienes: terminó ganando la coalición multicolor. Cuando dije que [Raúl] Sendic tenía que dar un paso al costado porque eso iba a costarle mucho al FA, fui a entrar a un plenario del FA y me gritaron “traidor”. Cuando dije que el régimen de Venezuela era una dictadura y que tenían la memoria corta porque los que fuimos presos políticos tenemos que tener empatía con los pueblos que luchan por la libertad no les gustaba nada. Bueno, pero vamos a escuchar a Un Solo Uruguay, y te digo en Montevideo porque el FA es centralista, piensan que todos eran estancieros o de camionetas cuatro por cuatro, y no es así. Vamos a escuchar a ver qué parte de razón tienen estos paisanos para juntarse y salir a protestar. Eso es lo que tienes que hacer en democracia: escuchar al otro mínimamente, aunque después sigas pensando que tenés razón.

Una de esas veces fue cuando decidiste no apoyar la reforma de la Caja Militar.

Es que el FA empezó por los bueyes en vez de por la carreta, porque lo primero que había que hacer era la ley orgánica de las Fuerzas Armadas, eso ya te ordenaba la pirámide de mejor manera, porque te reducía la cantidad de coroneles. Tuvo 15 años para hacerlo. Lo segundo fue el impuesto a las jubilaciones. El tercer tema es la reforma del servicio de retiro de las Fuerzas Armadas, que hacía que los más pobres, que son los milicos chicos, fueran todavía más pobres. Entonces, ¿cómo es posible pensar que un gobierno de izquierda pudiera afectar a los más pobres? Aquí entra un tema por el que siempre me preocupé: la coherencia. El FA pasa dando loas a la Universidad de la República, pero ignoró lo que decían [académicos de] la Facultad de Ciencias sobre los peligros ambientales de la ley de riego. Esas son incoherencias. O cuando hablas de defender las empresas públicas y empiezas a destripar al pobre Banco República, como hizo la administración de [Jorge] Polgar.

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