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Centro Internacional de Convenciones de Sharm el-Sheikh, durante el primer día de la cumbre climática COP27, en Egipto.

Foto: Mohammed Abed, AFP

Comenzó la cumbre climática COP27 en Egipto, con el deber de tomar medidas drásticas para detener el calentamiento global

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En este nuevo encuentro el objetivo, más que poner nuevas metas, es intentar cumplir las ya planteadas.

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Leído por Andrés Alba.
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Centenares de jefes de Estado, ministros, activistas, representantes de la sociedad civil y empresarios de casi 200 países comenzaron este domingo a participar en la 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), que se celebrará hasta el 18 de este mes en la localidad egipcia de Sharm el-Sheik, situada en el extremo sur de la Península del Sinaí, a orillas del Mar Rojo.

“Hemos sufrido a lo largo de este año acontecimientos (meteorológicos) dolorosos (...) Todos estos episodios representan una lección que debe ser aprendida”, manifestó en la apertura del encuentro el ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, Sameh Shoukry, que como canciller del país anfitrión oficia como presidente de la reunión.

Los desastres climáticos y el desabastecimiento energético generaron “tensiones políticas que han tenido un profundo impacto en todos nuestros países”, alertó el ministro egipcio.

“No podemos permitirnos el lujo de seguir de esta manera”, agregó Shoukry. Por su parte desde la ONU, según informó AFP, se lanzó una nueva advertencia concreta. Los últimos ocho años fueron los más cálidos registrados hasta la fecha en el planeta, por lo que será extremadamente difícil alcanzar el compromiso del Acuerdo de París firmado en 2016 de no superar los 1,5 grados de aumento de la temperatura respecto a los niveles preindustriales.

En el marco de la crisis mundial que se vive, incentivada entre otros hechos por la guerra entre Rusia y Ucrania, para este nuevo cónclave climático la pretensión de la ONU es que sea una conferencia de puesta en marcha de compromisos ya firmados, pero que en la enorme mayoría de los casos no son cumplidos por las autoridades de los países que los suscribieron. En la COP26 que se celebró el año pasado en la ciudad escocesa de Glasgow, las naciones más ricas del mundo accedieron, después de arduas negociaciones, a debatir la idea de un fondo mundial de “daños y pérdidas”, una vieja exigencia de los países pobres y en desarrollo, los más afectados por el calentamiento del planeta. Este fondo consta posiblemente de centenares de miles de millones de dólares. Shoukri hizo una aclaración importante, al afirmar que “los resultados de este punto de la agenda se basarán en la cooperación y la facilitación, y no implicarán responsabilidad o compensación”.

Por eso, en esta COP27, uno de los grandes retos consiste en poder aprobar dicho mecanismo. Lograrlo es tan importante que el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, expresó que solo su consecución podrá convertir a esta nueva cumbre climática en una reunión exitosa. No obstante, este objetivo se enfrenta a serias dificultades para ser realidad. La actual crisis energética y el aumento del gasto durante la pandemia de Covid-19 pusieron una presión adicional en los sistemas económicos y es posible que el fondo de pérdidas difícilmente se ponga en marcha.

Mucho tiene que ver en esta cuestión que Estados Unidos y los países más industrializados no quieren propiciar un nuevo paradigma jurídico en el que las naciones en desarrollo puedan denunciarlos y exigirles indemnizaciones.

De acuerdo con cifras oficiales, China es el país que más gases de efecto invernadero emite como consecuencia de su enorme caudal de consumo de combustibles fósiles, 32,5% del total. Estados Unidos es el segundo contaminante mundial con 12,6%, en tercer lugar se ubica India con alrededor de 6% de las emisiones, Rusia lo sigue con 4,66%, Japón con casi 3% y Alemania lo sigue con 2%.

Dos de las zonas del mundo que menos emisiones lanzan a la atmósfera, pero que sufren severas consecuencias por ellas son América Latina, que aporta al total mundial apenas algo más de 5% de las emisiones, y África, que ronda el 4%. Estas dos regiones del mundo son las que más dinero reclaman, por lo que las delegaciones de los países de estas zonas estarán particularmente activas para ser receptores de fondos tendientes a mitigar los efectos del cambio climático, entre otras cosas, para financiar proyectos de producción de energías renovables.

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