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Banco de arena en el río Solimoes en Manacapuru, estado de Amazonas, norte de Brasil, el 8 de octubre de 2024.

Foto: Michael Dantas, AFP

El caso de las dos COP para la misma amenaza planetaria

8 minutos de lectura
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El empeoramiento del clima y la destrucción de la naturaleza son temas conectados, pero se abordan en eventos globales paralelos que dialogan poco, lo que dificulta una respuesta eficaz para la emergencia que vivimos.

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En los últimos meses, la Amazonia y el Pantanal enfrentaron los incendios más graves en dos décadas. Ríos como el Xingu y el Iriri se secaron en muchos tramos, y el río Negro, en el estado de Amazonas, alcanzó su nivel más bajo de los últimos 122 años. Biomas enteros están siendo afectados cada vez con más intensidad por el cambio del clima. Lo que significa, en la práctica, que estamos viendo animales, árboles, plantas, hongos y un sinfín de otros seres arder, morir de sed o tener que adaptarse a un nuevo hogar menos adecuado. La muerte de estos seres, a su vez, reduce la capacidad de la naturaleza de actuar como reguladora del clima. Hay una relación directa entre el clima y la destrucción de la naturaleza. Cuanto más calor, más incendios, más árboles mueren y, como resultado, se reduce la capacidad de que las selvas eliminen gases contaminantes de la atmósfera y la temperatura aumenta más. Es un círculo que se forma por dos temas completamente conectados, pero que la diplomacia de los países trata por separado, como si no tuvieran conexión. El clima es el tema de la COP sobre el cambio climático. La naturaleza es el tema de la COP sobre biodiversidad.

En vísperas del inicio de otra ronda de las dos conferencias —la de biodiversidad, COP 16, empieza el 21 de octubre en Cali (Colombia), y la del cambio climático, COP 29, el 11 de noviembre en Bakú (Azerbaiyán)—, Sumaúma conversó con investigadores que siguen el tema para entender por qué las dos COP están separadas y cuáles son las implicaciones de esto para la vida del planeta.

“Desde hace décadas, la comunidad científica presiona para que la crisis climática y la pérdida de biodiversidad se discutan conjuntamente en el ámbito político, advirtiendo que un desafío no puede resolverse sin atacar al mismo tiempo las causas del otro, pero todavía muchos países siguen mostrándose reacios a unir estas dos agendas, lo que retrasa todavía más la búsqueda de soluciones”, advierte el investigador Carlos Alfredo Joly, docente de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) y miembro de la Plataforma Brasileña de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (BPBES).

Según Joly, en el ámbito de los regímenes jurídicos internacionales, el origen de esta separación radica en cómo se estructuraron las agencias ambientales intergubernamentales. En 1992, cuando Río de Janeiro fue sede de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Río 92), se establecieron dos mecanismos específicos de abordaje: el cambio climático en el ámbito de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y la biodiversidad en el ámbito del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Cada convención marco también comenzó a reunir a sus expertos, con sus propias metodologías y conceptos.

Thelma Krug, que fue vicepresidenta del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y es investigadora titular jubilada del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, recuerda que en los textos de las convenciones marco no se hacía ninguna mención a la relación explícita entre el clima y la biodiversidad. Además, cuatro años antes de Río 92, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente había creado, junto con la Organización Meteorológica Mundial, el IPCC, un comité integrado por cientos de científicos de todo el mundo que empezó a evaluar periódicamente el conocimiento científico sobre el tema y a publicar informes para dar respaldo a las decisiones políticas sobre el calentamiento del planeta.

Los principales compromisos internacionales también avanzaron en diferentes momentos. En el régimen jurídico climático se firmó, en 2015, el Acuerdo de París, en el que 194 países y la Unión Europea se comprometieron a limitar el calentamiento global a muy por debajo de los 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, con esfuerzos para limitar el aumento a 1,5. Por otro lado, el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal, que sería el equivalente para la biodiversidad, se firmó recién en 2022, cuando 196 naciones se pusieron de acuerdo en asegurar, entre otras cosas, que al menos el 30% de las áreas terrestres y marinas del mundo se conservaran y restauraran hasta 2030.

La ciencia avanza con rapidez

Krug entiende que la forma como la prensa vehicula estos temas también influye en la falta de percepción sobre su conexión. “En mi opinión, los medios comunican mucho mejor la urgencia climática porque se entiende que el aumento de la temperatura promedio de la superficie, las sequías prolongadas, las olas de calor y las inundaciones generan un impacto directo sobre el sistema humano. En cambio, la relación entre la pérdida de biodiversidad que afecta al sistema climático, incluido el ciclo hidrológico, se aborda mucho menos”, explica.

La ciencia detalla bien esta relación desde hace bastante tiempo. Un estudio publicado en 2022 en la revista Global Change Biology aportó una revisión de las investigaciones de las últimas dos décadas que mostró cómo las acciones de conservación que interrumpen, desaceleran o revierten la pérdida de biodiversidad tienen el potencial de, simultáneamente, desacelerar significativamente los cambios climáticos causados por la acción humana. Reducir la deforestación y restaurar los ecosistemas se encuentra entre las acciones de conservación con más potencial para mitigar el aumento de la temperatura global, señala el estudio.

Se publicaron conclusiones similares en 2024 en la revista BioScience, en un artículo firmado por investigadores brasileños y estadounidenses que detalla seis puntos clave en los que la conservación de la biodiversidad puede contribuir a la mitigación de los cambios climáticos: conservar los ambientes naturales, que son reservas y sumideros de carbono; restaurar adecuadamente las áreas degradadas; conservar la fauna y la flora locales de manera integrada; cambiar la expansión de las áreas agrícolas por el aumento de la productividad; incorporar la biodiversidad a los modelos de negocios, y unir las COP de la biodiversidad y el clima. En el estudio, los autores afirman, por ejemplo, que los compromisos asumidos por los países signatarios del Acuerdo de París, de cero emisiones netas de gases contaminantes hasta mediados de siglo, probablemente fracasarán si no se integran totalmente las cuestiones de biodiversidad en la agenda climática internacional. Actualmente, la ONU clasifica la biodiversidad como “la defensa natural más fuerte contra los cambios climáticos”.

Pero la confluencia política va a paso lento

Por más que la percepción sobre la conexión entre las áreas se esté dando lentamente en el ámbito político, algunos avances que se han observado en los últimos años alientan a los investigadores. Krug explica, por ejemplo, que con el paso del tiempo y el avance de la ciencia que señala la relación mutua entre clima y biodiversidad, el tema empezó a tener más espacio en los análisis del IPCC. Por otro lado, en el sexto y más reciente Informe de Evaluación (AR6) del comité, de 2023, hay una descripción más completa de los impactos del calentamiento global en la biodiversidad, como la proyección de que un aumento de temperatura de 2 °C hasta 2100 pondría hasta el 18% de todas las especies de la Tierra en alto riesgo de extinción; que hacen falta medidas de adaptación para evitar una caída sustancial de la biodiversidad, como, por ejemplo, la expansión de áreas totalmente protegidas y prácticas de restauración y uso sostenible de la tierra, y que en los ecosistemas oceánicos y costeros el riesgo de pérdida de biodiversidad varía de moderado (1,5 °C de calentamiento global) a muy alto (2 °C).

Para la docente del Instituto Oceanográfico de la Universidad de San Pablo Maria Gasalla, uno de los hitos en este proceso de conexión entre las áreas fue la publicación, en 2021, de un informe realizado en conjunto entre el IPCC y la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de la ONU (IPBES) sobre biodiversidad y cambio climático.

Como resultado de un taller que se llevó a cabo durante cuatro días con 50 de los principales expertos mundiales sobre los dos temas, el documento analizó la conexión entre la protección de la biodiversidad y la mitigación y adaptación a los cambios climáticos y aportó como principal conclusión el hecho de que cambios sin precedentes en el clima y en la biodiversidad se están combinando y aumentan las amenazas a la vida en sus más variadas formas y al bienestar de la población mundial. La única manera de detenerlos, explica el documento, es a través de un abordaje conjunto. El informe también mostró cómo acciones estrictamente enfocadas a combatir el cambio climático pueden causar daños directos o indirectos a la naturaleza si no consideran, por ejemplo, las características de los biomas.

Un ejemplo son los proyectos de plantación de árboles a gran escala, a menudo de reforestación con monocultivos, que tienen como objetivo aumentar el secuestro de carbono, un gas que ayuda a calentar la atmósfera, pero que suelen ser perjudiciales para la biodiversidad, principalmente cuando se hacen con especies de árboles exóticos para la zona. Según el documento, muchos de los escenarios que el IPCC usaba hasta entonces que consideraban estas prácticas no diferenciaban entre regeneración natural de bosques, reforestación con plantaciones y forestación de áreas no cubiertas previamente por árboles, lo que dificultaba la evaluación de los impactos sobre la biodiversidad.

Actualmente, destaca la investigadora, se puede observar un esfuerzo cada vez mayor por acercar estas áreas, como la declaración conjunta entre varios países sobre la naturaleza, el clima y las personas, publicada durante la COP 28, que tuvo lugar a finales de 2023 en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, estableciendo caminos para acciones coordinadas y destacando la importancia de una alianza entre el Acuerdo de París y el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal. Unos meses más tarde, en enero de 2024, se realizó una declaración de intenciones por parte de las secretarías de la CMNUCC y el CDB, proponiendo, entre otras cosas, resultados colaborativos, la ampliación de la financiación para el clima y la naturaleza y un mayor intercambio entre fuentes y recopilación de datos, métricas y metodologías.

Entidades de la sociedad civil como el think tank colombiano Transforma, enfocado en promover la acción climática, entienden que este es un momento estratégico para que se den los próximos pasos, ya que los países signatarios del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal están elaborando sus nuevos Planes de Acción y Estrategias Nacionales de Biodiversidad, que se presentarán ya durante la COP 16, mientras que los países que firmaron el Acuerdo de París tienen hasta febrero de 2025 para presentar a la CMNUCC sus nuevas versiones de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, que representan las metas de cada país para alinearse con el acuerdo climático). En un documento de recomendaciones difundido recientemente, la institución defiende la idea de que la COP 16, que se realizará en octubre en Colombia, puede ser la primera oportunidad de que se haga una invitación formal a las partes para que revisen sus planes de acción nacionales, tanto climáticos como de biodiversidad, de forma coordinada y colaborativa.

El think tank señala también que otra estrategia con potencial de ser eficaz para acercar las agendas es una mayor colaboración entre la IPBES y el IPCC, que suele producirse, la mayoría de las veces, de manera informal. Una forma de alentar esta colaboración, indica la institución, sería la invitación a un trabajo conjunto entre la IPBES y el IPCC en el texto de decisión de la COP 16.

Debido a estas y otras propuestas que han estado circulando en vísperas de las próximas reuniones de líderes, las expectativas para las próximas conferencias de la ONU son optimistas: “Creo que si la presidencia de la COP 16 mantiene una política integradora, es decir, orientando que todas las intervenciones reflejen y consideren el nexo clima-biodiversidad, podremos lograr avances importantes en las soluciones y también en las negociaciones”, opina Gasalla.

Todavía no se sabe si las próximas conferencias realmente traerán avances significativos o si la posibilidad de una mayor conexión entre las agendas quedará para 2025, cuando el país con más biodiversidad del mundo, Brasil, sea sede de la trigésima edición de la principal conferencia mundial sobre el clima, la COP 30. Independientemente de la velocidad a la que avance la conexión entre las agendas, lo que invariablemente queda cada vez más claro para los investigadores, los líderes y la sociedad en general es que la mentalidad que generó la crisis climática no es la misma que nos ayudará a salir de ella.

Una versión más extensa de este artículo fue publicada por Sumaúma.

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