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Javier Milei, el 14 de agosto de 2024, en Buenos Aires.

Foto: Juan Mabromata / AFP

Empresarios que llevan de la mano a Milei mientras agitan la agenda ultra

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El imperio de la provocación extremista como forma de gobierno.

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Leído por Natalia Rodríguez Olmos.
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Pocos años atrás, Diana Mondino habitaba un extremo del debate público argentino. Tuvo que dejar la Cancillería, no porque la economista cordobesa se hubiera moderado, sino porque mostró impericia para seguir el tren de provocaciones que guían las acciones del gobierno de los hermanos Milei.

Mondino formaba parte de un ecosistema de liberales radicalizados, afincados en universidades privadas de autor y negocios de nicho, obsesionados con Cuba, difusores de ideas raras, como las escuelas voucher, propensos al desdén por la memoria sobre el terrorismo de Estado y fanes de ciertos trazos del menemismo.

El penoso final del gobierno de Carlos Menem les adosó un descrédito agudo a sus nostálgicos. Más allá de la rampante corrupción y decadencia institucional de esa administración, el régimen económico de convertibilidad se transformó en una trampa recesiva que su mentor, Domingo Cavallo, hizo explotar en 2001, cuando intentó desactivarla. Un fracaso en sus términos.

La posición libertaria siguió circulando en los medios y orbitó en el PRO (Propuesta Republicana) y otras opciones conservadoras, aunque no ocupó lugares decisivos durante las primeras dos décadas del siglo.

La entrega de Mondino

Con el auspicio de Corporación América, Milei carreteó en esa plataforma. Se codeó con colegas con trayectoria en el período de Menem y el paradigma ultraliberal. El de más renombre, Carlos Rodríguez, acompañó a Milei a las puertas de la asunción presidencial y se distanció ante la deriva instrumentada por Luis Caputo. Otros, como Roberto Cachanosky y Ricardo López Murphy, fueron de los primeros hostigados por la furia del panelista de Intratables.

José Luis Espert fue otro de los rostros del liberalismo económico radicalizado con los que Milei tuvo encuentros y desencuentros, aunque la explicación de esos vaivenes sea más sórdida que en otros casos. Mondino fue de las pocas sobrevivientes de aquel mundo intelectual que acompañó a Milei en el gabinete.

El presidente se recostó mucho más sobre el eje corporativo de Eduardo Eurnekián y otros magnates, lugartenientes autogobernados del PRO, estudios de abogados acercados por Federico Sturzenegger, kirchneristas y massistas reciclados, y el sello distintivo del mileísmo: advenedizos que conciben el ejercicio del poder como una herramienta de resentimiento, odio y provocación.

La economista y socia del Banco Roela escribió una página oscura en la Cancillería argentina. Veleidades anticomunistas e incontinencia verbal conforman una mala sociedad para una ministra de Relaciones Exteriores. Expuso su falta de preparación, metió la pata cada vez que pudo y soportó las mil humillaciones a las que fue sometida. Los hermanos Milei la rodearon de ultras para custodiarle la lapicera y hasta llegaron a bajarla de cumbres internacionales para que personajes menores ocuparan su lugar.

En algunos temas, Mondino escuchó a la burocracia de Cancillería y aceptó que las relaciones internacionales requieren medir alianzas y respetar tradiciones en función al interés nacional. Pareció comprender que llevarse a las patadas con los gobiernos de Brasil, China y España era un despropósito. Con los Milei resultó imposible cualquier viso de racionalidad. Santiago Caputo la estaba esperando, le tendió una celada sobre Cuba y liquidó su gestión. Fue despedida con desprecio e insinuaciones degradantes, todo un clásico en el Ejecutivo de La Libertad Avanza (LLA).

Tonterías de la política exterior

La política exterior de los Milei no obedece a los cánones clásicos de las administraciones conservadoras, ni siquiera a la vertiente de ultraderecha que campea en países como Italia y Hungría, o la que llevó a cabo Jair Bolsonaro en Brasil. Es sabido que los países más consolidados llevan adelante posturas nacionales más allá de la orientación política del gobierno. En muchos casos y cada vez más seguido, el color político de turno se vuelve condicionante.

Con sus más y sus menos, los países negocian apoyos, abstenciones y rechazos en lógica quid pro quo, actúan en bloques regionales, culturales o religiosos, evitan choques por razones económicas o de autodefensa. El caso de Milei es único. La directriz de las relaciones internacionales argentinas parece ser la asunción de la postura más ultra y más provocadora ante cada tema.

Así, Argentina adopta la defensa irrestricta de Israel como casi ningún otro país ante a los crímenes de lesa humanidad que su Ejército perpetra en Gaza, se pliega a dictaduras teocráticas para rechazar el Pacto del Futuro, encabeza la ofensiva contra la agenda 2030, se desentiende por completo de la mirada sobre derechos humanos iniciada en 1983, es el más antifeminista, inflama el lenguaje de modo irresponsable, rompe puentes con los vecinos, queda virtualmente solo para condenar el bloqueo a Cuba… La lista de disparates es interminable.

Juan Gabriel Tokatlian, reconocido internacionalista y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, graficó el sinsentido de la política exterior en el seminario “La universidad dialoga”, organizado por la Universidad Nacional de Mar del Plata días atrás. Por un lado, el gobierno hizo “uno de los mayores regalos históricos de la política exterior argentina desde el advenimiento de la democracia” al adoptar “una oposición sistemática contra China” desde una lógica “hiperoccidentalista” que ni el Pentágono ni el Departamento de Estado habían solicitado. A cambio de nada y a las puertas de una elección crucial entre Donald Trump y Kamala Harris, la Casa Blanca encontró en Milei a un aliado irrestricto en materia de seguridad y defensa.

Tokatlian apuntó una “tontería” perpetrada por Milei en una entrevista reciente con Susana Giménez. “No exigen nada y quiero ir a visitar China, así le hago un mangazo”, dijo el mandatario. “A la diplomacia del mangazo, a la Argentina, siempre le responden los actores con poder con la diplomacia del chantaje”, razonó Tokatlian.

El militado ascenso de Werthein

Gerardo Werthein agarró la papa caliente de la política exterior. A diferencia de Mondino, relativamente coherente en su rumbo ideológico, Werthein se mostró feliz por la reelección de Cristina Fernández de Kirchner en 2011. Fue kirchnerista, macrista y, ahora, mileísta. Militó fuerte su puesto en la Embajada de Estados Unidos, que acaba de dejar para asumir la cancillería.

Los grandes empresarios van llevando de la mano a Milei, en especial los que demostraron convicciones políticas cambiantes. En la primera década del kirchnerismo, Eurnekián (Corporación América), Werthein y Eduardo Elsztain (IRSA) se permitieron ir mucho más allá que otros colegas del gran capital en su valoración positiva de ese ciclo. Hicieron negocios con (o al amparo de) el Estado, multiplicaron su facturación y ello los llevó a elogiar una política económica intervencionista con palabras que hoy serían denunciadas por ellos mismos como el colmo del populismo.

En un episodio irregular por donde se lo mire, Werthein solventó el viaje en avión privado a Estados Unidos de los hermanos Milei, Santiago y Luis Caputo, y Nicolás Posse, en noviembre de 2023, en el primer destino internacional tras la victoria de LLA en el balotaje. También habría pagado un encuentro del presidente electo con Bill Clinton y lo acompañó a rezar a la tumba de Menachem Mendel Schneerson, el rebe de Lubavitch, vertiente integrista del judaísmo.

El Banco Mercantil fue un emblema de los negocios de Werthein durante la dictadura, La Caja marcó su salto al mercado de seguros gracias a las privatizaciones de Menem y Telecom representó el ingreso de la “burguesía nacional” a empresas estratégicas. Son algunas de las marcas asociadas a un apellido que comprende varios rubros y que se afincó en el agronegocio y las finanzas.

Vertientes W

Los W hoy tienen dos vertientes. La del canciller Gerardo y la del Grupo Werthein, con Adrián y su sobrino Darío como rostros más visibles. Al menos eso dicen los papeles, tras la separación de negocios en 2019.

Los activos del Grupo Werthein incluyen Gregorio, Numo y Noel Werthein SA en agronegocios (marca fundacional), Experta Seguros, Cachamai, los sistemas de televisión satelital DirecTV y Sky para Sudamérica, la productora Torneos, los canales DNews y DSports, el 50% de TyC Sports, el megaproyecto edilicio Udaondo en los terrenos del ex Tiro Federal, en Núñez –uno de los negocios más lucrativos entre los habilitados por la administración de Horacio Rodríguez Larreta–, la empresa de medicina SOI y la de software Overlabs.

La versión más difundida de la separación del Grupo Werthein y Gerardo radica en diferencias tras la venta de su paquete accionario en Telecom Argentina al Grupo Clarín, a instancias del gobierno de Mauricio Macri, en 2017. Fuentes empresariales agregan que Darío y Adrián querían alejarse del alto perfil mediático de Gerardo.

El canciller es accionista de El Observador, histórico diario económico de Uruguay que hoy sólo cuenta con edición digital. Desde allí derivó la marca de radio El Observador, que dirige Luis Majul, y otros sitios homónimos en desarrollo en otros países, como España y Estados Unidos. Esa plataforma encuentra entre sus socios a Bettina Guardia y Gabriel Hochbaum. La primera es esposa de Alejandro Bulgheroni –uno de los accionistas de Pan American Energy–, designada por Milei “embajadora de la Marca País”. Ahora, Bettina estará a las órdenes de Gerardo Werthein, su socio. Hochbaum, en tanto, es un accionista del Grupo América, de histórica relación con José Luis Manzano.

El Grupo Werthein también sería dueño de Radio Rivadavia, según una fuente al tanto de los manejos de esa empresa. La versión es desmentida tanto por los Werthein como por Alpha Media, la empresa de Marcelo Figoli, que además de esa radio mileísta declara en su portfolio a Splendid AM 990, Metro, Uno, Rock & Pop, Blue y LT3, Cerealista, de Rosario, además de la agencia Noticias Argentinas.

Es probable que los medios del Grupo Werthein, los del canciller Gerardo Werthein, Hochbaum y la embajadora Guardia de Bulgheroni y los más batalladores de Alpha Media correspondan a conglomerados independientes, sin relación entre sí. La coincidencia en una línea editorial que sostiene, da letra y reproduce a la alt-right criolla, con los condimentos violentos que aportan los hermanos Milei, sería mera coincidencia.

Desencuentros con Clarín

Un dato a tener en cuenta es que la trayectoria reciente de los Werthein los encuentra, reiteradamente, en veredas enfrentadas al Grupo Clarín, aunque haya sociedades compartidas, como la señal TyC Sports.

Por lo pronto, tienen espacios nítidos de competencia. Importantes tramos de Radio Mitre, TN y el diario Clarín se inscriben en el oficialismo más exacerbado al mismo nivel que segmentos de El Observador, La Nación+ y Radio Rivadavia. Los citados congregan casi la totalidad de los medios en los que Milei se hace entrevistar. Además, Clarín y los Werthein pujan en el mercado de la TV paga, con Cablevisión Flow y DirecTV, respectivamente.

La relación entre ambos conglomerados fue directamente conflictiva cuando los Werthein detentaban el manejo de Telecom Argentina y presumían que su socio italiano, Telecom Italia, había pactado con Héctor Magnetto el ingreso accionario de la principal empresa de medios. La pelea fue extenuante, en tribunales y en despachos oficiales. Finalmente, la llegada de Macri a la Casa Rosada allanó el camino para que la venta fuera oficial, sin intermediarios ni nombres fantasma.

El interés de los Werthein por los medios los encontró como socios de Daniel Hadad en Infobae, Radio 10 y C5N años atrás, y, en la última década del siglo pasado, como accionistas del Grupo CEI, la gran incursión mediática del menemismo que se evaporó ni bien se frustró el intento de rerreelección del riojano.

En años de oposición a Menem, Clarín denunció la avanzada del Grupo CEI como una amenaza a la libertad de expresión y las reglas sanas del capitalismo. Con la licitación por delante del espectro de 5G asignado a la estatal ARSAT, los cambios en la regulación que habilitan a los sistemas de TV satelital (DirecTV y Starlink, de Elon Musk) a brindar más servicios de telecomunicaciones y la presunta mudanza de la línea belicista de La Nación+ a América 24 permiten vislumbrar que lo que hoy es una convivencia tensa –pero de beneficio mutuo– entre Clarín y Milei podría ingresar en otro terreno.

Algo de eso se percibe en el hecho de que Milei se explaya a sus anchas en entrevistas guionadas en las que arremete contra figuras y accionistas del canal en los que se emiten, o suelta rabietas en X contra reporteros oficialistas por algún detalle insignificante.

No en vano, Joaquín Morales Solá se quejó en La Nación de que Milei vuelque su ira irrefrenable contra periodistas y medios “independientes” que le reconocen logros, y en cambio deja pasar a los “kirchneristas”, que no ven nada bueno en el ultra.

Ese memorable comentario del principal columnista del diario conservador no aclaró cuáles eran los medios “independientes”, aunque es fácil imaginar que se refería a los grupos que dirigen Julio Saguier (La Nación) y Magnetto (Clarín).

Esta nota fue publicada originalmente por eldiarioAR.com.

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