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Olivier Faure, secretario del Partido Socialista (PS), diputado y miembro de la coalición de izquierdas del Nuevo Frente Popular (NFP), durante una sesión parlamentaria.

Foto: Thomas Samson, AFP

Los centristas rompen la alianza de izquierda en Francia

11 minutos de lectura
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En julio, el Nuevo Frente Popular superó las expectativas al vencer a Marine Le Pen y ganar las elecciones parlamentarias francesas, pero la alianza se enfrenta ahora a una escisión, ya que partes centristas del Partido Socialista se rebelan contra el pacto con Francia Insumisa.

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A mitad de año, la izquierda francesa estaba en alza. Por segunda vez en dos años, sus partidos, a menudo enfrentados, formaron una alianza electoral, esta vez denominada Nuevo Frente Popular (NFP). Superó las expectativas en las elecciones parlamentarias, ganando más escaños que ninguna otra fuerza en la segunda vuelta del 7 de julio. No obtuvo una mayoría absoluta, pero privó a Emmanuel Macron de la estabilidad que decía buscar y negó a Marine Le Pen la victoria que tanto se esperaba.

Por un momento, Francia pareció ofrecer un ejemplo: si se puede unir a la izquierda y a la centroizquierda en torno a un programa radical, se puede derrotar a la extrema derecha. Sin embargo, una alianza que iba desde el exministro macronista Aurélien Rousseau hasta Philippe Poutou, del Nuevo Partido Anticapitalista, tapó muchas fisuras. Ahora están saliendo a la luz.

Ya cuando la izquierda francesa selló una alianza previa (Nueva Unión Popular Ecológica y Social, Nupes) para la contienda de 2022, varios senadores de la derecha del Partido Socialista (PS) se inquietaron por la decisión del líder del partido, Olivier Faure, de unirse. Se lamentaban de la “sumisión” del partido a la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon y temían que ellos, autodenominados “reformistas” de centroizquierda (cuyas reformas se inscriben de lleno en el marco del neoliberalismo), se vieran obligados a alinearse con el programa supuestamente revolucionario de Mélenchon.

Esta reticencia no ha hecho más que crecer desde entonces, incluso cuando el equilibrio de poder se ha inclinado en cierta medida hacia el PS, que reforzó fuertemente su cohorte de diputados en verano como parte del NFP. Las posturas de Francia Insumisa sobre Gaza y Ucrania y el estilo político de Mélenchon han provocado ataques regulares de esta ala del PS, así como de Place Publique, un micropartido cambiante que sirve a las ambiciones presidenciales del candidato liberal de izquierdas Raphaël Glucksmann.

Los miembros de esta facción del PS han roto a veces filas en las elecciones intermedias, incluidas las dos que se celebran actualmente. Los socialistas anunciaron un candidato disidente en la primera circunscripción de Isère, asignada a Francia Insumisa en los acuerdos del NFP en junio, antes de abandonar y apoyar al candidato oficial de Francia Insumisa-NFP. En Boulogne-Billancourt, el PS local ha anunciado unilateralmente un candidato en una circunscripción que el pacto del NFP asignaba a los verdes. La líder de los verdes, Marine Tondelier, ha declarado que “algunos juegan a juegos extraños a nivel local. Está fuera de lugar utilizar este tipo de métodos para hacer añicos el NFP”, y ha afirmado su apoyo a la candidata de los verdes-NFP, Pauline Rapilly-Ferniot.

Al contrario que en Isère, la socialista sigue en la carrera, aunque aún hay tiempo para que abandone antes de las elecciones previstas para febrero. Tondelier no emitió ninguna condena más contundente. Desde que su apuesta de ser la primera en romper el Nupes durante las elecciones europeas no le reportó ningún beneficio significativo, se ha autoproclamado artífice del consenso del NFP.

Francia Insumisa, que también reivindica el papel de defensora de la unidad, reaccionó con dureza a la ruptura de los acuerdos de junio. Nathalie Oziol, diputada de Francia Insumisa por la segunda circunscripción de Hérault, declaró a Jacobin: “Lo que hace el PS no es aceptable. Es una ruptura del acuerdo, al principio de la batalla principal, que es la batalla sobre el presupuesto”. Añadió que “las batallas internas en el PS no son los problemas de los franceses. Hace tres meses firmaron nuestro programa, y esperamos que lo cumplan”.

Elefantes

Las batallas internas a las que se refiere Oziol enfrentan a la dirección de izquierda del PS con una facción de derecha –compuesta principalmente por senadores, el expresidente François Hollande y alcaldes locales– que desea romper el NFP y trazar un rumbo separado. El actual líder del partido, Faure, considera que la unidad amplia de la izquierda es un objetivo estratégico clave. A principios de octubre, Hollande pidió una nueva figura para liderar el partido y abrirlo a personas como Glucksmann, el eurodiputado liberal que, aunque no es miembro del partido, encabezó su lista en las elecciones europeas de junio.

El expresidente Hollande dijo a Jacobin en su reciente firma de libros en Londres que “el PS debe cambiar de dirección en el sentido propio del término, que es permanecer fiel a sus ideales y a la idea de unidad. La unión de la izquierda es siempre un factor que ha permitido la victoria, pero debe seguir la orientación de la socialdemocracia porque la izquierda radical no puede ganar ni arrastrar a la izquierda en su conjunto [...] Esto es lo que hizo el nuevo primer ministro de Reino Unido [Keir Starmer] para ganar el poder: supo dirigirse a su propio partido, deshacerse de los que en la izquierda mantenían posiciones demasiado radicales, tranquilizar al electorado centrista y presentar un programa que pudiera convencerlo”.

Hollande y sus colegas hacen regularmente este tipo de declaraciones, atacando a Francia Insumisa, pero también a la dirección del PS, por aliarse con ellos. Un punto concreto de discordia para los hollandistas fue el hecho de que, tras el fragmentado resultado electoral de este verano, Macron estuviera aparentemente considerando a Bernard Cazeneuve, una figura de la facción de Hollande, para primer ministro, probablemente como parte de alguna amplia coalición “centrista” o de “unidad nacional”. David Assouline, miembro del Buró Nacional del partido, se mostró furioso con sus colegas por negarse a acordar por escrito que, por principio, no bloquearían la candidatura de Cazeneuve.

Para la facción pro Faure, se trataba simplemente de una trampa. Sarah Kerrich-Bernard, secretaria nacional del partido, declaró a Jacobin: “No es que no apoyáramos a Cazeneuve; lo que dijimos es que lo que importa es el proyecto. Y Cazeneuve era el único político de la izquierda que no apoyaba al NFP. En cualquier caso, Olivier Faure no dijo que no apoyaba a Cazeneuve, dijo que si Cazeneuve estaba dispuesto a defender el NFP con ciertas medidas simbólicas –por ejemplo, la cancelación de la reforma de la jubilación, que fue forzada por Emmanuel Macron el año pasado–, lo habríamos apoyado [...] Cazeneuve se reunió con Macron y le hizo entender que quería anular parcialmente la reforma de las pensiones, y fue descartado inmediatamente. Así que Macron estaba jugando con nosotros, intentando hacernos creer que podría haber nombrado a un primer ministro procedente de la izquierda, pero incluso desde julio era Michel Barnier a quien tenía en mente. Macron piensa que Francia está a la derecha y por eso debe aliarse con la derecha. Fue de mala fe, una trampa para dividirnos”.

Kerrich-Bernard añadió que los ataques de sus “adversarios internos” fueron de “mala fe” y que siguen impulsando esta línea “porque cuando dices cosas malas de tu propio partido, estas se difunden y generan revuelo”. Una de las exigencias de la facción hollandista es la celebración de un nuevo congreso del partido en el que la militancia votaría sobre la adopción de una nueva línea y liderazgo. Kerrich-Bernard cree que, incluso en ese caso, su facción mantendría el control: “Ellos [Hollande y compañía] tienen mucha más fuerza entre los dirigentes que entre los militantes del partido”.

Sobre la inconveniencia de una vuelta al protagonismo de la facción de Hollande, los fauristes y Francia Insumisa están de acuerdo. Oziol dijo a Jacobin: “Esto es algo muy antiguo: ya era la batalla entre François Hollande y Jean-Luc Mélenchon entre 2012 y 2017. Ahora tenemos el regreso de Hollande, quien fue prácticamente expulsado del cargo y ni siquiera pudo postularse nuevamente en 2017, lo que dio paso a Macron... y al caos político que enfrentamos ahora. Este no es el tipo de resurgimiento que uno desearía. En Francia Insumisa hemos estado luchando por un programa de ruptura, básicamente rompiendo con el neoliberalismo, el capitalismo y la extrema derecha. Proponemos una alternativa de medidas sociales, ecológicas y democráticas, como cambiar la Constitución. Hemos insistido en un programa de este tipo porque sabíamos que el riesgo era caer en este tipo de disputas sobre la línea política”.

En el PS, Kerrich-Bernard quiere mantener unida la alianza de izquierdas y duda de la conveniencia del consejo de Hollande: “Hoy en día el NFP es la principal fuerza política de la izquierda en Francia y el PS debería permanecer en él [...] No debemos volver a la línea de François Hollande, que es neoliberal y excesivamente abierta al mercado [...] François Hollande o Raphaël Glucksmann no pasarán la primera vuelta [de las elecciones presidenciales de 2027] porque no están suficientemente a la izquierda: son demasiado centristas. Los electores de izquierda quieren votar a la izquierda, no al centro, y los electores centristas votarán al candidato macronista, no van a votar a Hollande ni a Glucksmann”.

Sin embargo, algunos socialistas están totalmente en desacuerdo con ella a este respecto. Miembros de la facción de Hollande como Jérôme Guedj (que se negó a afiliarse al NFP) y Arthur Delaporte han señalado recientemente que no votarán el texto de Francia Insumisa que propone devolver la edad de jubilación a los 60 años.

En cuanto a la facción pro Faure, la estrategia está clara: presentar un candidato común al NFP que sea lo bastante izquierdista como para superar la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2027, pero lo bastante moderado como para atraer a los votantes centristas en la segunda vuelta. Hollande no está de acuerdo, señalando a Benoît Hamon, que dirigió una campaña presidencial socialista más a la izquierda en 2017 y obtuvo sólo el 6%. El expresidente declaró a Jacobin: “El PS debe ser la primera fuerza de la izquierda y conservar su pensamiento independiente para imponer una coherencia y una cohesión de las que carece actualmente. Cada vez que nos ponemos bajo la influencia de la extrema izquierda no podemos convencer a la gente”.

Desafío 2027

Francia Insumisa insiste, a su manera, en ir más allá de la coalición NFP. Los economistas Bruno Amable y Stefano Palombarini sostienen que la política francesa está estructurada por el conflicto entre tres bloques sociales que están representados políticamente por el NFP, el bloque macronista/gaullista y la extrema derecha. El enfoque de Francia Insumisa se detalla en un texto que adapta este análisis para argumentar que la única forma en que la izquierda puede reunir la coalición que necesita es activar a los miembros del “cuarto bloque”, es decir, los abstencionistas que aún no han elegido adherirse a uno de los otros tres.

Los sondeos muestran que los valores sociales y los intereses materiales de este grupo están relativamente más próximos a los votantes del bloque de izquierdas, y Francia Insumisa sostiene que sólo se les puede activar mediante un mensaje coherente de ruptura con el sistema político que han abandonado y el sistema económico del que se sienten defraudados. La unión de la izquierda es necesaria para añadir credibilidad y números a la coalición a favor de la ruptura.

Oziol declaró a Jacobin que “si [los socialistas] deciden alejarse del acuerdo, tienen que decirlo claramente y explicar por qué lo hacen, y eso significa que no habrá un candidato conjunto la próxima vez. Por ejemplo, Raphaël Glucksmann, con su partido Place Publique, ha sido muy claro al decir que ya no quiere una alianza con Francia Insumisa. Lo señalamos cada vez que el PS da un paso atrás en el acuerdo, porque es la disolución de lo que acordamos [en junio]”.

A la pregunta de si el NFP podría sobrevivir, Hollande coincidió con la especulación de Oziol de que podría haber más de un candidato en 2027: “Si hubiera elecciones legislativas mañana, sí, sería necesario reconstituirlo, quizá con un equilibrio de fuerzas diferente. Pero si fuera para unas elecciones presidenciales, habría dos candidatos, uno de la izquierda reformista y otro de la izquierda radical”.

Dos candidatos no significarían necesariamente una ruptura definitiva del NFP. Los “elefantes” del PS nunca apoyaron la anterior alianza Nupes en 2022 y varios de ellos se presentaron como disidentes contra el NFP en 2024. La cuestión sigue siendo cómo reaccionaría la izquierda blanda representada por los fauristas, los verdes y los comunistas (PCF) si se produjera una escisión.

El líder del PCF, Fabien Roussel, afirma que no se presentaría a otras elecciones aliado con Francia Insumisa, alegando que, de no haberse unido al NFP, habría conservado su escaño. Su porcentaje de votos había aumentado notablemente entre 2017 y 2022, cuando se unió a Nupes, mientras que en 2024 bajó un 3%. Sin embargo, incluso si hubiera conservado su total anterior, habría sido derrotado por la ola de apoyo a la extrema derecha, que lo eliminó en la primera ronda, lo que hace que su contrafactual sea inverosímil.

Presentándose como “el comunista que se atreve a decir no a Jean-Luc Mélenchon”, en 2022 el propio Roussel se presentó a las elecciones presidenciales en lugar de apoyar a Mélenchon, como había hecho el PCF en 2012 y 2017. Aunque Roussel sólo obtuvo un 2,3% de apoyo, la suma de los votos de Francia Insumisa y del PCF habría permitido a Mélenchon derrotar a Le Pen y pasar a la segunda vuelta.

Kerrich-Bernard dijo que la facción pro NFP del PS quiere que el candidato conjunto sea elegido en unas primarias de la izquierda “llevadas a cabo con la máxima transparencia posible”, al tiempo que subrayó que “Mélenchon no puede ser el candidato”. Manuel Bompard, de Francia Insumisa, ha criticado las primarias por divisorias e insiste en que unas primarias de la izquierda que dicten quién puede participar y quién no es “poco serio”. Cuando se le preguntó si se oponían sólo a Mélenchon o a cualquier candidato potencial de Francia Insumisa, Kerrich-Bernard dijo que “el punto de equilibrio” podría encontrarse en François Ruffin, Clémentine Autain “y otros”.

Ruffin y Autain son antiguos diputados de Francia Insumisa, pero se separaron de ella durante la campaña de las elecciones legislativas después de que salieran a la luz noticias de que habían estado planeando una nueva formación y de que dos de sus estrechos colaboradores fueran expulsados de Francia Insumisa. La relación entre Francia Insumisa y Ruffin en particular se ha agriado desde su salida, y muchos de sus miembros de base no verían con buenos ojos que se les pidiera que apoyaran a Ruffin.

Parte de la razón de las alianzas intermitentes de la izquierda es el propio sistema electoral. En las elecciones parlamentarias, en las que hay que ser el primero en las circunscripciones locales, los partidos de izquierda no tienen ninguna posibilidad si no están unidos, lo que exige pactos como el Nupes y el NFP. En las elecciones presidenciales, sin embargo, los líderes de cada partido aspiran sobre todo a vencer a los demás, a convertirse en el candidato con la “dinámica” necesaria para hacerse con el voto táctico y drenar el apoyo de los demás.

Aunque antes de la última carrera presidencial de 2022 hubo un intento de forzar unas primarias en los partidos de izquierda, fracasó estrepitosamente. En su lugar, cada uno de ellos presentó candidatos rivales, con los verdes, el PCF y los socialistas obteniendo cada uno de ellos un resultado de un solo dígito, mientras que Mélenchon obtuvo el 22%. Sin embargo, aunque el NFP se disuelva, no hay garantías de que todos se separen, y se rumorea que podría haber una alianza Francia Insumisa-Verdes para las elecciones municipales de 2026. En un período de intensa agitación, los acontecimientos podrían reorganizar la baraja y deshacer o recrear alianzas de muchas maneras. Sin embargo, el incentivo para la unidad desde la perspectiva de cualquier partido individual de la izquierda es débil.

Esta inestabilidad podría tener efectos inmediatos. El gobierno de Barnier tiene dificultades para aprobar su presupuesto de austeridad, y Le Pen sopesa la posibilidad de derrumbar al gobierno. En este contexto, las diferencias entre los dos polos de atracción de la izquierda –el PS y Francia Insumisa– son más evidentes que nunca.

Mélenchon quiere desbancar al presidente, argumentando que “la destitución de Macron es una necesidad” y que este es “el único medio para devolver el poder al electorado y resolver la crisis política que el presidente creó [al convocar elecciones anticipadas en junio]”. Hollande insiste en que no debe haber elecciones presidenciales, para no asustar a los mercados, y quiere encontrar un primer ministro que pueda contar con una mayoría. Esto abre la puerta a que el PS apoye al bloque de Macron en un renacimiento de algo parecido a la anterior propuesta de Cazeneuve.

A pesar de las a veces cálidas conversaciones sobre la unidad, la lucha por el poder en la izquierda no cesa. Las próximas elecciones presidenciales ofrecen la oportunidad perfecta para que los partidos más pequeños intenten mejorar su posición. Ya están luchando por sus lugares, preparados para cuando llegue ese día.

Este artículo se publicó originalmente en Jacobin.

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