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Malos augurios y buenas realidades

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Las referencias a los cambios en la reglas de juego que generan las iniciativas gubernamentales han sido frecuentes en los últimos años y lo son más al acercarse el período electoral. La amenaza que está detrás de ese argumento es que esos cambios determinarán un freno en las nuevas inversiones.

Este tipo de advertencias es muy seria en una economía capitalista, en que gran parte de las inversiones son de origen privado.

Quienes más activos han estado en la denuncia de estos cambios en las reglas de juego y en anunciar las consecuencias que tendrían han sido los dirigentes de las dos principales organizaciones de empleadores del sector agropecuario y sus allegados. Fueron notorias, ante las iniciativas del gobierno en el campo tributario, algunas expresiones como: “las actuales reglas de juego no fueron las que se plantearon a aquellas personas que en su momento decidieron invertir” o “claramente las reglas de juego cambian”, y finalmente: “por eso advertimos, cuidado con provocar un parate”.

Como consecuencia del impuesto al patrimonio, “se harán menos praderas, tendremos menos fertilizaciones, alambrados, menos de todo”, han advertido.

En este punto, es importante el auxilio de datos de la realidad, partiendo de la información de fuentes oficiales, como la Oficina de Planificación y Política Agropecuaria y la Dirección de Estadísticas Agropecuarias del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, y el Banco Central del Uruguay.

Entre otras cosas, esos datos muestran que el producto agropecuario -medido en dólares- se multiplicó por 3,6; que entre 2000 y 2013 creció el valor de las importaciones de medios de producción agropecuaria; en particular el de las cosechadoras se multiplicó por 4, los tractores por 6 y el volumen de fertilizantes por 2,2. Las importaciones de pivots para riego, que comenzaron de cero en 2008, alcanzaron a 160 en 2013.

El precio de la tierra expresa, quizás como ningún otro, las expectativas de rentabilidad y las condiciones del entorno en el mediano y largo plazo, incluyendo las famosas reglas de juego. Entre 2004 y 2013, el precio medio de la tierra en dólares corrientes no dejó de crecer y entre ambos años se multiplicó por 5,4. A precios de 2004, el valor total de la tierra de uso agropecuario -unos 16 millones de hectáreas en total- era de 10.626 millones de dólares y en 2013 alcanzaba 57.184 millones, valor superior al de todo el Producto Interno Bruto de Uruguay ese año. La tierra de uso agropecuario es el mayor valor de los activos tangibles del Uruguay.

Ya fuera por errores de apreciación, la legítima expresión de intereses o el posicionamiento político, y a juzgar por las cifras anteriores, los augurios negativos y catastróficos sobre las inversiones no se cumplieron. Habría que decir que, afortunadamente para todos, no se cumplieron dichas previsiones porque las inversiones y el crecimiento del agro son muy importantes, no sólo porque generan empleos y dan un ingreso a quienes participan directamente en la actividad, sino también porque proveen de insumos a dos tercios de la industria y en conjunto con ésta generan 70% de las exportaciones de bienes del país.

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