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Trabajo médico, remuneraciones y corporativismo

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Ser médico ha significado históricamente desempeñar una profesión con prestigio, estatus y relevancia social, tanto para el profesional y su entorno como para la sociedad en general. Esta situación ha ido cambiando a lo largo del tiempo y más aceleradamente en los últimos 30 años.

Algunos elementos que han contribuido a esta pérdida de valoración social de la profesión tienen que ver con cambios en la sociedad respecto a ciertos referentes, por ejemplo los educadores, los adultos mayores. Por otra parte, existe la percepción de que los médicos ya no se forman con motivos altruistas y de servicio social, sino persiguiendo rédito económico, más cercano a la idea del médico empresario.

Por otro lado, hay profesionales que han perdido la práctica de examinar, de “conversar”, de hacer un correcto interrogatorio y un examen físico, de explicar; en definitiva, de generar empatía y confianza, lo que lleva, en ocasiones, a errores de diagnóstico. Esta situación también influye en terapéuticas que involucran poco al usuario, al que reducen a un rol pasivo y obediente. Existe hoy una menor tolerancia de los pacientes respecto de actitudes tildadas de soberbias, prácticas paternalistas y la falta de comunicación de los médicos. Esto no sólo afecta a los médicos, sino que muchas veces se manifiesta en todo el equipo de salud. Es una forma de reafirmar relaciones de poder por estar “del otro lado del mostrador”, perdiendo de vista que somos todos “de carne y hueso”. En la última semana se logró acordar con el Poder Ejecutivo y las empresas ampliar el tiempo de consulta por usuario. Creemos que es un paso importante si –y sólo si– se modifican las prácticas institucionales y personales de entender al otro, en este caso al usuario, como persona con derechos y deberes, con necesidades y obligaciones. Debemos estar muy atentos a que no se generen “perversiones” que, en definitiva, no cambien nada. Estas distintas alternativas dependen también de los usuarios del sistema de salud, que hoy están organizados y pueden defender sus derechos.

En este sentido debemos mencionar también la creación de los cargos de alta dedicación (que establece mayor carga horaria y mayor remuneración), que apunta a reducir el multiempleo y modificar las prácticas de trabajo. Estamos convencidos de que ese es el camino.

Remuneraciones

Las remuneraciones son y han sido motivo de debate en las distintas profesiones que conforman la fuerza de trabajo en nuestro país. Y así debe ser, en tanto el salario es un mecanismo de distribución de la riqueza en la sociedad.

En el caso de la salud, la base de remuneraciones se estableció en el laudo del grupo 40 (hoy grupo 15) en 1965, junto con las respectivas categorías laborales. En 1993, luego de un conflicto de 100 días en el subsector médico, las especialidades médico-quirúrgicas y anestesistas acordaron con las empresas, y el Poder Ejecutivo homologó el ajuste de la remuneración por acto médico. Dicho acto médico existía desde 1965, pero representaba un valor marginal en la remuneración general. Esto trajo muchas modificaciones de las cuales señalaremos dos: a) la “liberación” de los copagos moderadores (tickets y órdenes) como mecanismo para financiar los incrementos de salario y funcionamiento de los prestadores de salud; b) la progresiva distorsión en el funcionamiento del trabajo médico, tanto por el incentivo de actos realizados (demanda inducida) como por lo que significó en la interna del cuerpo médico, creando una importante distorsión salarial. Se generó una “clase A” y una “clase B” de médicos, además de inducir a la mayor sobreespecialización, en detrimento de la medicina general y familiar.

Es un período en el que se profundiza el fenómeno de distanciamiento en el vínculo médico-paciente, usuario tratado “como un número más”, con un médico que no toca, no examina, no conversa, por consiguiente también errores de diagnóstico por carencia de tiempo.

Corporativismo

Nuevamente, 25 años después del “gran ajuste” de 1993, nos encontramos en una situación conflictiva, que por parte de las Sociedades Anestésico Quirúrgicas, busca profundizar y consolidar una situación en la que se entrevera la plata con el “deber ser” de la profesión médica. No cuestionamos la justa remuneración; en lo que no estamos de acuerdo es con los instrumentos que se quiere utilizar y que han demostrado que sirven para un pequeño grupo (unas 1.400 personas) dentro del colectivo (unas 14.000 personas). Un pequeño sector corporativo que, por otra parte, muestra una férrea resistencia a la reforma del sistema de salud, que, más allá de las debilidades y carencias en el proceso, ha demostrado que es el camino que debemos transitar.

Tecnologías innovadoras y relación con el usuario

Humanizar el trato y empoderar a los usuarios son aspectos importantes para alcanzar una mayor calidad en la atención de la salud. Tenemos un escenario presente y futuro en el que nuevas tecnologías, como la historia clínica electrónica, la telemedicina, los dispositivos de control de síntomas a distancia, la informatización de procedimientos administrativos y técnicos, generan mayores posibilidades y también riesgos. Los usuarios disponen hoy de acceso amplio a internet, cuentan con redes como Ceibal e Ibirapitá, que pueden ser formas de ejercer derechos. Afirmar una política nacional de tecnología que no nos deje atados a los intereses económicos involucrados y a nuevos corporativismos, sino que priorice los objetivos sanitarios y el bienestar de la población, pasa a ser fundamental. Poner la innovación tecnológica al servicio de un modelo de atención integral es una cosa, y convertirla en la punta de lanza del modelo curativo, asistencialista y mercantilizado, sujeto a poderes corporativos, es otra muy distinta.

Francisco Amorena fue representante de los trabajadores en la Junta Nacional de Salud.

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