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Las ideas políticas de dos diputados colorados

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En su edición del 13 de enero la diaria entrevistó a los diputados electos por el Partido Colorado (PC) María Eugenia Roselló y a Felipe Schipani, y ambos realizaron declaraciones sorprendentes: la diputada sostuvo en dos oportunidades que está estudiando la idea de reducir a seis horas diarias la jornada laboral, y el diputado, que insistió en reclamarse continuador del batllismo (de José Batlle y Ordóñez), sostuvo al mismo tiempo que Ernesto Talvi (a quien dice admirar) “es el líder del partido, por los votos, y el líder institucional es [Julio María] Sanguinetti. Compartir el poder es una cosa buena y le da unidad al PC”. Es conveniente recordar que esta entrevista fue conjunta porque ambos fueron electos por el Movimiento Ciudadanos, dirigido por Talvi, y además porque constituyen una pareja.

Son declaraciones muy sorprendentes porque, fuera de toda duda, el resultado de las elecciones nacionales de octubre, según unánimes interpretaciones nacionales e internacionales, arrojaron un triunfo de la derecha (apoyada por la ultraderecha) sobre la centroizquierda, que podría estar representada por el Frente Amplio (FA).

Analicemos ligeramente lo más evidente: la legisladora, que declaró “estar estudiando” un proyecto de ley de seis horas, al mismo tiempo calificó al batllismo (del que dice también provenir) de “centro”, cuando la literatura histórica más recibida lo consideró –para su época– de “izquierda” o “centroizquierda”.

Algunos antecedentes

Talvi, reputado economista, ha defendido con mucho vigor la vigencia de “las leyes del mercado” y se mostró muy partidario de reducir la intervención estatal en materia económica. Sanguinetti, fuera de toda duda, es la derecha del PC. Ambos coincidieron en asociarse con el Partido Nacional, dirigido actualmente por Luis Lacalle Pou, partido con una larga trayectoria conservadora que, en algunos momentos históricos, contó en sus filas con movimientos (minoritarios) más progresistas. Los dos partidos tradicionales también se asociaron con nuevos grupos surgidos recientemente: Cabildo Abierto (ultraderecha), el Partido Independiente y el Partido de la Gente (muy minoritarios y bastante indefinidos). Esta coalición “multicolor” fue notoriamente apoyada –directa e indirectamente– por el sistema massmediático, que difundió y amplió el concepto y la sensación de inseguridad, además de silenciar los avances socioeconómicos reales que se produjeron en los tres períodos de gobierno del FA.

Contradicciones notorias

Electoralmente, el país quedó dividido en mitades (aproximadamente) en la composición del Parlamento. Pero no es seguro que la opinión pública continúe siendo la misma, y varios anuncios de las primeras medidas que adoptaría el nuevo gobierno hacen prever que pierda parte del apoyo que obtuvo en el momento de las elecciones.

Esto podría explicar en parte estas declaraciones que comentamos. Serían un intento de desvincularse, mediante promesas irresponsables y sin ningún respaldo, de una impopularidad previsible. Es decir, en otros términos, se trataría simplemente de una manipulación demagógica. Una aplicación de técnicas provenientes de la publicidad. Somos un producto bueno, solvente, aunque estemos asociados con otros que no merecen la misma confianza.

Otra interpretación, más benévola, parece surgir al final de la entrevista. Cuando se les preguntó qué implica ser batllista hoy, la diputada Roselló contestó: “El batllismo está presente siempre en todo lo que tiene que ver con derechos. [...] El batllismo creó las ocho horas en su momento, cuando la familia era totalmente distinta de lo que es hoy en día. Antes era solamente el padre el que salía a trabajar; la madre se quedaba en la casa. Ahora todo cambió y está más loco; por eso requiere un ajuste”. Y el diputado Schipani dijo: “Ser batllista es tener una mirada hacia el futuro, responsabilidad social y creer que el Estado tiene que cumplir un rol importante en la distribución de la riqueza, porque no puede quedar todo librado al mercado”.

Estas respuestas (que parecen dirigidas a un sector del electorado con poca formación) no abordan la resistencia que seguramente ejercerán los propietarios de los medios de producción, que ahora están comprando máquinas para sustituir a seres humanos con el fin de reducir sus costos. Conducen más bien a la idea de que es posible mejorar la sociedad “por un acuerdo entre todos los hombres de buena voluntad”, cuando, en la realidad, se trata de una lucha de clases. O, si se prefiere otra formulación, de imponer una mayor racionalidad en un conflicto de intereses opuestos.

Roque Faraone es escritor y docente.

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