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Medioambiente limpio... fronteras seguras

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¿Por qué Los Verdes se aliaron con la derecha en Austria?

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Una vez más, Austria es un laboratorio de experimentos políticos. El martes 7 de enero asumió el nuevo gobierno del canciller conservador Sebastian Kurz (33 años) y el vicecanciller verde Werner Kogler. En los hechos, se trata de dos partidos que, a su manera, representan el zeitgeist (espíritu de la época), que salieron masivamente fortalecidos de las últimas elecciones para el Consejo Nacional en octubre de 2019 y se han unido para formar gobierno. Esto no podría ser más inusual y contradictorio: por un lado está el nuevo Partido Popular Austríaco (ÖVP, por su sigla en alemán), liderado por Kurz, que ha pasado de ser un partido socialcristiano a convertirse en un partido populista de derecha, con un caudal de votos de 37,5%, al haber atraído a los votantes del aun más derechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ, por su sigla en alemán) en las elecciones para el Consejo Nacional de 2017 y 2019. Por otro lado están Los Verdes, que habían quedado sin representación parlamentaria en 2017 y el año pasado, con mucho viento de cola del movimiento Fridays for Future y con un robusto y relajado candidato, Kogler, tuvieron un regreso brillante, con 13,9% de los votos.

Kurz hace hincapié en la necesidad de seguridad e identidad después de la crisis de refugiados de 2015, mientras que Kogler pone el énfasis en la urgencia política de la crisis climática. La alianza verde-turquesa, como se la llama en Austria por los colores de los partidos, quiere servir a ambos elementos: el populista de derecha, a veces nacionalista, del ÖVP, y el ecológico de Los Verdes.

¿Cómo se supone que se combinarían? Kurz vende su segundo gobierno no como una solución de compromiso, sino como “lo mejor de ambos mundos”, una especie de coexistencia. También podría ser visto como un proyecto ecológico nacional, que suprime la contradicción entre populismo de derecha y protección del clima alimentada por Donald Trump y sus amigos. Medioambiente limpio, fronteras seguras: aquí surgen nuevos puntos de contacto estratégicamente interesantes.

Por lo tanto, el programa de la coalición no se lee como algo monolítico, sino más bien como un patchwork. Allí se encuentran claros elementos de política simbólica al estilo Kurz, como la prohibición del velo islámico hasta los 14 años en las escuelas, el énfasis en la lucha contra el islam político y la controvertida detención preventiva. Todos estos proyectos, sin excepción, ya habían sido negociados con el FPÖ.

Luego está lo que desean Los Verdes, como la abolición del impuesto a los tampones (palabra clave: política simbólica), un sólido paquete de medidas de transparencia y anticorrupción, un impuesto sobre los boletos de avión (que sin embargo seguirá siendo más bajo que en Alemania) y la entrada en vigencia del sistema de tarifas para las emisiones de dióxido de carbono, que se ha pospuesto hasta 2022.

También es inusual que la coalición verde-turquesa se dé permiso para romperse de manera controlada. En caso de que una nueva crisis de refugiados tense demasiado la alianza, el pacto de coalición prevé un modo de crisis. El ÖVP puede buscar otras mayorías para medidas duras en materia de política de fronteras en el Parlamento. El FPÖ –viejo socio favorito de Kurz–, por supuesto, está listo.

Estas son grandes concesiones, especialmente para un movimiento como Los Verdes, que siempre afirmó altos estándares morales.

¿Cuántas convicciones sociopolíticas están dispuestos a sacrificar Los Verdes para formar parte por primera vez del gobierno, “educar” al país y ecologizarlo? ¿Qué tan serio es el argumento de que sólo la participación de Los Verdes en el gobierno puede evitar otra coalición de derecha (entre conservadores y extrema derecha)? Los últimos días se ha repetido como un mantra que la razón de Estado y la responsabilidad exigirían no ir rumbo a esta coalición. En el congreso federal de Los Verdes, casi el parlamento del partido, el programa de coalición verde-turquesa recibió una impresionante aprobación de 93% después de debates duros, por momentos violentos.

El ecologismo parecía ser una bandera progresista. Sin embargo, la alianza entre Los Verdes y la derecha en Austria muestra que las consignas ambientalistas se pueden compatibilizar con proyectos políticos reaccionarios.

Pero es incluso más interesante –especialmente para aquellos que ahora, con la alianza verde-turquesa, temen que se desangre la socialdemocracia en Austria– todo lo que no está en el pacto de coalición.

¿El año 2020 marca el momento en que el movimiento ambientalista, con casi 40 años de historia, desplazará definitivamente como movimiento sociopolítico progresista a la socialdemocracia, que está entrando en su segundo siglo de existencia? ¿Son Los Verdes la nueva socialdemocracia y es la alianza verde-turquesa el primer ensayo de campo de esta hipótesis en Austria?

Para el sociólogo austríaco Christoph Hofinger, una coalición verde-turquesa habría ofrecido a Los Verdes –desde el punto de vista del Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ)– una oportunidad potencialmente peligrosa para relevar a la socialdemocracia del papel de representante de los socialmente débiles: “¿Conservar nuestro planeta es acaso la promesa del paraíso? ¿O la promesa del paraíso es más amplia, como lo es también la promesa de una sociedad en la que existan todas las posibilidades y en la que diferentes grupos, cada uno con diferentes recursos, se vinculen entre sí y en la que también sea posible ser reconocido en la comunidad, independientemente de los recursos con que se ha nacido?”.

Bajo el liderazgo de Kurz, el ÖVP está claramente posicionado como lobbista de la economía y la industria, los empleadores, los contribuyentes y los proveedores de servicios. Durante la Gran Coalición conservadora-socialdemócrata, el SPÖ era la contraparte lógica como partido de los trabajadores, de los socialmente desfavorecidos, de todos aquellos que necesitaban la ayuda del Estado.

Sin embargo, el salto de Los Verdes de partido de lobby ecológico a partido de lobby social no se puede leer desde el programa partidario verde-turquesa. Todo lo contrario. En términos de política económica, se mantiene el rumbo de la alianza azul-turquesa (derecha-extrema derecha), con déficit cero, una reducción en el impuesto corporativo (impuesto sobre las sociedades) a 21% y la finalización del impuesto a los millonarios, que no tendrá reemplazo. Si bien las tasas de impuesto sobre la renta se reducen de 25% a 20%, de 35% a 30% y de 42% a 40%, no están previstas exenciones para aquellos que no pagan impuestos. El “bono familiar”, una de las medidas más populares de Kurz a partir de 2019, también se incrementará. Dependiendo de cuánto paguen en impuestos, los padres de familia pueden amortizar hasta 1.750 euros anuales por cada hijo. Los que no pagan impuestos se van con las manos vacías.

Kurz y Kogler, mencionados en los medios como “K.u.K” (forma abreviada en alemán de “imperial y real” en la época del Imperio austrohúngaro), abordan las agendas clásicas de distribución, como el impuesto a la herencia y la riqueza, tan poco como los dos problemas sociales y políticos más apremiantes de Austria, además de la crisis climática: la necesidad de una gran reforma de los sistemas escolar y previsional.

Entonces, ¿qué queda por ahora? El canciller Kurz, como publica The New York Times, ha demostrado una vez más sus habilidades como “camaleón político”. Puede continuar su estricto rumbo populista de derecha, sumándole un bonus ecológico acorde al zeitgeist y restándole algunos episodios aislados de extremismo de derecha.

Barbara Tóth es periodista. Esta columna fue publicada en Nueva Sociedad.

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