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Foto: Ilustración: Ramiro Alonso

Política y economía: fundamentos conceptuales

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La evolución de la realidad nacional durante los últimos meses nos muestra, entre otras cosas, que hemos reflexionado muy poco sobre política y ‒en particular‒ que no hemos recurrido a apoyarnos en un planteo conceptual de fondo al respecto, teniendo en cuenta todos los aspectos que están en juego cuando aludimos a esta actividad crucial de los seres humanos. Por esta razón, quisiera alentar con esta nota una reflexión que considero fundamental y que involucra a la política, la economía y la política económica.

Creo que una primera aproximación puede ser la que nace en el carácter humano de las conductas que calificamos con el rótulo de “política”. Hay una segunda que dirige el acento a la acción partidaria, y también hay una tercera cuyo punto central de referencia es metodológico y tiene que ver con el papel epistemológico en la validez científica de la política económica como parte de las disciplinas de carácter social. Aunque no es el único, el episodio que ha tenido como protagonista al economista Ernesto Talvi pone en juego todas las aristas que quisiera abordar en esta nota.

En primer lugar, su decisión de abandonar la actividad política, tal como está formulada y fundamentada, tiene que ver con lo que definimos como política partidaria y no con la perspectiva humana de la actividad. En otras palabras, no hay ninguna intención de rechazar esta necesidad humana fundamental. Al contrario, el propósito es defenderla, reconociendo su papel decisivo en la transformación de la realidad, y aceptando que sin ella sólo ganan los que quieren que todo siga igual. Los cambios no caen del cielo, surgen y se concretan haciendo política.

Pero esta actividad humana también es practicada con otros fines, escenario en el que aparecen como factores decisivos los sectores partidarios, que dedican su acción a asegurar predominios en la distribución del poder, incrementos en las posibilidades de esa distribución, apuestas a candidaturas presidenciales en el futuro y ‒adicionalmente‒ las condiciones de prebendas y privilegios que van asociadas a los objetivos buscados en el terreno de la política partidaria.

Lamento profundamente la decisión de Talvi. Más allá de las evidentes diferencias ideológicas que tenemos y a cuya influencia me referiré más adelante, lo considero uno de los actores políticos más solventes de este país. No tengo derecho ni evidencia alguna para decir lo que voy a decir, pero tengo para mí que, durante estos meses de peripecia personal, Talvi comprobó actitudes y acciones que tuvieron mucho más que ver con el acceso al poder que con la transformación de la realidad. Y resolvió rechazar esta situación con una actitud tajante: no quiero ser parte de esto. Y por eso permítanme decir que, preocupándome y constatando la pérdida que ello significa, entiendo perfectamente esta decisión.

Los cambios no caen del cielo, surgen y se concretan haciendo política. Pero esta actividad humana también es practicada con otros fines, orientada según el interés de los sectores políticos.

Nos queda un punto de vista esencial, a partir del cual –en realidad– deberíamos basar toda la reflexión acerca del papel de la política en la sociedad. Así, las propuestas políticas –cualquiera sea su finalidad– constituyen el producto de reflexiones, análisis, intercambio, estudios que en su conjunto van conformando ideas que, organizadas de acuerdo con una estructura, pueden ser definidas como ideología. Y es este el punto de partida de la trayectoria metodológica, y en particular, epistemológica, en el marco de un proceso social. Sólo la evidencia puede transformar las hipótesis ideológicas iniciales en verdaderas leyes de funcionamiento de la realidad que se estudia. Sin ella no dejarían de ser meras posturas ideológicas.

Es sólo considerando integradamente y en conjunto todos los factores involucrados en los tres grandes perfiles de la política que podremos comprender su papel en la evolución de una sociedad. Es cuando se comienza a buscar evidencia que respalde las posturas ideológicas que se inicia el descenso del nivel de abstracción del análisis y este se torna más profundo y detallado. A veces se avanza por este camino. En otras no resulta posible por diversas razones. Lo que queda es sólo ideología.

Dicho sea de paso, sólo por este camino es que se puede pronosticar un fracaso político de la coalición de gobierno. Esa que fue conformada a partir de una gran coincidencia ideológica: sacar al Frente Amplio del gobierno. La gran ausencia de evidencia política en apoyo de esa coincidencia de origen sólo puede permitir pronosticar el fracaso referido.

Política hay siempre, sea cual sea la perspectiva desde la cual tenemos en cuenta las acciones públicas y privadas sobre el escenario considerado. Y nunca serán suficientes los esfuerzos que hagamos para defenderla. No nos puede pasar algo que me tocó escuchar hace un tiempo. Dialogaban un periodista y un analista. Este último se esforzaba por demostrar la solvencia profesional de su análisis. En un momento dado, el periodista quiso saber lo que ocurriría con otro enfoque. Y fue entonces que el analista contestó: “Para eso están los políticos”, En otras palabras, para guiarnos por la senda que él consideraba la peor alternativa al respecto. Jamás podrá abandonarse la lucha frontal contra una postura como esta. Tenemos la enorme responsabilidad de evitar que progresen concepciones como la que se desprende de esta posición.

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