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El plebiscito en América Latina

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Saber elegir el eje sobre el cual plebiscitar es fundamental, tanto en términos políticos como electorales.

No todas las preguntas ordenan a la población de la misma manera. Existen algunos asuntos cotidianos que generan más división que otros en su respuesta. A veces nos encontramos ante temas que provocan una repartición de preferencias casi idéntica, en dos mitades. Y también concurren aquellos casos en que encontramos grandes consensos, sentidos comunes que sólo excluyen a una minoría muy marginal.

La construcción de una mayoría parte de esta caracterización, identificando con la mayor precisión posible qué ejes distribuye de una manera u otra. Pero siempre sin descuidar una máxima: esto no se trata de un juego de mesa en el que el único objetivo es ganar la partida, aunque sea renunciando a tus ideas. Dicho de otro modo: un proyecto político se basa en sus convicciones. Y, por tanto, la mayoría tiene sentido y será sostenible políticamente siempre y cuando se aglutine en torno a principios, criterios y juicios afines. No vale cualquier sumatoria si esta es contraria adonde quieres llegar.

Un buen ejemplo para entender mejor esta discusión política es lo ocurrido recientemente en Chile. El progresismo acertó en la definición del plebiscito planteado a la ciudadanía, en base a tres dimensiones correlacionadas entre sí: 1) Sí o No a la vuelta a las ideas pinochetistas, 2) Sí o No a un modelo económico neoliberal fallido, caracterizado por una bonanza macroeconómica con gran malestar microeconómico, y 3) Sí o No a nuevas reglas constitucionales.

Lo más consistente de esta forma de construir mayoría fue que la primera fase tuvo una base genuina. La gente dijo “basta ya a un modelo” en movilizaciones sociales que desbordaron la lógica partidaria vigente hasta entonces. Eso, posteriormente tuvo su correlato en el referéndum, que tuvo lugar finalmente el 25 octubre de 2020, donde se votaba a favor de la redacción de una nueva Constitución con participación de todos los sectores de la sociedad. La mayoría fue evidente: 78,28% dijo Sí.

En esa misma senda está lo acontecido recientemente con las elecciones a la Presidencia. De nuevo, el plebiscito estuvo bien fijado, en base a los ejes previamente comentados. Y la mayoría votó con porcentajes idénticos a los resultantes en 1988, cuando se decidió la continuidad o no en el poder de Augusto Pinochet. En aquella ocasión fue 55,99% en contra de la dictadura y 44,01% a favor. Esta vez el resultado es el mismo (Boric 55,9%; Kast 44,1%).

El progresismo chileno encontró, así, un eje plebiscitario sobre el cual forjar una gran mayoría. Pero este es su punto de partida, y no de llegada. La clave, a partir de ahora, será seguir buscando y encontrando cuáles son los nuevos ejes que habiliten poco a poco una mayor cohesión de la mayoría lograda; y, al mismo tiempo, dedicar el máximo esfuerzo para convencer, argumentar y persuadir en aquellos otros ejes en los que son minoría. Porque la política también es eso. No sólo hacer clic con una mayoría existente, sino conformarla hacia delante en aquellos principios afines.

A veces nos encontramos ante temas que provocan una repartición de preferencias casi idéntica, en dos mitades. Y también concurren aquellos casos en que encontramos grandes consensos, sentidos comunes que sólo excluyen a una minoría muy marginal.

Este enfoque es válido para Chile y para otros procesos en América Latina. En cada país hay un plebiscito que detectar.

Se ha logrado en Perú, donde la victoria electoral de Pedro Castillo reflejó que hay una mayoría que no quería caminar más por el sendero neoliberal. Seguramente ese era el único plebiscito que se podía ganar, juntando a tantas corrientes variopintas. Y, de ahora en adelante, estamos en “veremos”, según se sigan fabricando mayorías sobre temas puntuales que preocupen a la ciudadanía.

O en Bolivia, donde 55% dijo No al golpe de Estado y al gobierno de facto resultante. Ese porcentaje no es exactamente el que apoya al MAS (Movimiento al Socialismo). Y eso se puede comprobar en la diferencia de siete puntos que hubo entre las elecciones de 2019, con Evo Morales ganando con 47%, y el valor con el que ganó Luis Arce (55%). Los ejes plebiscitarios fueron diferentes y los resultados también.

En Argentina el antimacrismo fue el eje elegido para la victoria del Frente de Todos en 2019. Y después probablemente haya costado encontrar nuevos marcos plebiscitarios para seguir consolidando políticamente la mayoría electoral. He aquí el desafío hacia delante que tiene el proyecto progresista en este país: hallar asuntos relevantes que sirvan de “punto de encuentro” entre los distintos electores y sectores del Frente.

El contraejemplo es Ecuador. La línea divisoria en la última cita electoral no se logró ubicar donde más le convenía al progresismo, por múltiples razones. Por ejemplo, se planteó un plebiscito contra Lenín Moreno, pero eso no garantizó la victoria del correísmo, porque, en parte, una porción de la ciudadanía no los consideró totalmente diferentes. Otro ejemplo es la elección del lawfare como eje plebiscitario, que no siempre es efectivo para ordenar mayorías.

Y el próximo año tenemos elecciones presidenciales en dos plazas importantes: Colombia (mayo) y Brasil (octubre). Tanto Gustavo Petro como Lula tienen claras opciones de victoria, según todas las encuestas. El plebiscito que se logre instalar será definitivamente determinante para saber si se logra la mayoría electoral suficiente para comenzar a gobernar con proyectos diferentes al neoliberalismo. Veremos.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

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