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El aire de la ciudad se ha vuelto viento: una sacudida para cambiar el mundo

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Manifiesto por una ciudad decente.

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A quienes miran el mundo y no se conforman, un aviso: no abran el paraguas.

Se declara tormenta. Viene el aguacero. Los grandes plataneros de sombra bailan con la lluvia.

Locos, locas, soñadores reunidos. Los cabellos húmedos, la mirada afiebrada. Estamos despertando.

Brotan las espigas, el día es hoy, no se pospone más.

Desistan del calendario. Cronos sólo mira para el futuro. Es tiempo de primaveras.

El aire de la ciudad se ha vuelto viento, una tempestad que nos riza las pestañas.

Las viejas ideas se han refugiado en el puente de mando. El lápiz meticuloso del burócrata, que dibuja la palabra “no” con su intrincada caligrafía, no nos sacará del laberinto.

Cambio de traje, ya no queremos coraza. Somos como las serpientes, dejamos atrás la piel reseca y apergaminada.

Fuera vendas, mirada de niña, niñe, niño. Estamos al principio, muy al principio. Puro balbuceo. Aprendiendo a hablar. No quemamos librerías, ampliamos el alfabeto.

Tenemos los ojos muy abiertos. Avizor. Ojos limpios, sin las legañas antiguas del orden establecido. Ojos como faros que iluminan el futuro.

Nos mira el dinero, la soberbia del dinero. Aguantamos la mirada. Nos mira la urgencia, ahora o nunca. Decimos mejor nunca.

No nos rendimos. No tenemos tiempo.

Somos luciérnagas que iluminan caminos y despiertan esperanzas. Espuma sobre los acantilados. No nos asusta la altura.

Aviso a navegantes. Reflujo. Venimos en dirección contraria.

Erguidos sobre el tiempo presente, mirada avizor sobre el porvenir, nos declaramos insumisos.

Insumisas frente a las canciones de cuna del poder. Insumisas frente al miedo a no tener esperanza. Insumisos y rebeldes frente a los que mandan mucho y escuchan poco.

Escuchad, somos disolvente para el cerumen que tapona el oído de los poderosos. Estas son nuestras exigencias, así las cantamos, con verso libre y puño en alto:

Derribar las murallas, franquear el paso. Abrir el corazón de la ciudad a los que llegan buscando refugio, fatigados y desvalidos, nuestras hermanas y hermanos.

Cerrar el oído a los falsos rumores, combatir la mentira y los bulos en las calles, en los mercados, en las redes sociales.

Saltar con pértiga todos los obstáculos comenzando por la legislación que niega derechos.

Tejer con paciencia la corona de laurel provisional de cada mandatario: “Cesa tu autoridad ante mi presencia soberana”.

Recuperar las formas curvas, lentas, orgánicas.

Quedan prohibidas las plazas duras, exiliado el concreto. Queda prohibida la velocidad.

Somos aromas, crecemos como las flores.

¿Quién romperá el frasco de cloroformo donde duermen las ideas revolucionarias? ¿Quién se asomará a los grandes acantilados desde donde se divisa la utopía? ¿Quién se atreverá a sentir el vértigo del desorden?

Elogio del descarrilamiento. Quien no sueña terremotos queda atrapado en el museo de los horrores del tiempo presente. Quien no sueña terremotos no construye la ciudad nueva.

La ciudad que soñamos está ahí, a nuestro alcance. El mundo del ayer, pura carcoma.

Joxean Fernández es Director de Programas CEFIR - Centro de Formación para la Integración Regional

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