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Los límites de la tan manida economía circular

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Las grandes ciudades del mundo, aquellas que cuentan con un alto índice de habitantes permanentes y de tránsito, sin duda tienen en los residuos un complejo problema a resolver.

Los desechos de todo tipo han cambiado sus características y por diferentes causas han crecido en el mundo exponencialmente en las tres últimas décadas. Son una minoría las ciudades y países que tienen la situación bajo control, y eso es gracias a la suma de estos factores: un elevado gasto en el rubro limpieza, recolección y disposición final, valor de depósito o un precio atractivo de los materiales desechados y una eficiente fiscalización y multas para los infractores, sean estos últimos personas, instituciones o empresas.

Brevemente podemos señalar algunas de las causas de este crecimiento de la basura ciudadana: aumento de la población, mayor consumo por incremento de ingresos, imposición de envases y otros objetos descartables, menor durabilidad de los aparatos eléctricos y electrónicos y otros por menor calidad de los materiales utilizados, obsolescencia programada y no programada y fuertes campañas a favor del úselo y tírelo. Cada vez es más difícil, más cara, poco atractiva y a menudo injustificable la recuperación.

Dentro de esa gran heterogeneidad que presentan los residuos, los plásticos merecen un capítulo aparte, en particular los envases descartables, también llamados no retornables o de un solo uso, debido a su utilización masiva en bebidas alcohólicas y no alcohólicas, artículos de limpieza y otros productos como por ejemplo aceites comestibles e industriales.

La economía circular, un viejo concepto que se ha puesto de moda

En los últimos años, el concepto de economía circular, el que cabe consignar tiene décadas de concebido, se ha puesto de moda. Hoy es un fuerte eslogan cuyos contenidos son tan diversos como contradictorios, siendo la gran industria la que más recursos publicitarios destina a promover este concepto. Cuatro décadas atrás se le llamaba economía cerrada, ahora se habla de suplir una economía lineal por una circular, donde se diseña de tal modo que no existan residuos o si se generan sean aprovechados por otra actividad.

Pero una realidad es cuando hablamos de los residuos de un emprendimiento productivo cualquiera, algo que es cerrado, y otra muy distinta cuando nos referimos a los residuos que se originan en los hogares, los que, lejos de ser homogéneos y estar concentrados en un lugar, se encuentran dispersos en la ciudad y el ambiente. Para recuperar estos desechos no es suficiente con una buena clasificación en origen, sino que se deben gastar cuantiosos recursos en una recolección diferenciada, acopio y acondicionamiento a los efectos de su recuperación y agregado de valor.

Por eso, antes de embarcarnos en una campaña circular como por ejemplo la de recoger botellas, ya sea de plástico o de vidrio, debemos estimar el costo que tiene dicha recolección, quién debería financiar esto y qué dice la ley respecto al responsable en tal sentido.

En materia de envases y no sólo, la ley es muy clara, quien debe hacerse cargo de ellos son las industrias productoras y las empresas importadoras, mediante lo que han dado a llamar la Responsabilidad Extendida al Productor.

Lo cierto es que resulta imposible recolectar de modo significativo la fracción de residuos de envases mediante la simple voluntad de las personas, porque se trata de millones y millones de envases, embalajes, bolsas, bandejas y vasos de un solo uso los que se vuelcan diariamente al mercado. En este caso la economía circular se vuelve un imposible.

Por otra parte, en materia de envases y no sólo, la ley es muy clara, quien debe hacerse cargo de ellos son las industrias productoras y las empresas importadoras, mediante lo que han dado a llamar la responsabilidad extendida al productor. También es una verdad a tener en cuenta que no es obligación de los gobiernos departamentales hacerse cargo del reciclaje de ninguna fracción de residuos, y aunque estos por diferentes motivos algo hacen, su obligación es la de la recolección, mantener limpia la ciudad y contar con una adecuada disposición final de residuos.

¿Acaso en estas dos últimas décadas las empresas han cumplido con dicha responsabilidad? La respuesta es un rotundo no, pues si bien la industria y los importadores han destinado algo de dinero a recuperar envases y otras fracciones de residuos según la normativa vigente de leyes y diferentes decretos, poco se ha recuperado de aquellos residuos que son provenientes de los consumidores finales. Otro elemento nada menor, que en parte explica el fracaso en el cumplimiento de metas de recuperación, es que el hecho de no cumplir no trae aparejadas sanciones, ni siquiera multas.

Uno se pregunta: ¿cuánto tiempo más pasará para que se comprenda que por sí sola una ley o un decreto, si no están enmarcados en una política pública nacional clara y decidida, no soluciona el problema de los envases ni de ninguna otra fracción de residuos?

¿Por qué insistir con que gestionen los privados si sus fracasos con respecto a la recuperación de varias fracciones de residuos (de envases, industriales, neumáticos y otros) están más que a la vista?

¿Por qué aceptar propuestas que van contra el espíritu de la ley integral de residuos aprobada en setiembre de 2019?

¿Por qué se evade el intercambio respecto a la necesidad de que el Estado juegue un rol diferente en el mercado de residuos, garantizando un adecuado manejo ambiental e incluyendo masivamente de modo digno y formal no sólo clasificadores sino también otras personas en situación de vulnerabilidad?

Jorge Solari es edil departamental de Montevideo por Frente en Movimiento/El Abrazo 949, Frente Amplio.

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