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¿Cómo escriben nuestras infancias?

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Los docentes en nuestra formación solemos leer diferentes autores que explican el proceso lecto-escritor como la capacidad y habilidad de leer y escribir adecuadamente que tenemos las personas, el que se va construyendo a lo largo de toda la vida.1 Esta construcción se da de forma acelerada en los primeros años de vida, la educación primaria es la encargada de enseñar a escribir y leer, junto al apoyo familiar del niño.

Leer significa decodificar y comprender lo que se lee, y escribir significa trazar signos que representan una idea o pensamiento, que un lector pueda comprender. Con el transcurso de la adquisición de esta función la escritura incorporará una buena ortografía y un buen uso de los signos de puntuación. El proceso lecto-escritor se da de forma integral, es decir, el niño aprende a leer y a escribir prácticamente al mismo tiempo, si no existe ninguna dificultad específica.

Durante muchos años nos preocupó la falta de lectura en los niños. Maestros y profesores solíamos decir que los alumnos no leían. ¿Por qué? Porque no veíamos, no vemos reflejada la lectura en sus producciones escritas. Si una persona lee asiduamente se nota, se nota en su forma de expresarse, de hablar, en el vocabulario que utiliza, en cómo escribe; la coherencia, la concordancia, las faltas ortográficas, los signos de puntuación que utiliza es un fiel reflejo de esto.

¿Qué está sucediendo con la escritura de los alumnos? En las reuniones de maestros, en salas docentes se escucha la preocupación de los maestros por cómo escriben los niños.

Pero esto no es así. Si escuchamos a los niños, leen, conocen diferentes autores, títulos, vemos a los niños con libros en sus manos, nos cuentan sobre lo que leen, se interesan por la biblioteca de aula o escolar. ¿Por qué no se está dando un proceso en el que lectura y escritura vayan de la mano?

¿Qué está sucediendo con la escritura de los alumnos? En las reuniones de maestros, en salas docentes e incluso en los recreos o en los pasillos de las escuelas, se escucha la preocupación de los maestros por cómo escriben los niños. Niños que en un futuro serán adultos.

No buscamos culpables, no es la falta de trabajo, de actividades planificadas específicamente para abordar la escritura, creamos proyectos, encuentros entre alumnos y docentes, replanificamos con el fin de escribir, de escribir bien.

No tenemos respuestas, no tenemos recetas, no tenemos soluciones mágicas, sólo interrogantes e hipótesis sobre lo que nos sucede como sociedad, una sociedad que está cambiando por la influencia de las nuevas tecnologías, por la inmediatez, por la necesidad de una comunicación rápida e inmediata, que no es la misma que hace un siglo, medio siglo o una década. La influencia socioafectiva, motriz, cognoscitiva que esto tiene en el niño es un factor que puede estar jugando.

La importancia cognitiva que tiene pensar, procesar y pasar del cerebro a la mano y de la mano al papel es fundamental para el desarrollo cognitivo y personal de los seres humanos, es lo que nos diferencia de otros seres vivos. Pero, ¿cómo podemos acompañar este proceso los docentes? ¿Qué hacer para que no se pierda la escritura de puño y letra? ¿Qué aliados podemos encontrar? ¿Qué adultos estamos formando, y cómo van a escribir?

Evelyn Marchicio es maestra de Educación Primaria.


  1. Romero Ochoa, ML (2004). El aprendizaje de la lectoescritura. Lima: Fe y Alegría. 

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