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Ilustración: Federico Murro

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Pasados 20 minutos de la medianoche del martes, el diputado cabildante Álvaro Perrone despejó una incertidumbre y abrió varias otras. La Cámara de Representantes había recibido el 2 de este mes el proyecto de Rendición de Cuentas correspondiente al año pasado, y diez días después se anunció que los partidos Nacional (PN), Colorado (PC) e Independiente no votarían los artículos incluidos por el actual Poder Ejecutivo con la intención declarada de afrontar problemas fiscales, heredados del gobierno anterior.

Como sabemos, el oficialismo frenteamplista es mayoría en el Senado pero no en Diputados, donde ocupa 48 de las 99 bancas. Ya se sabía que Gustavo Salle y su hija Nicolle, representantes de Identidad Soberana (IS), iban a votar en contra de todo el proyecto, de modo que la gran duda era qué haría la bancada de Cabildo Abierto (CA), que cuenta también con dos integrantes y tenía en sus manos la posibilidad de inclinar la balanza hacia un lado u otro.

Ese partido se había abstenido de anunciar sus intenciones, así que mientras se desarrolló la larga sesión, desde las 10.30 del martes y con afirmaciones contrapuestas sobre los resultados del período de gobierno pasado, el silencio de los cabildantes fue el gran protagonista. Perrone se había anotado para intervenir cerca del final, y cuando habló no le dio largas a la expectativa. “Vamos a votar afirmativamente la Rendición de Cuentas y su conjunto de artículos”, dijo, y con esas 13 palabras rompió el bloqueo.

Modelo para armar

La distribución de fuerzas en el Parlamento tiene características inéditas. En la presidencia de la República hubo antes partidos sin mayoría en una de las cámaras o en ambas, pero eso no se ubicó en un contexto como el actual, y hablar de “la oposición” en su conjunto o llamarla Coalición Republicana (CR) es ir más allá de la evidencia.

La CR no es hoy más que un lema utilizado este año en tres de las 19 elecciones departamentales y –para algunos de los usuarios de ese lema más que para otros– un proyecto de alianza estable, que aún carece de estructura propia e incluso de un organismo informal con el cometido de intercambiar opiniones. No va a ser fácil que avance hacia una mayor consolidación, que exigiría el sacrificio de intereses individuales, sectoriales y partidarios de corto plazo, en aras de una apuesta estratégica sin resultados seguros.

El trámite del proyecto de salvataje de la Caja de Profesionales pone de manifiesto el resultado de esas limitaciones. El FA no tiene un interlocutor organizado con el que negociar, tampoco están dadas las condiciones para que lo haga con jefaturas indiscutidas del PN o el PC, y estos dos partidos son además atravesados por tensiones internas, no sólo entre sectores sino también entre sus bancadas de senadores y diputados. Por otra parte, es posible que en algunos asuntos futuros haya quienes negocien en función de los intereses departamentales que representan.

A todo eso se agrega que en la Cámara de Representantes hay tres partidos más, que suman cinco bancas y que no quedan obligados por lo que el FA pueda acordar, en el Senado o fuera de él, con nacionalistas y colorados.

En la variedad está el gusto

Está claro que en el PN predomina ampliamente una actitud muy opositora, aunque las formas de adoptarla varíen y haya sectores o dirigentes dispuestos a un diálogo constructivo con el oficialismo. Del PC se puede decir lo mismo, pero con una relación de fuerzas internas menos definida. El conductor de CA, Guido Manini Ríos, adelantó tras el resultado electoral que no le veía sentido a convertir la anterior coalición de gobierno en una unión opositora, y que su partido mantendría en este período una orientación independiente.

La votación de la Rendición de Cuentas confirmó esa tesitura cabildante. Después de no haberse alineado con el FA ni con sus socios de la CR cuando se trató en Diputados el proyecto sobre la Caja de Profesionales, ahora CA acompañó la posición frenteamplista, pero no sabemos con certeza si hubo negociaciones o, si las hubo, entre quiénes y con qué promesa de contrapartida por parte del oficialismo.

Para el FA, la relación con una diversidad de actores tiene ventajas y desventajas. Entre estas últimas, es obvio que acceder a algunas demandas de CA (o de IS) puede ser problemático, no sólo en lo referido a la coherencia con el programa común frenteamplista, sino también en el terreno de las relaciones entre sectores de la fuerza política gobernante, y de toda ella con sus bases sociales.

En cualquier caso, queda al descubierto la complejidad del mapa político actual, que no se adecua a un modelo de polarización ineludible y admite múltiples relaciones de cooperación y conflicto, con bastante espacio para hacer política. Esto es mucho más interesante que una perspectiva de reiterados choques y bloqueos, con dos grandes antagonistas ocupando todo el espacio relevante.

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