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Julio Maria Sanguinetti.

Foto: Ricardo Antúnez

Julio María Sanguinetti: buscar restos de desaparecidos luego de la dictadura era “impensable”

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El ex presidente sostiene que no había datos verosímiles y no se podía “salir a hacer pozos por hacer pozos”

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Antes de irse a uno de los tantos actos que siempre lo tienen como protagonista, Julio María Sanguinetti, precandidato por el sector Batllistas del Partido Colorado y dos veces presidente de la República (1985-1990, 1995-2000), recibió a la diaria en su casa, a menos de un mes de la elección interna. Educación, gobierno de coalición, marihuana, Consejos de Salarios son algunos de los temas que estuvieron sobre la mesa, en una conversación en la que el ex mandatario fue elevando su vehemencia a medida que se acercaba al pasado reciente.

Los tres grandes temas que se están debatiendo en la campaña parecen ser seguridad, educación y empleo. La última vez que usted participó como candidato en una elección fue hace 25 años. ¿Algunos de estos temas siguen en el debate con el mismo peso?

La educación está desde siempre. Yo participé en dos batallas por ese tema. Una fue en 1972, cuando creamos el Codicen [Consejo Directivo Central]. Me dijeron de todo, porque se consideraba que estábamos arrasando las autonomías de las ramas de la enseñanza, pero en realidad se estaba construyendo una autonomía que las englobaba a todas. Hoy ya nadie discute eso; al revés, todo el mundo quiere fortalecer el Codicen. En nuestra segunda presidencia tuvimos otra etapa de estos compromisos, con una mirada dirigida a la equidad social, con un fuerte acento en los preescolares, que se complementaban con los centros CAIF [Centros de Atención a la Infancia y la Familia], que venían de nuestra primera presidencia. También la transformación de la enseñanza secundaria, con el plan nuevo, los Cerp [Centros Regionales de Profesores], etcétera. Hoy la educación está precisando un nuevo relanzamiento, una puesta al día. Hay que rescatar aquel espíritu reformista, no para repetir fórmulas pero sí para sentir la gran necesidad de cambio que hay. Esto empieza en la propia comunicación. Los establecimientos y sus alumnos tienen que incluir todas las modalidades de comunicación digital.

¿El Plan Ceibal no va por ese lado?

Es una herramienta que va en esa dirección, por supuesto. Creo que está muy bien, nadie discute su valor, pero es algo muy específico y es una herramienta instalada incluso fuera del sistema educativo. De lo que estamos hablando es de que todo el sistema educativo tiene que producir un vuelco en los métodos y también en las ideas. De este tema no se habla: cuando nos referimos a la educación siempre hablamos de presupuesto o de institucionalidad, pero hay un contenido y allí es donde aparecen otras visiones, que tienen que ser de una educación para este mundo. Nuestro país todavía arrastra concepciones utópicas que sueñan con otras sociedades y parámetros, y la educación no está para eso, sino para desarrollar la capacidad de razonar y un espíritu lo más libre posible, con las herramientas necesarias. Está para formarse, no pensando en una sociedad que no va a existir nunca, sino en esta, tal cual es. Para resumirlo: en la educación actual se trata de desarrollar una mentalidad anticapitalista, y el sistema educativo no está para eso, porque esa es una visión muy parcial y además muy antigua.

¿No se puede tener una visión crítica del capitalismo?

Por supuesto que sí, pero no nos podemos quedar en la apreciación crítica. Ese es el punto. Porque si lo único que enseñamos es eso, y no asumimos la otra hipótesis, de que hay una contracara por algún otro lado, que está en los sueños de un pasado ya enterrado, nos vamos a equivocar. Tenemos que aproximarnos a este mundo laboral. Eso no quiere decir producir artesanos de una nueva economía capitalista, sino formar gente libre para el espíritu de emprendimiento, competencia y emulación, que lo va a tener no sólo el que llegue a empresario sino también el que simplemente sea un trabajador.

Usted ha insistido con la idea del gobierno de coalición formado por la oposición; el precandidato colorado Ernesto Talvi también, pero, por ahora, él no incluye ni a Cabildo Abierto [CA] ni al Partido de la Gente [PdlG], porque aún no presentaron programa. ¿Usted los ubica dentro de la posible coalición?

En principio no se pueden excluir porque no tiene sentido. Si se incorporan o no, dependerá más tarde de lo que signifiquen las ideas que tienen. Por ejemplo, CA acaba de rechazar la posibilidad de incorporarse [al Partido de] la Concertación, y me parece un error, porque si se lo invita a un conglomerado democrático que quiere mostrar una cara con un mínimo común denominador no es entendible. Como es notorio, he sido crítico tanto del PdlG como de CA, porque significan fraccionamiento de la institucionalidad política. En un país como el nuestro, que tiene estructuras políticas estables que han demostrado su capacidad de funcionar, seguir fraccionando y fraccionando es aproximarse a una gobernabilidad más baja, lo cual no es bueno.

Julio Maria Sanguinetti.

Foto: Ricardo Antúnez

¿Cómo evalúa el fenómeno del precandidato blanco Juan Sartori?

Es un típico fenómeno de la posmodernidad globalizada. Es hijo de los medios de comunicación modernos, propios de la sociedad del espectáculo. A Sartori se lo ve más como una especie de actor exitoso que como un político que viene a presentar proyectos para gobernar. En ese sentido, representa una novedad. Después se pondrá a prueba la cabalidad y sostenibilidad de su propuesta.

Usted ha sido muy crítico con la ley que en 2008 reformó la seguridad social. ¿Qué piensa de la Caja Militar? Este año, el Ministerio de Economía y Finanzas habilitó una transferencia de 460 millones de dólares para solventarla.

No se puede comparar los 400 millones de la Caja Militar sin hacer una referencia explícita a lo que significa la contribución de la sociedad y del fisco al BPS [Banco de Previsión Social], porque son siete puntos de IVA, el IASS [Impuesto de Asistencia a la Seguridad Social] y, el año pasado, 700 millones de dólares más. Mirado así, lo de la Caja Militar ya no es tanta locura, porque del otro lado estamos hablando de algo así como 2.000 millones de dólares. Segunda cosa: la Caja Militar no es una caja de jubilaciones normal, porque el empleador es el que regula la cantidad de los aportantes. En 1985, si mal no recuerdo, los efectivos militares eran cerca de 54.000, y hoy son 27.000. En consecuencia, es imposible imaginar una mínima financiación sobre la base de la mitad de los aportantes. Y después está la especificidad de la función militar, que impone retiros y cosas de ese tipo que, naturalmente, son todas perfectibles. Desgraciadamente, este tema se trata como si estuviéramos hablando de dictadura versus democracia, y no es así.

En varios de sus actos destacó que los Consejos de Salarios fueron una creación del batllismo, durante el gobierno de Juan José de Amézaga (1943-1947), pero en su segundo período como presidente no se convocaron. ¿Qué pasó?

Cuando empezó la democracia restauramos los Consejos de Salarios. Lo pensamos como uno de los tantos instrumentos de pacificación que estábamos empleando para reconstruir la democracia. Luego vino el gobierno de [Luis Alberto] Lacalle y los quitó. Llegamos nosotros y se nos planteó un tema de prioridades: teníamos que hacer reformas estructurales, entre ellas, como asunto fundamental, alejar al país de la economía inflacionaria del último largo medio siglo y retornar a la inflación de un solo dígito. En esa hipótesis, privilegiando eso, no volvimos a convocar a los Consejos de Salarios. Felizmente, pudimos lograr el objetivo, y del 44% de inflación que tomamos, nos fuimos con 4%. A partir de allí siguió la vida, luego retornaron, y hoy, en una vida normal, ahí deben seguir.

Hace un mes entrevisté al ingeniero agrónomo Eduardo Blasina, que asesora a Talvi, y me dijo: “En el resto de la oposición no veo una postura clara sobre la agenda de derechos. Sanguinetti ha hablado muchas veces contra el cannabis, agitando viejos miedos que me parecen incorrectos”.

Yo no agité ningún viejo miedo, cité un daño presente. Nadie puede negar que el cannabis es una droga perniciosa. No hablé de derogar la ley [de control y regulación de la marihuana], pero lo que sí digo es que ha sido nefasta, desde el punto de vista de la seguridad pública, y que el gobierno no encaró en su tiempo la necesaria información sobre las consecuencias de la marihuana. Y eso no es “agenda de derechos”, es otro tema totalmente distinto. Es claro que el mercado ilícito creció y que aparecieron bandas de narcotraficantes que hace diez años no existían.

¿Pero qué tiene que ver, por ejemplo, que alguien vaya a comprar marihuana a una farmacia con la seguridad pública?

La legalización de la marihuana fue tomada como bendición. “El cigarrillo es vicio, la marihuana, recreativa”, entonces, hay todo un simbolismo de complacencia con el tema, y eso generó una ampliación del mercado. Hoy hay un mercado lícito y uno ilícito que no desapareció como se presumía. Se decía que iba a ser algo muy marginal, pero es un hecho comprobable que no es así.

En marzo, en un acto en el bar Misiones, a raíz de la destitución de Guido Manini Ríos como comandante en jefe del Ejército, usted dijo que la búsqueda de los restos de desaparecidos es una “causa sagrada”. Sin embargo, en sus dos gobiernos no se buscó restos en los cuarteles.

En el primer gobierno eso era impensable. No existía ninguna capacidad porque no hubo denuncias, y después, cuando fueron apareciendo, se generó toda aquella tormenta que terminó en la Ley de Caducidad, propuesta por el Partido Nacional. En aquel momento el tema era otro, y luego hubo un referéndum [en abril de 1989] que ratificó la ley de amnistía a los militares. Después, durante el gobierno de Lacalle, prácticamente no se habló más del tema, porque los patrocinantes del referéndum dijeron que el tema estaba laudado. Lo dijo el general [Liber] Seregni, por ejemplo.

Pero los familiares de desaparecidos siguieron buscando.

Por supuesto que sí. En el segundo gobierno reapareció el tema, y siempre que se nos dio algo concreto hicimos lo que pudimos. Señalo el caso de la chica [Mariana] Zaffaroni, por ejemplo, del que se dieron indicios, se contrataron detectives en Argentina y se tuvo éxito en la búsqueda. O sea que nunca hubo una negativa a nada de eso. Pero había que tener indicios más o menos reales, que tuvieran alguna verosimilitud; no era salir a hacer pozos por hacer pozos. Los datos realmente no aparecían. Luego aparecieron, y la prueba está, que en 14 años del Frente Amplio los resultados tampoco han sido demasiado alentadores.

¿Durante sus dos gobiernos recibió a integrantes de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos?

No recuerdo. Supongo que en algún momento sí y en otro momento no. No lo recuerdo.

En el año 2000, en el marco de creación de la Comisión para la Paz, el entonces presidente Jorge Batlle los recibió. Hay una conocida foto con Luisa Cuesta, por ejemplo.

Sí, son tiempos históricos distintos. Jorge estuvo bien en hacer lo que hizo y yo lo apoyé desde el primer momento.

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