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Hipódromo de Maroñas, este jueves.

Foto: Alessandro Maradei

Se realizó una nueva edición del Gran Premio Ramírez; hubo carreras previas en honor a Batlle y Larrañaga

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Raúl Batlle, hijo del expresidente colorado, recordó el “ojo tremendo” para los caballos que tenía su padre y que “trataba como hijos” a los equinos.

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“Esto es historia pura, es el evento sociocultural deportivo más viejo del Uruguay. Esta es la edición 124”, dijo el jueves Horacio Ramos, gerente de Unidad Hípica de Maroñas, sobre el Gran Premio José Pedro Ramírez, que se corre desde 1889. Ramos recordó que el tradicional premio se interrumpió solamente en diez ocasiones: durante el lapso en el que el hipódromo de Maroñas estuvo cerrado ‒desde 1996 a 2003‒, una vez porque hubo un problema grande en la pista, y en 1904, por la guerra civil.

El gerente mencionó como hecho histórico resaltable el lugar en el que estuvo parado Carlos Gardel junto con Irineo Leguisamo ‒hay una foto de ambos que inmortalizó el momento, sobre una escalinata de mármol‒, y también cuando, en 2003, el entonces presidente colorado Jorge Batlle (2000-2005) estuvo presente en la reinauguración.

Justamente, este jueves la carrera número 12, el Gran Premio Ciudad de Montevideo, llevó el nombre del presidente Batlle, fallecido en 2016. El encargado de entregar una de las copas fue Raúl Batlle, hijo del expresidente y actual senador del Partido Colorado, quien recordó que su padre era tan entusiasta de los caballos que solía decir “me nació una nena” o “me nació un nene”, refiriéndose a los equinos; que casi “los trataba como hijos”. “Al viejo siempre le gustó criar, y le gustaban las yeguas porque son las madres de todo. Siempre tuvo haras de cría y corría algún que otro caballo cada tanto. Tenía un ojo tremendo, porque los que corrían eran ganadores”, recordó Batlle.

Agregó que el expresidente también se acordaba de los padres de todos los caballos, porque supuestamente todos los de carrera descienden de dos padres, que son como los Adán y Eva de los equinos; entonces, Jorge Batlle se sabía todo el árbol genealógico. “Mucho de la reconstrucción de Maroñas fue por el empuje que el viejo le puso al proyecto de convertir esto en lo que es hoy. Porque había cerrado cuando quebró el Jockey Club, estuvo años cerrado, y después casi se destruye todo. Entonces, mi padre y algunos más intercedieron, y durante su presidencia se reinauguró”, manifestó.

Raúl Batlle todavía mantiene el haras Flanqueadores, que era propiedad de su padre, porque se sentía “en el deber con la hípica uruguaya de seguir para adelante y no abandonar”. “Es cuesta arriba, pero la cantidad de familias que viven en torno a eso... y la cantidad de proveedores que tenemos. En su mayoría son artesanos: el que te entrega la alfalfa, el que te hace las herraduras, el entrenador, el domador, hay muchísima gente que vive en torno a esto”, contó.

Una de las características de color de los caballos de carrera son sus nombres, siempre peculiares. Batlle recuerda que su padre tuvo una época “muy graciosa” en la que les ponía nombres de tenistas rusas, como María Sharápova.

En la edición de este jueves se presentaron caballos bautizados con nombres tan variopintos como Narco, Mi Amigo Borracho, Puro Curda, The Machine, Mapa Mundi, Despropósito, Demi Moore, Bajo Amenaza, Big Joker, El Pampero, Pluto, Nardone y un largo etcétera.

El evento tuvo todo lo que se esperaría de una carrera de caballos, desde el clásico “largaron”, señores con binoculares, niños disfrazados de jockeys y muchas apuestas. Ya de noche, cuando se corrió el premio principal, había cerca de 8.000 personas.

El gerente de Unidad Hípica dijo que la explicación para que, luego de más de un siglo, la gente siga asistiendo, es que “hay mística”. “Cuando se va a largar la carrera es un silencio raro, porque es adrenalina pura, es increíble”, expresó.

El ganador del Gran Premio Ramírez fue Prelude Rye (de Argentina), montado por Pablo Rodríguez. Era el número 9 y pagaba ocho pesos por cada uno apostado. El final fue de foto, al punto de que traicionó al mítico tango de Gardel: fue por mucho menos que una cabeza; y a juzgar por la cantidad de gente gritando y saltando cuando se supo el resultado, fueron varios los que le jugaron a ese pingo.

Premio en honor a Larrañaga

La quinta carrera de la jornada fue el premio Dr. Jorge Washington Larrañaga, en homenaje el dirigente blanco fallecido el año pasado, otro fanático del deporte hípico. El exministro del Interior dijo en 2011, en una entrevista con el programa En Perspectiva: “Yo nací en un stud. Con nuestro cuidador, Edgar Martínez, y toda su familia, procedemos de Paysandú y nacimos en el hipódromo San Félix de Paysandú, que fundara mi padre en 1954”. También recordó esa voz lo que lo atrapaba del mundo de las carreras: “El centro fundamental de todo es el caballo. A mí no me gusta la timba; juego algún boleto, por supuesto, pero me gusta el caballo, me gusta el stud, me gusta conversar con los amigos que se van generando aquí en las carreras, recorrer el hipódromo, venir temprano a los trabajos”.

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