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Exposición avícola en el Prado (archivo, setiembre de 2017).

Foto: Andrés Cuenca

Representantes del sector avícola perciben menos contrabando, pero temen que los controles fronterizos disminuyan “cuando afloje la pandemia”

7 minutos de lectura
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Según el presidente de la Cámara de Procesadores Avícolas, el menor ingreso ilegal de pollos no sólo se debe a la mayor vigilancia, sino también a que actualmente no hay grandes diferencias de precios con Brasil.

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Leído por Andrés Alba.
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–¿Qué trae? –preguntó la Policía Caminera.

–Unas bolsas de pollo –respondió, de inmediato y con increíble naturalidad, el individuo sentado detrás del volante.

Las bolsas, grandes y transparentes, sin etiqueta ninguna, traían 800 kilos de supremas y muslos de pollo. Estaban siendo trasladadas por dos hombres en un auto por el departamento de Treinta y Tres cuando el vehículo fue detenido e inspeccionado por la Policía Caminera en un procedimiento de rutina. Sin boletas que certificasen la mercadería, la autoridad les incautó el pollo y 80 litros de nafta brasileña que también entraron de contrabando.

Eso pasó en abril del año pasado. En julio, una camioneta que circulaba en actitud sospechosa fue detenida, tras una persecución, en las afueras de la ciudad de Salto. La Policía Caminera confiscó otros 800 kilos de pollo. Botellas de refrescos y de las otras y algunos sobres de café completaban la encomienda, tasada en unos 200.000 pesos uruguayos. Todo comprado en Brasil.

Y desde Brasil llegó el camión. Llegó en octubre, proveniente de Yaguarón, con destino a Montevideo; a diferencia de ambos casos anteriores, la captura de más de seis toneladas de supremas de pollo de contrabando en sombrías condiciones sanitarias no fue algo fortuito. La Policía de Cerro Largo, donde tuvo lugar la requisa, tenía el dato de antemano y obró en consecuencia.

Más cerrado

Sin embargo, pese a estos tres episodios particulares, el contrabando de pollo brasileño no genera actualmente especial preocupación en el sector avícola uruguayo. En diálogo con la diaria, Domingo Estévez, presidente de la Cámara Uruguaya de Procesadores Avícolas (Cupra), dijo que “en este momento no tengo referencia de que [el contrabando] se esté produciendo en grandes cantidades”, aunque “sabemos que algo se encontró y se decomisó”, en alusión al camión de las seis toneladas.

En tanto, Daniel Pereyra, vocero de la Cooperativa Nacional de Fasoneros de Pollos Unidos (Conafpu), declaró a la diaria que “por el asunto del covid” existió un “mayor control de la frontera” y “eso hizo que se parara mucho el contrabando”. “Ya no es aquello que era tierra de nadie”, aseveró.

En concordancia, Estévez afirmó que “desde que el Ejército está ayudando al control en las fronteras se ha decomisado más pollo de contrabando, eso es bueno”. Aunque, por otro lado, advirtió que la actual relación de precios entre Uruguay y Brasil también está influyendo en el nivel de contrabando.

Para el presidente de la Cupra, al margen del desestímulo que supone una mayor vigilancia en los límites terrestres, “es un tema de precios relativos”, que varían ocasionalmente entre un país y otro. A modo de ejemplo, señaló que “si en algún momento” el precio de la carne de ave sube en el mercado interno uruguayo, “capaz que ahí la tentación de correr el riesgo de una acción ilegal tienta más”.

“Cuando el margen [económico] es más grande, el contrabandista arriesga más. En estos momentos el margen no es tan grande y [el contrabando] se ve mucho menos”, complementó Pereyra. La relación de precios entre Brasil y Uruguay, mencionó, depende del tipo de cambio, del “costo país” y del hecho de que en el lado brasileño hay “industrias avícolas colosas”, contra las cuales no se puede “competir de igual a igual”. En efecto, Brasil es el principal exportador de carne avícola a nivel mundial.

“De larga data e insoluble”

De todos modos, el refuerzo de los controles fronterizos en medio de la situación sanitaria y el eventual desánimo de los contrabandistas por la desfavorable relación de precios no han tapado todos los agujeros. Así lo demuestran tanto el auto de Treinta y Tres como la camioneta de Salto y, sobre todo, el camión de Cerro Largo con destino a Montevideo.

Pereyra comentó que las incautaciones del año pasado revelan que “ahora sí se agarra, antes pasaba”. En tal sentido, el referente de la Conafpu planteó su incertidumbre sobre qué pasará cuando la pandemia afloje y teme que “los controles vuelven a quedar sólo en Aduanas”, donde “claramente fallaba y sigue fallando, porque los agarran después de pasar la aduana”.

Quizás un poco resignado, Estévez describió el contrabando de pollo brasileño como “un problema de larga data e insoluble”. Un problema que no reside en el “contrabando de hormiga de la gente de la frontera”, sino más bien en el de “camiones enteros que pasan por la frontera con productos de contrabando”. “Eso sí es preocupante”, afirmó el presidente de la Cupra, “ha sido muy preocupante y hemos hecho denuncias, con suerte muy variable”.

A mediados de 2015, la cámara empresarial del sector avícola denunció fuertemente ante autoridades del gobierno el ingreso ilegal y desleal de pollo brasileño de contrabando. En ese momento, su reclamo fue respaldado por un trabajo de investigación in situ que documentó diferentes casos de tráfico en el área limítrofe con Brasil. Se estimó que todo el negocio ilícito constituía una evasión fiscal de 40 millones de dólares anuales.

La acusación, en aquel entonces, iba dirigida a la siempre permeable región fronteriza, pero también sobrevolaban sospechas de un posible aterrizaje de pollos brasileños al sur del río Negro. “Contrabando siempre hay”, aseguró Estévez, “el tema es cuando llega mucho más allá de las fronteras con Brasil, cuando de repente están llegando productos de contrabando hasta Montevideo”.

Consultado sobre en dónde se podría estar comercializando carne avícola de contrabando en Montevideo, el presidente de la Cupra manifestó que “se vende en todos los lugares”, incluso en carnicerías. Especificó, no obstante, que actualmente no se percibe un crecimiento del problema en la capital.

En Montevideo se vende “en todos lados”, coincidió Pereyra, hasta en “comercios habilitados que meten parte de su mercadería de contrabando”. De igual manera, puntualizó que ahora el fenómeno “es menor” en el sur del país. “Hubo un momento en que llegaba suprema brasileña de contrabando hasta pueblos de Canelones”, acotó.

Nosotros no

“Acá en Montevideo nosotros no tenemos pollo de contrabando”, aseguró a la diaria Rafael Rodríguez, vicepresidente de la Unión de Vendedores de Carne (UVC). “Eso pasa en toda la zona fronteriza. Acá no llega. No lo vemos porque no existe”, subrayó. En paralelo, Germán Möller, presidente de la Asociación Nacional de Carniceros, expresó que “quizás se venda por fuera” de las carnicerías, en “almacenes o algún lugar que uno no puede seguirle el rastro y [que] no tenés forma de cuantificar”.

En conversación con la diaria, Möller cuestionó la apreciación de los referentes del sector avícola sobre una posible merma del contrabando a partir de las medidas sanitarias en la frontera. A su entender, “eso parte de una suposición” y “es muy difícil de cuantificar” el flujo de mercadería ilícita en un determinado momento. “Todos decimos que sí, que entra, pero después, al final, cuando hay que poner los números arriba de la mesa... yo no te puedo afirmar que sea así realmente”, declaró Möller.

“Tampoco creo que incida”, apuntó Rodríguez, quien, en voz alta, reflexionó: “¿Cuánto pollo [de contrabando] tiene que entrar para que cambie la numerología? Tiene que ser una grosería lo que entra”. En vista del volumen de las incautaciones del año pasado –la más grande fue de seis toneladas– y del consumo habitual de carne de ave, le restó trascendencia: “Yo vendo dos toneladas de pollo por mes. Soy una carnicería”.

“¿Cuánto pollo fresco [de contrabando] puede entrar y cuánto se puede consumir? La mitad del país vive en Montevideo y la mayor parte del consumo se da en Montevideo”, continuó reflexionando el vicepresidente de la UVC. Asimismo, opinó que “es lógico” que ingrese pollo brasileño a las ciudades limítrofes, porque “la pollería la tienen a diez kilómetros del lado brasileño y a las uruguayas las tienen a 200 kilómetros”.

Acerca de la supervisión a las carnicerías, Rodríguez dijo que ahora “el INAC [Instituto Nacional de Carnes] va a tomar posesión de inspecciones y todo esto, quizás, entre a cambiar” en la región fronteriza. Lo mismo señaló Möller: “Se está haciendo programas para que no haya carnicerías que estén por fuera del sistema. Es una fuerte apuesta que está haciendo el INAC en este momento”. “Todo va a pasar sí o sí por el control del INAC”, destacó.

El presidente de la Cupra, en cambio, discrepó en torno a la capacidad de fiscalización del ente gubernamental. “Con respecto al pollo de contrabando, el INAC no puede hacer mucha cosa”, sostuvo Estévez, excepto que “encuentre alguna mercadería” con una etiqueta “que no sea de una de las marcas que se hayan importado”. Pero una vez que lo sacan de su envase original, “el pollo es pollo” y “los cortes de pollo no falam português ni castellano, es imposible de identificar”, explicó.

Por otra parte, Pereyra mencionó que este tipo de contrabando acarrea riesgos para la salud de la población. “Muchas veces ese producto va en la valija de un auto que no se sabe dónde estuvo estacionado, cortó las cadenas de frío, lo volvieron a congelar, puede tener alta salmonelosis... Hay que controlar la frontera”, subrayó el integrante de la Conafpu. A su vez, advirtió que pueden aparecer enfermedades que afecten a la producción avícola nacional.

Se está comiendo más pollo

Sea como sea, por más guardia fronteriza o por menos tentación contrabandística, los números oficiales muestran que el consumo de carne avícola en Uruguay aumentó en 2021. Saliendo del nebuloso terreno de las conjeturas, los datos de cierre del INAC del año pasado marcan un incremento de 13% en comparación con 2020 y de 28% con respecto a 2019. 

Que la gente esté comprando y comiendo más pollo, desde el punto de vista de Pereyra, es una cuestión de precios. “Hay dos: el precio del pollo, que se mantuvo relativamente bajo, y el precio de la carne roja, que se encareció. Eso también hizo que la gente buscara como alternativa la carne de pollo”, explicó el miembro de la Conafpu. Según el anuario 2021 de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, durante los últimos dos años los precios de la carne avícola no han registrado grandes variaciones ni aumentos importantes.

¿Hasta cuándo se mantendrán así? Eso, aclaró Estévez, depende de muchos factores. Algunos de ellos son la competencia interna entre las empresas nacionales, los ingresos de la gente, los precios relativos de otros productos –la carne bovina, sobre todo–, el costo de los granos, el precio internacional del pollo, “hay muchísimos factores que no los domina la industria uruguaya”, resumió el presidente de la Cupra.

Ante la misma pregunta, Pereyra expresó que “a pesar de que el maíz subió, la soja subió, la energía subió, y a pesar de que se frene el contrabando, el precio del pollo baja”, lo cual “sólo se explica por una mayor competencia”. A su juicio, “se podría estar hablando de [una] guerra entre las industrias por quedarse con el mercado”, algo que “podría llevar a provocar la quiebra de alguna empresa”. Por ahora “no hay perspectiva de que nadie afloje”, apuntó.

Desde la vereda de las carnicerías, Rodríguez comentó que, en el tema de los precios, “el problema es que a veces los polleros hacen subir mucho el precio del pollo en poco tiempo”. El vicepresidente de la UVC manifestó que “al pollo lo regulan limitando la crianza” y que es clave entender “por qué pasan las cosas”. Según el anuario de la Opypa, en 2021 73% de la faena avícola estuvo concentrado en tres empresas: Avícolas del Oeste, Granja Tres Arroyos y El Poyote.

El documento indica además que en 2021 96,7% de la carne de ave que se comercializó en Uruguay fue de origen nacional. El pollo de origen importado abasteció al restante 3,3% del mercado interno. Como particularidad, el año pasado se importaron alrededor de 2.500 toneladas de pollo, de las cuales sólo 12% –unas 300 toneladas, más o menos– se trajeron, legalmente, desde Brasil.

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