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Gonzalo Di Landro.

Foto: Alessandro Maradei

Gonzalo Di Landro: “Los partidos de izquierda no pueden dar por sentado el voto de las mujeres”

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El politólogo, que estudia la brecha de género en el voto, sostiene que promover avances en materia de igualdad de género es central a la hora de captar el electorado femenino.

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Hubo un tiempo en el que las mujeres eran más conservadoras que los hombres en materia de preferencias políticas, pero en las últimas tres décadas esa situación empezó a cambiar. Hoy, en algunos países, son los varones jóvenes la base electoral que sustenta los partidos de ultraderecha. En Uruguay, aunque todavía de forma incipiente, comienza a notarse una brecha de género en el voto, como muestra una investigación publicada recientemente por el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de la República (Udelar), que concluyó que en las elecciones de 2024 hubo una “feminización del voto progresista”.

En este tema se especializa Gonzalo Di Landro, politólogo y doctor en Ciencia Política por la Rice University de Houston. Sus investigaciones se focalizan en temas de género y representación política, y el año que viene comenzará un posdoctorado en la Universidad de Oxford sobre opinión pública. En una breve visita a Uruguay, su país natal, conversó con la diaria sobre el vínculo entre el género y el voto, que exploró en su artículo “Comportamiento partidario y brecha de género en el voto”, publicado este año en el British Journal of Political Science, y en el que analizó datos de opinión pública de 16 países europeos a lo largo de 30 años.

¿Por qué las mujeres tienden a votar por partidos de izquierda más que los hombres actualmente en las sociedades occidentales?

La brecha de género en el voto, esta regularidad empírica de que en promedio, en términos agregados, las mujeres tienden a votar por partidos de izquierda más que los hombres, es un fenómeno sumamente estudiado por la ciencia política en los últimos 30 años. Parte del interés por este fenómeno y también lo que me atrapó cuando empecé mi doctorado, hace ya seis años, es el hecho de que no siempre fue así. De hecho, en el pasado era al revés: las mujeres tendían a votar por partidos de derecha más que los hombres. Pero eso cambió, y la academia en los últimos 30 años ha intentado dar respuestas a ese fenómeno. Obviamente, es un tema sumamente complejo que no admite una única explicación. La literatura se ha enfocado en dos grandes ramas o cuerpos de explicaciones. Por un lado, las explicaciones culturales; por otro, las estructurales.

Las culturales han recibido especial atención, en particular en lo que refiere a la religiosidad. Las sociedades occidentales en el pasado tendían a ser mucho más religiosas que hoy y, dentro de esta religiosidad, las mujeres tendían a ser más religiosas que los hombres. Eso empezó a cambiar a fines del siglo XX: las sociedades se comenzaron a secularizar, y esa pérdida de importancia de la religión a la hora de estructurar la vida y las preferencias de las personas tuvo un impacto desigual en los hombres y en las mujeres, lo que provocó parte de este corrimiento de las mujeres de partidos de derecha hacia partidos de izquierda.

Además de la religión, ¿hay algún otro factor de carácter cultural que haya incidido?

Bueno, sin duda la religión ayuda a entender por qué ese efecto diferencial, pero si hay algo que sabemos muy bien, por académicos que ya no están pero que siguen marcando la agenda, como Ronald Inglehart, es que todas las generaciones son un poquito más progresistas que las anteriores en términos agregados. Si te ponés a pensar, tiene mucho que ver con los contextos en los que las sociedades se desarrollan. La generación de mi padre se crio en un mundo en el que se venía la guerra, había mucha más inseguridad material, las prioridades de la gente eran sobrevivir el día a día. Las nuevas generaciones han nacido en contextos mucho más... no quiero decir la palabra cómodos porque es un poco injusto, pero contextos en los que no se tienen que preocupar por ciertas cosas. Y entonces ahí es cuando se da todo este giro hacia agendas o temas como el ambiente, la expresión personal, la igualdad de género; “intereses posmateriales”, se les dice. Y dentro de todo ese conjunto de cambios están las cuestiones de género, las normas de género, las visiones y roles de los hombres y mujeres en la sociedad.

Estas agendas posmateriales no son todas progresistas, ¿no? Hay una vertiente del ambientalismo que es sumamente conservadora.

En general, cuando la academia tiende a pensar en estos temas, los asocia más a cuestiones progresistas, pero, sin duda, si pensás en el extremo, los nazis… el Partido Nacionalsocialista alemán tuvo un impulso fervoroso por cuestiones ambientales desde el punto de vista del nacionalismo. O sea que sí, sin duda que no es un tema de izquierda, pero sí creo que la izquierda hoy tiene el predominio del ambientalismo.

Mencionabas el hecho de que cada generación es más progresista que la anterior, pero en un libro publicado recientemente por el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de la República se muestra cómo los menores de 25 años están votando más al Partido Nacional que al Frente Amplio. ¿Cómo se explica ese fenómeno?

Sí, es un fenómeno sumamente interesante y contemporáneo que se está investigando un montón. Hay gente de todos lados –Estados Unidos, Europa, América Latina– interesada en esto. En cierto sentido, es un poco mixta la evidencia que tenemos. Porque los jóvenes hoy, por ejemplo, en algunos temas, como el ambiente, pero también en el tema del aborto y la agenda LGBT, son más progresistas que en el pasado. Y al mismo tiempo nos encontramos con esto: los jóvenes varones están votando más a la derecha y a la derecha radical y, al mismo tiempo, a veces muestran ciertos niveles de sexismo que no tenían antes. Entonces, la pregunta es cómo conciliamos todo esto. Una de las explicaciones que tenemos es esta idea de la pérdida de estatus: algunos jóvenes varones ven todo lo que son los avances en materia de igualdad de género como en detrimento de ellos; consideran que las mujeres ganan a costa de que ellos pierdan. Un estudio que se publicó en Europa muestra que los varones menores de 30 años, por ejemplo, tienden a pensar que la igualdad de género reduce sus oportunidades de desarrollo en la vida. Entonces, muchas veces esto puede cuajar con las agendas y con los discursos de los partidos de derecha radical, que se enfocan en esta visión masculinista.

¿Cuánto de base material tienen las preocupaciones de estos varones jóvenes?

Sabemos, por ejemplo, que hoy los jóvenes están expuestos a ciertos niveles de precariedad laboral y de informalidad mucho más complejos que antaño. Y algo que sí sabemos, porque tenemos cierta evidencia, es que es más común que antes que los jóvenes varones estén más propensos a la movilidad social descendente. Y eso es algo que no ocurre con las mujeres jóvenes. Entonces eso también puede cuajar, ¿verdad? Esta inseguridad económica también a veces calza bien con los partidos de extrema derecha, que proponen el chovinismo del bienestar, medidas que protegen a “los nuestros” a costa de otros, y esta idea del lamento. En inglés se le dice grievances (quejas, reclamos debido a un trato injusto). Ahora, si hay un impacto de la igualdad de género en la situación laboral, eso no lo sé, no sabría responder. Lo que sí, los varones jóvenes se perciben peor que en otras épocas. Y de hecho ven las relaciones de género como un juego de suma cero: ellas ganan, nosotros perdemos. Lo cual obviamente no es así, y no tiene en cuenta el hecho de que hay desigualdades estructurales, que capaz que uno no las ve y que las medidas de igualdad de género a lo que vienen es a corregir las desigualdades estructurales entre hombres y mujeres.

Y además siguen existiendo inequidades en el mercado laboral que perjudican a las mujeres.

Sin duda, y es justo por ahí donde gran parte de los estudios sobre la brecha de género encuentra estas explicaciones, que se llaman explicaciones estructurales, como razones de este giro a la izquierda de las mujeres. No es la única, porque esto no es tan simple, pero si uno se pone a pensar, a fines del siglo XX se produjo una entrada masiva y sostenida de mujeres al mercado laboral. Las mujeres entraron a mercados laborales completamente estructurados en torno al modelo patriarcal, donde las interrupciones de la carrera, las desigualdades en el acceso a ciertos cargos, las desigualdades salariales... no existía ningún tipo de medidas de contención a la hora de interrumpir la carrera, sea por cuidados o por embarazo. Entonces, en ese contexto, no es raro pensar que se genera cierto tipo de interés o cierto tipo de demandas de parte de mujeres, que son diferenciales de los hombres y que buscan paliar esas desigualdades y permitirles niveles de autonomía económica y también de bienestar. Eso, en realidad, muchas veces se traduce en más presencia del Estado. Y bueno, los partidos que en general promueven eso son los partidos de izquierda, entonces ahí se determina la brecha de género.

Además de esta razón vinculada al mercado laboral, ¿hay alguna otra razón estructural que explique la brecha de género en el voto?

Claro, también hay un montón de otros factores que estructuran el voto. La gente cuando vota por un partido vota por un montón de cosas. Sabemos bastante bien en la ciencia política las razones por las cuales la gente vota a los partidos; puede ser porque te gustan las políticas, porque tenés una visión del mundo similar a la de ese partido, porque te identificás con ese partido más allá de las ideas, hay un vínculo afectivo. Otras veces te puede gustar un candidato, te podés sentir representado o representada por un candidato.

En uno de tus artículos hacés un foco especial en cómo las agendas de los partidos políticos influyen en el voto de acuerdo al género. ¿Cómo sintetizarías esos hallazgos?

Lo que hace ese artículo en realidad es partir de todos estos años de investigación, pero lo que agrega es: OK, si esto es así, deberíamos ver que la brecha de género es más grande en aquellos partidos que de verdad promueven estas políticas que en teoría las mujeres deberían preferir más que los hombres. Ese era el gran ausente de los estudios, que asumía una reacción básicamente lineal: cambia la gente, cambia lo que piensa la gente en términos agregados, y cambia el voto. Pero entre medio están los partidos, que en nuestras democracias representativas son los vehículos que agregan preferencias y transforman la realidad. Entonces, yo analizo más de 30 años de datos de opinión pública y de agendas de los partidos políticos en 16 países occidentales, de Europa, y lo que muestro es que los cambios a nivel social –estos cambios de los que yo estaba hablando, tanto culturales como estructurales, en términos de religiosidad y de ingreso de mujeres en el mercado laboral– no se traducen en brecha de género en el voto a no ser que los partidos lleven adelante agendas de igualdad de género, en este caso en el mercado laboral. Es ahí cuando se conjugan esas dos cosas. El punto es: los cambios de la sociedad son necesarios, pero no son suficientes para explicar la brecha de género en el voto.

En este punto de las agendas de igualdad de género, ¿hay una distinción clara entre lo que llamamos partidos progresistas y partidos conservadores, o no es tan lineal? ¿Y hay también diferencias internas dentro de esos bloques?

Sí, hay. Primero, entre izquierda y derecha hay claras diferencias, son históricas. Pero en aquellos países donde hay más de un partido de izquierda también encontramos diferencias. No es lo mismo, por ejemplo, la agenda de igualdad de género en el mercado laboral del Partido Verde inglés, que, por ejemplo, promueve medidas de castigos por auditorías a empresas que no cumplen con medidas de igualdad de salarios, que, por ejemplo, la agenda del Partido Laborista inglés, que es un poco más laxa, más generalista y capaz que promueve cosas más graduales, menos de castigar a los que no cumplen.

Dentro de la izquierda, ¿notaste cambios a lo largo del tiempo en tu análisis? Pregunto porque hoy hay un sector de la izquierda, por ejemplo en Alemania, que está renegando de estas agendas y reclama volver a poner el foco en temas más clásicos, como la lucha de clases.

Sí sucede que muchas veces hoy la izquierda está viendo a la derecha, y en especial a la extrema derecha, a la hora de definir otras políticas, por ejemplo de inmigración. Capaz que el Partido Laborista inglés es como de manual. Ahora, en términos de igualdad de género, no vi ese tipo de backlash dentro de la izquierda.

¿Cuánto incidieron los partidos de ultraderecha y sus agendas en esta segmentación del voto por género?

Yo tiendo a pensar que son fenómenos en cierta medida relacionados, pero también mantienen cierta independencia. Por un lado, las mujeres, en términos agregados... y hago un paréntesis. Cuando hablamos de “las mujeres” y “los hombres” como grupos homogéneos y asignamos ciertos intereses en función del sexo, a veces podemos caer en pensar de cierta manera esencialista, y también las mujeres y los hombres están cortados por raza, por clase, por territorio. Con ese paréntesis, yo creo que sí, por un lado, está ese giro a la izquierda de las mujeres, y también hay ciertos hombres que se volcaron a partidos de derecha. El estado del arte en Estados Unidos es que no es tanto que las mujeres se corrieron a la izquierda, sino que los hombres se corrieron a la derecha. Algo curioso, sobre todo en este fenómeno, es que si vos tomás un partido de derecha radical, casi que en la totalidad de los casos su electorado son mayormente hombres, a niveles abismales. Le llaman “la brecha de género radical”. Menos en el caso de algunos partidos –por ejemplo, en Francia, el partido de Marine Le Pen–, y tenemos algunas ideas de por qué. Muchas veces estos partidos tratan de representar a las mujeres, aunque la manera en la que lo hacen, en realidad... le llaman window-dressing (en español, “escaparatismo”, en relación a mostrar algo para que luzca bien en apariencia aunque esté distante de la realidad), son discursos femonacionalistas (el concepto refiere a reivindicar el feminismo para alinearlo a posiciones xenófobas) que en realidad no buscan avanzar en la igualdad de género, simplemente lo enmarcan dentro de cierto contexto de migración, por ejemplo: el islam te va a convertir, te va a poner un velo, entonces nosotros te protegemos. Lo conecta con otros temas.

Lo instrumentaliza.

Exacto. Pero a la hora de hacer cosas... de hecho se publicó un paper hace poco sobre este tema que tiene este concepto de strategic window dressing: cómo lucen estratégicamente, pero después no hacen nada. Ahora, si están vinculados, puede que sí, que capaz que ciertos electorados que antes votaron a la izquierda se hayan corrido un poquito a otros partidos, pero no creo que sean movimientos muy grandes de votantes.

En Uruguay, los docentes están notando que los adolescentes varones sienten cierto hartazgo al hablar de temas relacionados con el género. ¿Es algo que se observa también en otros países, en Estados Unidos, por ejemplo?

Hay evidencia de eso, sí. También tiene que ver con estas visiones sexistas. En principio teníamos la idea de que estaba concentrado capaz que en los sectores económicos más vulnerables, pero tenemos evidencia nueva de que está presente también en clases medias. Se publicó hace poco un artículo sobre Argentina que encontraba que a medida que aumentaba el nivel educativo para los jóvenes hombres, este sexismo aumentaba también. Capaz que viene por el lado de la pérdida de estatus en el caso de las clases medias. Entonces sí, es un fenómeno que parece un poco más expandido.

El movimiento feminista ha tenido una incidencia grande en los cambios culturales de los que hablábamos antes. ¿Qué presencia tiene en la bibliografía que explica estos procesos?

Sí, sin duda. En primer lugar, quiero mencionar de nuevo que esto no admite una única explicación y que sería peligroso también brindar una única explicación. Es más complicado. Sabemos que, por ejemplo, la familia, los amigos, los círculos, la presencia de discursos, de movimientos feministas, todo eso afecta las opiniones políticas de la gente. En América Latina en particular, el movimiento feminista ha sido crucial a la hora de avanzar en la representación de las mujeres, en términos del acceso de las mujeres a lugares de poder, por ejemplo, mediante las leyes de cuotas. Sabemos bien que los movimientos feministas en América Latina han ejercido mucha presión a los políticos a la hora de avanzar en estas reformas de cuotas. Y también a la hora de avanzar en las agendas, ¿verdad? A la hora de presionar a los partidos para que tengan en cuenta ciertas reivindicaciones en materia de políticas públicas que las mujeres tienden a preferir en comparación con los hombres. También ahí tenemos la dificultad de medir estos fenómenos, pero sí.

Si tuvieras que recomendarles algo a los partidos políticos en relación con este tema, ¿qué sería?

Seguro diría: los partidos, en especial los partidos de izquierda, no pueden dar por sentado el voto de las mujeres. Siento que puede llegar el caso de que pase que algunos partidos de izquierda hagan la plancha a la hora de avanzar en la agenda de igualdad de género. Y lo que muestra la investigación –y esto no lo digo yo, lo dice la evidencia empírica– es que, a no ser que avancen en agendas de igualdad de género, no van a tener más votos de las mujeres en comparación con los de los hombres.

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