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Jacqueline Ponzo, Eloísa Klasse y Juan José Dapueto, integrantes del Observatorio de Comportamientos Profesionales de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República. Foto: Unidad De Comunicación Institucional Del Hospital De Clínicas

Facultad de Medicina trabaja en la prevención y resolución de comportamientos no profesionales

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Desde 2016, un observatorio recibe reportes de comportamientos inadecuados y trabaja para corregirlos.

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Tener una actitud de tranquilidad, amabilidad, seguridad y respeto; ser honesto, confidencial y responsable; aprender y mejorar, tener empatía, una buena comunicación con el paciente y la familia, así como trabajar en equipo, son competencias profesionales. No constituyen comportamientos no profesionales, en cambio, el uso de alcohol y drogas en el trabajo, transgredir los límites interpersonales (incluyendo los límites sexuales), desarrollar el ejercicio profesional con trastornos cognitivos o psiquiátricos y tener conductas disruptivas. La enumeración la hizo Juan Dapueto, profesor de Psicología Médica del Hospital de Clínicas, durante el 65º aniversario del hospital universitario, el 19 de setiembre, cuando presentó la experiencia del Observatorio de Comportamientos Profesionales de la Facultad de Medicina. Por obvias que puedan resultar, no está de más recordar las condiciones que debe tener un buen profesional y las que debe hacer a un lado, en una institución que, pese a su antigüedad, recién en las últimas décadas comenzó a hacer énfasis en las habilidades comunicacionales y éticas en sus planes de estudio. La buena comunicación con los pacientes y mantener un buen ambiente laboral es fundamental –tanto como la técnica– para alcanzar buenos resultados; sin embargo, según la Encuesta Nacional de Comportamientos Disruptivos en el Equipo de Salud (publicada por Mario Godino y otros autores en 2014 en la Revista Médica Uruguaya), reveló que 85% del personal de salud encuestado había presenciado comportamientos disruptivos y 60% los había sufrido: los comentarios despectivos sobre colegas estaban presentes en 75% de los casos mencionados, y los gritos agresivos y arrebatos de ira representaban 45%, detalló Dapueto.

La Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) ya estaba trabajando estos temas en 2015, cuando varios estudiantes que cumplían sus últimas guardias en el Hospital de Clínicas antes de recibirse involucraron en su festejo, que incluía el consumo de alcohol, el cadáver de una persona recién fallecida. El hecho causó indignación pública, pero también una honda preocupación institucional. Pocos días después se creó el Observatorio de Comportamientos Profesionales, explicaron en diálogo con la diaria Dapueto –que es médico internista y psiquiatra–, la psicóloga Eloísa Klasse y la doctora en medicina familiar y comunitaria Jacqueline Ponzo, quienes integran el observatorio junto con otros docentes, profesionales y representantes de estudiantes y egresados (Ponzo representa a los docentes). El equipo se define como un grupo “que se esfuerza por mejorar la calidad del entorno relacional entre profesores y estudiantes en los diferentes ambientes y entornos de aprendizaje”.

El observatorio redactó un “Acuerdo de comportamientos profesionales” –que fue aprobado por el Consejo de la Facultad de Medicina– que regula los comportamientos de docentes, estudiantes y egresados, y que establece por escrito aquello que puede presumirse, pero que hasta ahora no estaba del todo explicitado. “El conocimiento de la facultad estaba basado en el saber académico, y había todo un saber, que tiene que ver con los vínculos, que se daba por naturalizado, por tácito, y cuando algo no funcionaba no había un espacio donde trabajarlo”, planteó Klasse.

Por eso, el observatorio abrió un canal de comunicación para recibir reportes de aquellas situaciones que no funcionan bien. En 2016 recibió diez reportes, en 2017 fueron 23 y este año los docentes sospechan que se alcanzará un volumen parecido. “Los reportes los puede hacer un docente respecto de un estudiante, un estudiante respecto de un docente, un estudiante respecto de otro estudiante y un docente respecto de otro docente. La mayoría ha sido de docentes respecto de situaciones de estudiantes, pero hemos tenido de todos los tipos”, detallaron. Entre los reportados, en 2016 y 2017 hubo 15 estudiantes, ocho residentes, ocho docentes y un docente asociado (no dependía de la Udelar, sino de otro organismo); 61% de los reportados fueron varones. ¿Qué tipo de casos se reportan? “Comportamientos no profesionales, situaciones de profesionales distresados”, respondieron, que abarca la transgresión de normas pero también problemas académicos o de rendimiento de estudiantes y residentes. En un ámbito de total confidencialidad, los integrantes del observatorio reciben el reporte, y citan a las partes para conocer sobre el caso y pronunciarse. Luego del análisis, no todo tiene el tinte que parecía: 46% de las conductas que habían sido denunciadas como disruptivas (15 casos) no eran tantas, sino que se halló que eran nueve (27%); en cambio, se identificó que más situaciones de las reportadas tenían que ver con trastornos mentales (nueve casos en lugar de seis); 33% implicaba la transgresión de normas. Se halló que en 21% de los casos el problema tenía que ver con temas organizacionales; en tres de los casos hubo problemas de adicciones, en uno se registró bullying y hubo un caso de acoso sexual. Según los datos presentados por Dapueto, en 52% de los casos (17) la intervención del observatorio fue eficaz y no se lograron resultados en 6% (dos casos); en cinco casos (15%) hubo cambios parciales, y se desconoce el resultado de lo que pasó en nueve situaciones (27%). “Muchas veces se generan cambios muy interesantes”, destacó Klasse.

Varios de los docentes que han sido reportados tienen un grado superior, reveló Dapueto, que enseguida aclaró: “Acá no estamos para juzgar, estamos para entender comportamientos, y muchas veces el patrón de estas personas que tienen problemas comportamentales y generan malestar es de gente muy comprometida con la tarea, muy buenos médicos, hiperexigentes con ellos mismos y exigentes con los demás, vienen de familias muy disciplinarias; son médicos que la institución no quiere perder pero que generan mucho malestar en el entorno”, evaluó. En cuanto a los cambios, Dapueto reveló: “No esperamos que haya cambiado totalmente su comportamiento, pero si la persona cuando se va tiene más claro dónde están los problemas, si tiene una mayor autocomprensión de su propio patrón de conducta y de cómo este incide en los comportamientos de los demás y en el bienestar del equipo, ya lo damos por bueno”.

“El simple hecho de tener un espacio donde compartir la preocupación y recibir una orientación, o simplemente lo que genera el espacio de diálogo, que permite reflexionar sobre el problema con pares, ya eso genera un alivio de esa tensión que se traduce en bienestar y mejora la situación. Recibimos un retorno de agradecimiento de parte de los docentes, estudiantes y residentes que llegan al observatorio”, dijo Ponzo. Según los docentes, las personas reportadas muchas veces les confiesan que no tenían con quién hablar ni con quién pensar el tema por el que se las señala. “Es una situación compleja porque hay mucho en juego en cuanto a la carrera académica. Si uno va por una línea disciplinaria o por una línea de tipo comité de conducta ética y de conducta universitaria, puede generar un daño futuro de desarrollo a un docente y eso no es lo que se desea; lo que se quiere es ayudarlo a que modifique su comportamiento”, dijo Dapueto. La intervención disciplinaria se activa si la persona continúa su proceso, sin cambios. El observatorio no recibe reportes de los pacientes; para eso están los caminos institucionales de los hospitales y del Colegio Médico del Uruguay.

Los observatorios de este tipo son comunes en otros países, pero mayoritariamente funcionan en torno a centros asistenciales; el de la Facultad de Medicina engloba también a la esfera académica, que incluye el trabajo de los departamentos básicos y las escuelas de tecnología médica. El trabajo de estos tres años los ha llevado a escenarios que no se imaginaban. “Se está empezando a vislumbrar un potencial que va más allá del objetivo inicial de contribuir a situaciones que emergen como conflictivas, que tienen que ver con identificar necesidades o procesos que se dan en la institución y que son generadores de estos problemas”, dijo Ponzo, que habló de comportamientos que parecen ir más allá de las individualidades y que más bien apuntan a la forma de relacionamiento entre docentes, entre estudiantes, y en la intersección entre ambos.

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