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Victoria González y Diego Olivera.

Foto: Ricardo Antúnez

Junta Nacional de Drogas busca prevenir el consumo problemático de alcohol, la droga más aceptada y que provoca mayor mortalidad

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Se estima que 260.000 personas beben por encima del nivel de intoxicación varias veces a la semana.

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En asuntos de tabaco, cannabis y alcohol Diego Olivera, secretario general de la Secretaría Nacional de Drogas (SND), explica que “se ha procurado recorrer el camino de la regulación”, que es una ruta intermedia entre “el prohibicionismo” y “el libre mercado absoluto”. Detalla que el prohibicionismo tiene impactos negativos porque genera un mercado ilícito en el que las sustancias disponibles son de peor calidad y más riesgosas para la salud; el otro extremo, el del libre mercado, se da cuando hay escasa regulación y predomina el criterio comercial sobre otros aspectos, como el sanitario. El camino de la regulación que impulsa la Junta Nacional de Drogas (JND) –compuesta por Presidencia de la República y los subsecretarios de varios ministerios– y su órgano técnico, la SND, “es un camino intermedio en la medida en que no se prohíbe el acceso, no se prohíbe la producción ni la comercialización pero se establecen condiciones para, y esas condiciones están orientadas por un criterio de salud pública y convivencia. Ese paradigma regulatorio entiendo que llegó para quedarse”, responde Olivera cuando se le pregunta qué puede pasar con la política de drogas impulsada por los gobiernos frenteamplistas en caso de no ganar las próximas elecciones. Pase lo que pase en octubre, la JND trabaja desde “una lógica de gestión de riesgos” que da orientaciones para que las personas se cuiden y para que las instituciones estatales, los productores y los comerciantes hagan lo suyo para minimizar los problemas. En ese eje trabaja todo el año la JND, pero en verano, cuando hay más gente de vacaciones, más turistas, más fiestas y carnaval, las acciones se intensifican. Sobre eso dialogamos con Olivera y con Victoria González, coordinadora del área de Prevención de la SND.

Hidratación, carpas de achique y más

En enero la JND estuvo presente en siete fiestas masivas (Antel Sunset, en Rocha; la Fiesta del Lago, en Flores; el festival Jazz a la Calle, en Mercedes; los desfiles de San Baltasar, de Carnaval y de Samba en Montevideo, y otra en Maldonado) y ha participado en eventos en playas de Rocha, Montevideo, Canelones, Maldonado, Rocha, San José y en la laguna Merín, en Río Branco. Olivera calcula que han llegado a 15.000 personas, y a eso hay que sumarle la presencia en los desfiles de llamadas de ayer y hoy. Estas acciones son coordinadas con el Sistema Nacional de Emergencias y la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev), que junto con la JND desarrolla la campaña “Verano querido”, que busca prevenir riesgos por consumo problemático de drogas, siniestralidad vial, ahogamientos e incendios forestales. En el transcurso del año ponen el foco en eventos folclóricos, como la Fiesta del Mate, la Fiesta de la Patria Gaucha, el Carnaval de Artigas, el de la Pedrera, el festival del Olimar, la Semana de la Cerveza, entre otros.

González detalló las cuatro modalidades de intervención: pantallas gigantes que exhiben spots con medidas de cuidado, puestos de información y participación con espacios de juego, puestos de hidratación y “carpas de achique”. Las modalidades van en orden creciente de complejidad, y además del diálogo incorporan herramientas de vivencia corporal, contó González, al referirse a los espacios de juego que ofrecen los puestos de información en estos días, que incluyen lentes, una rayuela y un tejo. Los lentes fueron diseñados junto con Unasev y simulan el estado en que una persona puede manejar ante el consumo de alcohol, cannabis y también por incidencia del cansancio. La “rayuela de gestión de riesgos” indica “las posibilidades de lo que te puede ir pasando en una noche, cuáles son las decisiones que uno toma desde el miércoles, que planifica una salida con amigos, por redes sociales, hasta que está en la fiesta: ¿cómo vamos?, ¿cómo volvemos?, ¿qué incluimos en la previa?”, detalló la técnica. Con el tejo, al tirar cada ficha un facilitador de prevención de la JND da pautas de qué hacer ante los cuatro riesgos en los que se centra la campaña “Verano querido”, que se extiende hasta fines de la Semana de Turismo. Los puestos de hidratación pueden verse estos días en torno de los espectáculos de carnaval en Montevideo, y siguen una estrategia iniciada en los espectáculos por la conmemoración del Bicentenario, en 2011, cuando se repartieron sachets con agua de OSE; la idea es mitigar los efectos del alcohol intercalando su consumo con el de agua, que además hidrata (el alcohol deshidrata). Las carpas de achique se despliegan en eventos y espectáculos públicos que involucran a más de 3.000 personas; son espacios para quienes se descompensan o se sienten mal, y socorristas y voluntarios capacitados se encargan de la contención. “Hay situaciones que se despejan con una situación más de tipo humana y de poder descansar un rato y eventualmente poder ubicar a un referente par o adulto para que venga a buscar a esa persona”; cuando es necesario, los casos son derivados a la emergencia móvil, explicó Olivera. Con esos espacios, la JND retomó un trabajo que había iniciado la ONG El Abrojo. “No se culpabiliza a la persona sino que hay una empatía y una receptividad de lo que está viviendo”, dijo Olivera. Por eso es que no se condena el consumo en adultos, sino que se los ayuda a que tomen las mejores decisiones. Entre otras cosas, la JND reparte preservativos masculinos y femeninos, y vasos de plástico para hidratarse y sacar del medio las botellas de vidrio, para evitar cortes.

Protocolizar y delegar

La JND impulsa la marca “Evento cuidado”, que se les otorga a los eventos que cumplan con un protocolo de medidas orientadas a reducir los daños; entre ellas está la disponibilidad de un puesto de hidratación, cartelería que indique las salidas de evacuación, redes sociales con información del evento en tiempo real, etcétera. Los centros coordinadores de emergencia departamental ya están incorporando estos criterios, y la JND apuesta a que lo hagan todas las intendencias y a que lo incluyan en su normativa para habilitar eventos públicos y boliches.

El diálogo también es con productores y organizadores de eventos, por ejemplo de fiestas electrónicas, para minimizar las intoxicaciones por sustancias psicoactivas y para que ellos también trabajen en torno al sello de evento cuidado. La JND “tiene una finalidad de rectoría política y de coordinación interinstitucional, no tanto de ejecución directa”, recuerda Olivera, por lo que la idea es construir cultura de institucional para que otros tomen la posta. En esos otros están los servicios de salud, el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay y las intendencias; la de Montevideo, por ejemplo, ha asumido los puestos de hidratación, y la de Rocha este verano está desarrollando una campaña similar a la de la JND pero con recursos propios, destacó Olivera.

Regular más

“La prevalencia del consumo de bebidas alcohólicas es muy alta en Uruguay; en algunas localidades en particular y en Montevideo inclusive la tasa de consumo es muy alta en comparación con otras ciudades importantes del mundo”, planteó Olivera, quien recordó que, “a diferencia del tabaco, en el caso de las bebidas alcohólicas no hay demasiadas medidas regulatorias desde el punto de vista de la salud”, salvo la disposición de conducir con cero gramo de alcohol en sangre.

La SND apuesta a que en este período de gobierno consiga aprobación el proyecto de ley integral sobre el consumo de alcohol; desde hace más de un año el Parlamento tiene a consideración el texto, que dejó por el camino otros dos proyectos anteriores que habían fracasado. “Hay un fuerte consenso de que es necesario avanzar en regulación; luego pueden aparecer los matices de hasta dónde”, expresó Olivera, quien dijo que la dimensión sanitaria del problema está “muy bien diagnosticada”. “Cuando se estudian las estadísticas de mortalidad asociada a drogas, 80% de las personas que fallece por un trastorno de salud relacionado con el consumo de drogas tiene que ver con el alcohol”, por ejemplo mediante trastornos en los sistemas digestivo, neurológico o cardiovascular, dijo. Agregó que se estima que “261.000 personas en Uruguay tienen signos evidentes de consumo problemático de alcohol por la cantidad de ingestas por encima del nivel de intoxicación”; aclaró que el nivel de intoxicación está acordado internacionalmente: “Son cinco tragos o más, y eso se traduce en cantidades de cerveza, de vino o de bebidas de alta graduación alcohólica en un mismo episodio de consumo”. Dijo que 261.000 personas consumen por encima del nivel de intoxicación varias veces por semana y que un segmento de ellas, “unas 100.000 personas, tienen indicadores claros de dependencia; quiere decir que desde el punto de vista de su desarrollo subjetivo tienen serias dificultades para manejar la decisión de consumir o no consumir, que es lo que define la dependencia como trastorno asociado a la salud mental”.

Entre otras cosas, el proyecto que está en el Parlamento busca crear un registro de comercializadores de bebidas alcohólicas “unificado y revocable, es decir que el Estado se reserva la competencia para autorizar el expendio de bebidas alcohólicas o retirar el permiso en caso de incumplimiento de la normativa”, destacó Olivera. “Los mensajes publicitarios no van a estar prohibidos, se va a poder seguir haciendo publicidad pero no se va a poder asociar el consumo de bebidas alcohólicas a características tanto subjetivas como colectivas vinculadas a propiedades que el alcohol no tiene: el alcohol no te hace más lindo ni más exitoso ni facilita tus relaciones de amistad”, explicó. Olivera calificó a estas proyecto como “un buen mínimo común denominador”. Asimismo, expresó que “quizás a algunos les parezca insuficiente o a otros les parezca excesivo, pero la idea fue, a partir de un consenso sobre el diagnóstico del problema de salud que tenemos entre manos, del problema cultural que está asociado, si se quiere de una excesiva aceptación cultural del uso de bebidas alcohólicas y del uso excesivo que no está en relación con el tipo de consecuencias para la salud, plantear un proyecto que no es inocuo, que tiene medidas regulatorias fuertes pero que también intenta contemplar un espectro grande de actores, tanto políticos como sociales, para logar su aprobación”, concluyó, y consideró que la norma no afectará “sustancialmente la economía” del sector de bebidas alcohólicas; “en todo caso, lo que nosotros buscamos es que tengan una incidencia sobre el consumo problemático, que es el que nos preocupa, y no tanto el consumo esporádico, social o recreativo, que obviamente tiene un lugar y debe tenerlo”.

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