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Gustavo Tolchinsky.

Foto: Federico Gutiérrez

Desde hace un año, el Colegio Médico desarrolla un programa para atender a médicos con problemas de salud mental

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La experiencia uruguaya sigue el modelo catalán; se apunta a proteger al médico, pero también al paciente.

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Reconocer las adicciones y otros trastornos mentales no es fácil para nadie y menos para los médicos marca la evidencia, que muestra que muchos profesionales consultan tarde, cuando ya aumentaron las complicaciones y cuesta ver las salidas. Para atender ese problema se han creado, en Uruguay y en varios países, programas para dar asistencia en salud mental, que tienen el doble rol de “cuidar al cuidador” y cuidar al paciente. Es necesario “asegurar que el médico está ejerciendo en las mejores condiciones con el menor riesgo para él y también para sus pacientes”, explicó a la diaria Juan Dapueto, psiquiatra y coordinador del Programa de Bienestar Profesional (Bienpro) del Colegio Médico del Uruguay (CMU).

El Bienpro es una ayuda dirigida a médicos con adicción al alcohol o a otras drogas, y a quienes atraviesen situaciones de depresión mayor y tienen riesgo de suicidio; comenzó a funcionar en abril de 2018, y en el primeros ocho meses atendió 24 casos. Para crearlo, el CMU tomó como referencia el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME), de Cataluña, España, creado en 1998 por el Colegio Oficial de Médicos de Barcelona. A comienzos de mayo el CMU desarrolló las 2ª Jornadas del Programa Bienpro, en las que participaron profesionales de la clínica Galatea –el centro de adicciones y trastornos mentales del Colegio de Médicos de Barcelona– y del Centro Psicoterapia Barcelona.

“Se estima que uno de cada diez médicos puede padecer durante su vida profesional, uno o más episodios relacionados con enfermedades psíquicas y/o conductas adictivas”, expresa la Guía PAIME. Los motivos que llevan a los especialistas a este brete son varios. La Guía PAIME lo resume así: “los profesionales de la salud son uno de los colectivos peor atendidos dentro del sistema sanitario, ya sea por la autosuficiencia médica, la negación o minimización de la propia enfermedad, el miedo de los profesionales a ser reconocidos y, como consecuencia de ello, el miedo a perder el prestigio profesional y, tal vez, las características de la propia actividad médica”. Así las cosas, se ajusta a la perfección el dicho “en casa de herrero, cuchillo de palo”. “El médico cuando está enfermo no se comporta como la mayoría de los pacientes: no suelen tener historia clínica abierta, resuelven todo de pasillo, se autoprescriben”, explicó en las jornadas Gustavo Tolchinsky, médico y secretario del Colegio de Médicos de Barcelona.

Tanto en Uruguay como en Barcelona el programa está a cargo de los colegios médicos, y eso no es casual: los colegios médicos tienen el cometido de velar por el ejercicio de la profesión médica, de garantizar la calidad de asistencia y proteger los derechos de los usuarios. “Como regulador debemos ser conscientes de que si la práctica se puede ver comprometida y se convierte en un riesgo para sus pacientes, tenemos un rol que es ser garantes de la buena práctica médica”, afirmó Tolchinsky. Los colegios médicos tienen la potestad de inhabilitar el ejercicio de la medicina. Para que eso no ocurra y para garantizar el bienestar de los profesionales, es que desarrollan este tipo de rehabilitación.

La experiencia catalana

A diciembre de 2018, el PAIME había abierto 2.853 historias, de las cuales 627 estaban activas. Con el correr de los años el PAIME amplió su atención a profesionales del cuidado de otros, que también están colegiadas: enfermeros, veterinarios, farmacéuticos, psicólogos, odontólogos, trabajadores sociales y fisioterapeutas. Hasta ahora, la mayor atención la han recibido los médicos (2.500).

La psiquiatra Dolores Braquehais detalló que la clínica Galatea tiene diferentes áreas de trabajo. En primer lugar, dictamina si el profesional padece, o no, un trastorno mental. A nivel asistencial, ofrece tres tipos de propuestas: consultas externas (ambulatorias), el hospital de día y la unidad de internación. El abordaje es interdisciplinario, y no sólo farmacológico. Además, se hacen talleres y charlas, con un enfoque de difusión y prevención.

Braquehais informó que las especialidades de mayor riesgo son la psiquiatría, la anestesiología (incluyendo el área de reanimación) y la medicina intensiva, áreas en las que los profesionales tienen mayor acceso a sustancias que se suministran por vía intravenosa y con un alto potencial adictivo; además, una vez que se identifica el problema, se da un alto riesgo de suicidio. Los médicos generales y de familia son un colectivo numeroso, y eso explica que tengan un lugar destacado entre quienes reciben tratamiento. Braquehais mencionó, además, que en España tienen un alto nivel de autoprescipción de sedantes. En los casos de adicciones, las sustancias que están más presentes son el alcohol; luego le siguen sedantes, opioides, anestésicos, cocaína y otros estimulantes. Entre las patologías mentales, mencionó trastornos adaptativos, trastornos afectivos unipolares y, en menor medida, bipolares.

En diálogo con la diaria, Tolchinsky, Braquehais, y el psicólogo Enric Llavayol, los tres de la Clínica Galatea, explicaron que 95% de las personas que atiende la clínica llegan voluntariamente. Una de las claves del abordaje es la confidencialidad: el paciente toma contacto con la unidad de acogida, que hace un cambio de nombre, y “no entra al conocimiento de la junta de gobierno que tiene la responsabilidad de regular la profesión”, precisó Tolchinsky. Pero hay “pacientes difíciles”, que constituyen 5% de los casos que atiende la clínica Galatea; según detalló Llavayol, padecen trastornos mentales severos, tienen alto riesgo suicida y un alto riesgo para la praxis. Con ellos se firma un contrato terapéutico entre el que el médico enfermo y los especialistas que lo atienden. No es un documento legal pero puede llegar a serlo, y si se incumple, se puede levantar la confidencialidad. En esos casos, se incorpora un tutor, una persona de confianza del médico enfermo y que comparte con él el ámbito laboral, y que permite tener una comunicación fluida con el equipo de especialistas, para alertar ante situaciones de inestabilidad, de sospecha de consumo o de falta de seguimiento del tratamiento. Estos pacientes suelen llegar de forma inducida o por denuncias. El contrato terapéutico contiene recomendaciones. Tolchinsky explicó que si se trata de un anestesista que tiene adicción a los fármacos que administra, se propone que no ejerza en determinados entornos, por ejemplo en los quirófanos, pero se habilita a que haga la consulta preanestésica o el posoperatorio inmediato.

La intervención de la junta de gobierno del Colegio Médico está restringida. Tolchinsky detalló: “Si se puede abordar desde el punto de vista asistencial, el colegio prefiere no intervenir. Si identificamos que concurre algún riesgo especial o que hay una falta de adherencia al seguimiento, la junta puede hacer un requerimiento de no ejercicio, se le insta a que atienda ese requerimiento o, eventualmente, cuando el médico ha traicionado la confianza que se deposita en esas medidas y continúa consumiendo, puede acabar en una sanción, que puede ser mayor o menor en función de la gravedad, del impacto y de la valoración que haga la persona que se encarga de instruir el expediente disciplinario”.

El médico enfermo no paga por el tratamiento de rehabilitación; 65% del financiamiento de la clínica proviene del gobierno regional catalán, y el resto se cubre con aportes de los colegios profesionales.

La experiencia uruguaya

La mayoría de las consultas llegan de manera espontánea. También aquí hay una unidad de recepción, liderada por la psicóloga Eloísa Klasse, que hace el cambio de nombre del médico para mantener la confidencialidad.

Dapueto explicó que el médico que solicita ayuda puede hacerlo “por un drama depresivo, por un problema de depresión severa o un problema de vínculos, relacionado a la personalidad o a trastornos adaptativos –que padecen médicos migrantes, por ejemplo–, desgaste laboral –burn out– o depresiones más severas con riesgo de suicidio”. En esos casos, se lo deriva a una psiquiatra del programa con experiencia en ese tipo de trastornos. Si consulta por un programa de adicción al alcohol y otras drogas, es derivado a una psiquiatra que trabaja esos temas.

También están los casos en que los médicos no llegan por su voluntad. Dapueto detalló que puede ser por demanda inducida de algún colega o de la institución en la que trabaja. “Si hay riesgo de mala praxis o hay un proceso institucional en marcha, como un sumario, una denuncia o amenaza de expulsión”, se mantiene una entrevista con el coordinador de la institución. A partir de eso, los técnicos del Bienpro hacen una evaluación y el médico enfermo firma una declaración de entrada al programa por la que se compromete a seguir las recomendaciones y tiene derecho a recibir atención a cargo del colegio.

Dapueto dijo que “el CMU no puede convertirse en un prestador de asistencia”, pero aclaró que “tiene la obligación de velar por el bienestar de los médicos”. Por eso, facilita el acceso a la atención de salud mental: “Acá no pide número, no hay demora, la consulta se la da el profesional en la misma semana y ya empieza la evaluación”. Tener que pedir número o esperar en la misma sala de espera que los pacientes que puede atender funciona como una barrera para el acceso de los médicos a la atención, y muchos no pueden costear una consulta privada, dijo Dapueto. “Una vez que ha sido evaluado, que se ve el riesgo, se ve cuál es la situación laboral con ese riesgo que tiene de perder su trabajo o en qué situación legal está, se hace un plan de tratamiento en el que seguramente va a entrar su prestador de salud”, agregó.

Ante las situaciones de riesgo, el equipo recomienda la licencia médica, y hay quienes se han acogido a una jubilación por discapacidad; Dapueto puntualizó que si la persona tiene un problema de adicciones no puede trabajar en un block quirúrgico o hacer guardias, y añadió: “Los médicos no saben hacer otra cosa que ser médicos, es muy difícil reinsertar laboralmente a un médico”. Las limitaciones pueden ser progresivas y también se lo trata de alejar de las áreas en las que pueda sufrir una recaída.

Klasse aclaró que esos casos “son los menos” y que “una buena proporción de los que han consultado están muy motivados, porque para el médico perder su trabajo es un gran agravio emocional, ya que es algo a lo que han dedicado muchos años de vida, es parte de su identidad personal”.

Sobre los problemas por los que consultan los médicos que atiende Bienpro, Dapueto y Klasse señalaron que “son bastante parecidos” a los que expusieron los profesionales de Barcelona y que las mujeres médicas consultan más sobre trastornos de humor y trastornos depresivos, mientras que los varones consultan más por burn out y problemas de adicciones. Al igual que en Cataluña, las mujeres consultan antes y de manera más voluntaria que los varones.

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