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Washington Suárez, ayer, en el asentamiento El Monarca.

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Vecinos de dos asentamientos con casos de covid-19 continúan trabajando para paliar impacto de la pandemia

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Llegó apoyo estatal, pero la vacunación y los testeos aleatorios no comenzarán todavía.

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Poco después de las 9.00, varias personas aguardaban este lunes afuera de la policlínica de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) en el barrio El Monarca, que reabrió el jueves, después de estar cerrada durante más de un mes. El Monarca es un asentamiento ubicado sobre el eje de la ruta 8, en Montevideo, junto al límite departamental con Canelones. Allí viven 2.500 personas; se formó en 1995 y si bien todavía no está del todo regularizado, las casas son de material, cuentan con agua corriente, luz eléctrica, y en las calles hay alumbrado público y cunetas (está previsto hacer el saneamiento dentro de unos 30 años).

El viernes se difundió en la prensa que había un caso de covid-19, un joven que trabaja en el área de la salud. El gobierno activó el protocolo, anunció que se había hecho el test a los contactos del muchacho, que ASSE estaba en comunicación con ellos y que el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) había suministrado alimentación y productos de higiene a quienes estaban en cuarentena. Pablo Bartol, titular del Mides, anunció además que en los primeros días de esta semana comenzarían a hacer testeos aleatorios y que comenzarían a vacunar contra la gripe.

Algunas de las personas que estaban este lunes en la policlínica habían ido a vacunarse, pero la respuesta era que no se sabía cuándo comenzaría, y tampoco había novedades de los testeos aleatorios. Sí se hicieron test, entre el domingo y el lunes –cuando se confirmó el caso– a quienes trabajan en la olla popular. Integrantes de la policlínica estaban retomando la actividad y preparando el salón comunal para atender allí exclusivamente a los pacientes con síntomas respiratorios cuando llegaron móviles del Centro de Salud de Jardines del Hipódromo y de la Red de Atención Primaria Metropolitana –centros de referencia de la policlínica– con funcionarios que llevaban medicación y equipos de protección personal; se quedaron más de una hora y al salir prefirieron no hacer declaraciones a la prensa. En paralelo, vecinos referentes recibieron 60 Canastas Uy -donadas por empresas- y cuatro bolsas de 25 kilos de harina que les entregó el Municipio F con los que harán el pan cuando vuelvan a hacer la olla popular, que se suspendió el lunes 20 y hasta que estén los resultados de los hisopados.

Cuatro de esos vecinos, Washington Suárez, Ana Labrus, Vladimir Pereira y María Lorenzo, contaron a la diaria que la olla producía 200 viandas por día de lunes a viernes, con las que se asistía a quienes se quedaron sin trabajo y estaban en peor situación económica. Los vecinos estaban muy dolidos por la forma en que se había manejado la prensa. Se sintieron estigmatizados y quisieron mostrar que no viven en casas de costanero ni de nailon, sino que en estos 15 años han trabajado mucho para tener casas de material, todas decorosas, con plantas y árboles, además de decir que es un barrio de trabajadores. Indignado, Suárez cuestionó por qué se puso la mira en El Monarca y no en La Tahona, que queda a pocos kilómetros de ahí y ha tenido muchos más casos de covid-19.

Clínica de ASSE en el barrio El Monarca.

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En la misma línea, el domingo el muchacho con covid-19 escribió una carta que envió a medios de comunicación para aclarar lo que otros no tuvieron que aclarar: que es estudiante, trabajador, que fue al centro de salud en cuanto sintió una molestia en la garganta y que se mantuvo en cuarentena hasta que tuvo la confirmación del estudio, el lunes 20, cuando comenzó el aislamiento que ahora continúa. Aclaró que no anduvo en ómnibus, que no acudió a reuniones y, en diálogo con la diaria, agregó que para trabajar usaba siempre tapabocas, además de las otras recomendaciones sanitarias. Hizo referencia al espíritu de superación de los habitantes de El Monarca y dijo estar “un poco sensibilizado por comentarios denigrantes” que circularon, principalmente en redes sociales, luego de la difusión de la noticia, y que los tildaban de delincuentes o de irresponsables. La sensación de ahogo por la covid-19 le duró unos cuatro o cinco días. El segundo pesar fue la difusión pública de su caso; deseó que la empatía corriera tan rápido como el miedo.

Cruce de debilidades

En otro asentamiento sobre el eje de la ruta 8 también se confirmó el lunes 20 un caso de covid-19; en este caso se trata de una mujer. También se le tomaron muestras a sus contactos. Los vecinos prefieren que no se difunda el nombre del barrio, para evitar la estigmatización; tiene una precariedad mayor que El Monarca, menor organización barrial y se viven situaciones de riesgo por narcotráfico.

La policlínica del lugar estaba cerrada desde diciembre y reabrió este lunes. Algunos vecinos ayudaron días atrás a limpiar el lugar y este lunes la médica, una vecina y auxiliares de limpieza continuaron la tarea y dividieron el local para que los pacientes con síntomas respiratorios ingresaran por otra puerta, tuvieran su propio consultorio y su propio baño.

Una mujer esperaba con su bebé afuera. Según la médica, las mayores afecciones del barrio –donde la población es mayoritariamente joven– son las diarreas en niños en verano y las infecciones respiratorias en invierno.

La policlínica retomará ahora consultas postergadas y verá cómo trabaja el costo de la cuarentena en el barrio. Se comenzó a testear a los pacientes sintomáticos y la médica esperaba poder continuar con los asintomáticos; hasta este lunes no tenía noticias de cuándo se empezaría con la vacunación antigripal. Fuentes del Ministerio de Salud Pública dijeron que la vacunación comenzará luego de hacer los testeos.

Aclaración: la nota original decía que las canastas y las bolsas de harina fueron donadas por el Mides, pero luego los vecinos aclararon que la donación fue de Canastas Uy y del Municipio F.

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